True detective

La serie de HBO, cuya segunda temporada se estrenará en junio en Argentina, es una revancha contra los simplismos del cine contemporáneo. Un policial que descree de las clasificaciones fáciles y va más allá del género. Una historia en la que nadie se salva

EN ESCENA. Los detectives Rustin Cohle (Matthew McConaughey) y Martin Hart (Woody Harrelson) en una intrincada investigación. miradasdecine.es EN ESCENA. Los detectives Rustin Cohle (Matthew McConaughey) y Martin Hart (Woody Harrelson) en una intrincada investigación. miradasdecine.es
22 Marzo 2015

Por Fabián Soberón - Para LA GACETA - Tucumán

“Nuestras vidas han sido un círculo de degradación y violencia. Es hora de cerrarlo”. Rust, en el capítulo 7

“Bien puede decirse que nuestra vida es un episodio que viene a perturbar inútilmente la sagrada paz de la nada”. Arthur Schopenhauer

“Si hay un género en el cual es importante ser sublime, es sobre todo en la maldad”. Diderot, El sobrino de Rameau 

True detective funciona como un largometraje dividido en ocho capítulos. En ese sentido, el guion está orientado hacia el desarrollo de los personajes y hacia el crecimiento en complejidad de la trama. Dos detectives buscan la identidad del asesino de una mujer llamada Dora Lange. Pero también se buscan a sí mismos. Uno de los puntos fuertes se relaciona con que los policías no responden a un arquetipo sino que viven su trabajo desde el conflicto, la duda y la vacilación. Ellos tienen problemas con su trabajo, consigo mismos y con las personas que los rodean. Marty Hart es un hombre alto y fuerte y es, de algún modo, el costado más convencional del dúo. Rust Cohle es una especie de extraño filósofo pesimista al estilo de Schopenhauer. Marty es sociable y tiene una familia constituida. Rust, en cambio, es solitario y descree del género humano. Cuando empieza a trabajar con Marty, no le interesa interactuar con él.

Los diálogos juegan un papel central en el desarrollo de la trama. Son filosóficos en un sentido literal y metafísico. El guionista, Nic Pizzolatto, no escatima en líneas reflexivas y logra que Rust se explaye en sus opiniones sobre los hombres y sobre el sentido del mundo. Pero lo que impacta no son sólo los diálogos en un sentido puramente verbal. Es el modo en que Rust pronuncia las palabras. Rust hace silencios, pausas mecánicas, mira a los interrogadores, construye hombres de lata mientras fuma. Es decir, Rust produce con su parafernalia un registro inconfundible. Como una especie exótica de policía, Rust es un intelectual desquiciado y pesimista, y el tono de su voz y la forma de sus gestos crean un ícono inusual.

La trama avanza en la primera parte según dos tiempos paralelos. Por un lado, está el tiempo del presente en el que los dos policías son interrogados por otros dos policías por separado. Es decir, Marty y Rust cuentan cómo fue la investigación en el pasado del caso de Dora Lange. A la par, se narran los sucesos del pasado: concretamente, en el año 95. Esa estructura dinamiza el relato y hace que la resolución provisional del crimen de Dora Lange demore. El suspenso está bien administrado: mientras se desarrollan los interrogatorios a los policías Marty y Rust, se narran, por separado, las vidas de ambos policías. Marty tiene esposa y dos hijas y vive una vida paralela con otra mujer. Esto provoca problemas con su esposa hasta que se separan. A la vez, Rust vive solo y le cuenta a los policías que ha estado casado una vez y que ha tenido una hija. Esa niña ha muerto.

La investigación tiene dos costados: uno intuitivo y filosófico (Rust encarna este aspecto) y otro costado racional y social (Marty). La investigación avanza y también tiene periodos inertes, improductivos. Resume Rust: “Días de nada. Solo trabajar los casos. Días como perro perdido.”

En lo que podríamos llamar la segunda parte de la gran trama, los dos policías están de vuelta juntos (después de 20 años) e investigan otro caso. Al parecer, han quedado cabos sueltos y Marty y Rust encaran una nueva investigación que enlaza con la anterior. Los riesgos se multiplican. El tiempo ya no es la evocación sino es el puro presente. La acción volatiliza los sentimientos y la árida rapidez del tiempo los empuja hacia la posible muerte.

El personaje de Rust es central. Es el eje alrededor del cual gira la serie. Rust es un extraño héroe con matices. En True detective los malos no son tan malos y los buenos no son tan buenos. Rust no duda de su maldad. Es consciente de su costado oscuro y terrible pero es capaz de proteger a las víctimas y de ayudar a su compañero en las situaciones difíciles. Rust es un héroe realista, podríamos decir así. Es un hombre huraño y malvado que quiere hacer el bien como policía. Descree del sentido del mundo pero cree que la vida (la luz) se impone frente a la oscuridad del mundo. “Pienso en el orgullo que se necesita para traer un alma a la existencia. Convertirla en carne. Forzar una vida a este basurero”. Como pensó Schopenhauer, el mundo es dolor. Y la muerte es una salida para el dolor.

Tímida luz

En la investigación, Rust y Marty descubren que el asesino realiza unos dibujos y unas pequeñas esculturas de liana con unas formas místicas o que aluden al vudú. El asesino es algo más que un asesino: es un fanático religioso, es alguien que siente que encarna el mal como una misión divina. La serie pone en funcionamiento cruces de arte, ideas religiosas, costumbres atávicas y conflictos sociales. Problematiza la sociedad como algo que tiene elementos nocivos (desde la religión) y discute la carrera del detective como alguien que encarna la lucha por el bien de una sociedad corrupta y denigrada. Rust y Marty son, de alguna manera, similares. A pesar de sus visiones distintas de la existencia, ambos llevan vidas que se desintegran, que se pudren, y luchan por descubrir a un asesino. El asesino es un virus dentro en una sociedad que está viciada y en donde los policías también están viciados. Nadie se salva. Hacia el final, se abre una pequeña rendija que deja ver una leve y tímida luz. Y esa luz no es religiosa ni artística. Es solo un atisbo que tiene mucho de sombra y de extraña esperanza.

(c) LA GACETA

Fabián Soberón - Profesor de la Escuela de Cine (UNT).

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