Por Álvaro José Aurane
21 Marzo 2015
El 19 de agosto de 2010, el gobernador reunió a los 93 delegados comunales en Casa de Gobierno, para anunciarles que afectaría $ 20 millones a trabajos públicos en el interior, porque “quedó demostrado que con las palabras no alcanza y que debemos estar permanentemente dándole a la gente, para que sientan que estamos gobernando para ellos, porque es la única manera de tener votos”.
José Alperovich dijo -LA GACETA 20/8/2010- que cada obra sería decidida por los comisionados, pero recomendó cómo escogerlas. “Tiene que ser la que más nos convenga políticamente, la de mayor impacto político”. El plan, financiado con el flamante Fondo Soja, sería aplicado en las municipios, por $ 60 millones.
Esa ha sido la esencia de la democracia pavimentadora. Usó los fondos públicos durante la extraordinaria bonanza que ya pasó para mantener en “campaña permanente” al régimen sediento de eternidad en el poder, a fin de manejar $ 100.000 millones en presupuestos públicos con claridad dudosa y discrecionalidad exagerada. Este fue el imperio del cordón cuneta porque eso demandaba el oficialismo, aunque no era lo que necesitaba el pueblo.
Eso ha quedado a la vista durante el verano que murió. Llovió no porque sea un fenómeno extraordinario sino porque aquí el clima es subtropical (con estación seca en invierno), pero Tucumán se convirtió en la ciénaga de la república. Lo inédito fueron los años de sequía (sin los veranos normalmente lluviosos), óptimos para concretar los emprendimientos que eviten que la provincia se torne anfibia. Sin embargo, el poder no quiso esas obras, sino las de “mayor impacto político”, las que le reportaran “votos”, las que generaran la sensación en los tucumanos de que “gobernaban para ellos”...
Pero no sólo ha sido la lluvia, alega el oficialismo en su relato de las inundaciones, sino la deforestación, la tala indiscriminada, los problemas crónicos de infraestructura y demás cuestiones referidas a la falta de planificación que, en definitiva, son responsabilidad de quiénes gobiernan desde hace 12 años. Las palabras alperovichistas se ahogaron. El gobernador osó decir que todas las obras estaban hechas, pero esa falacia fue inundada por informes profesionales que demostraban lo contrario. Entonces él pareció incurrir en un acto fallido. “Vamos a salir a flote”, fue la expresión escogida por el mandatario de la provincia empantanada, quien en los albores de su llegada a la gobernación prometió “transparencia cero”, en lo que también se interpretó como una gaffe. Tal vez los únicos lapsus fueron creer, en todos los casos, que se trataba de lapsus...
El otoño ha llegado para denunciar que aquí lo poco que de verdad avanza es el calendario.
El peronismo
Coherente con el anegamiento al que ha sometido a la Provincia, la política vernácula tampoco avanza. Las novedades sólo son nacionales, pero debajo de los titulares públicos se incuba, entre la dirigencia subtropical, pesadillas redentoras y sueños de demolición.
La elección del ex presidente Eduardo Duhalde como nuevo titular del consejo nacional del PJ, en un congreso que declaró caduca la conducción del gobernador jujeño Eduardo Fellner, todavía debe ser validado por la Justicia, pero ya inquieta en el oficialismo local. Duhalde busca quitarle al kirchnerismo el sello del PJ. En el intento, ha invertido la vieja pregunta K referida a cuántos votos en verdad tenía el gobernador bonaerense Daniel Scioli si la Casa Rosada rompía con él. Ahora, el viejo (y no necesariamente el mejor) peronismo inquiere cuántos votos le queda al oficialismo si el PJ se va.
La cuestión roza a Alperovich y también a Domingo Amaya. A través del diputado Carlos Kunkel, los “K” proclamaron hace horas que la Presidenta apoyará dos fórmulas en las PASO dentro del Frente para la Victoria: una “propia” y otra -la sciolista- liberalmente correcta (comprobación de que el kirchnerismo no se asume como el Gobierno burgués que siempre fue). Que se escinda el PJ, para el mandatario tucumano -asociado a Scioli- es igual a menos votos.
Que el kirchnerismo se arriesgue a que el bonaerense les gane en las PASO implica para Amaya revisar su barajada postulación a senador apoyando al ministro de Transporte, Florencio Randazzo. Es que si en Tucumán gana el tándem Scioli-Alperovich, Randazzo y Amaya no pueden ser candidatos a nada en los comicios nacionales de octubre. En verdad, cuando el amayismo barajaba disputar la senaduría, no estaba descartada esa fantasía K de romper con el peronismo y forjar un “Cristinismo sin PJ”, en el que los candidatos del “modelo” iban a salir con un partido propio. Pero eran otras crisis...
La eventual salida de Amaya de la contienda nacional podría beneficiar internamente a Alperovich, porque lo dejaría como único candidato del voto oficialista, pero lo enfrentaría a un escenario que trata de evitar: la polarización entre su espacio y el de la oposición que lidera el radical José Cano. Sin embargo, la decisión de la convención de la UCR nacional de ir a las PASO con el PRO y la Coalición Cívica ha significado un sismo para los precarios planes de la conducción del radicalismo tucumano.
El radicalismo
La posibilidad de que el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, gane las PASO pone en escena, a la vez, una tragedia ideológica (la UCR no llevaría fórmula por primera vez desde el retorno de la democracia y trabajaría para la encarnación de la antipolítica) y una inesperada chance electoral (ser, eventualmente, socio principal de un futuro gobierno no kirchnerista). Para Cano, el asunto es infinitamente más incómodo. Ha quedado expuesto el error político (no es exclusivo, pero sí es grueso) que significó haberse apresurado en sellar un acuerdo electoral con el diputado Sergio Massa.
El diputado radical parece deficitar en un flanco estratégico: el diagnóstico político de la escena nacional. Falto de ello, viajó a la convención radical con la expectativa de que fracasaría la estrategia del senador mendocino Ernesto Sanz, que fue la que se impuso. Claro que ahora el canismo recuerda que, formalmente, siempre apoyó a Sanz, pero a esa gambeta corta ya se vio en las elecciones de la UNT. Ese espacio apoyó la postulación rectoral del arquitecto Eduardo Coletti, pero al día siguiente de la derrota enumeraba públicamente los miembros del Acuerdo Cívico y Social que habían acompañado a la bioquímica Alicia Bardón.
El equívoco acaba de complicar el escenario de las PASO para el radical que nunca descartó la posibilidad de postularse como senador, con la estrategia de que el macrismo y el massismo no llevaran candidatos al Congreso por este distrito. Por fuera de la UCR, ahora que el radicalismo y asociados le han cerrado la puerta al Frente Renovador, no se descarta la posibilidad de que el tigrense presente candidatos a senadores y diputados, dado que de mantenerse el acuerdo Massa-Cano, sobrevivirá sólo para la pelea por la gobernación de este último.
Por dentro de la UCR, Cano aún impreca contra Macri, quien probablemente también lleve sus propios candidatos al Congreso. Los postulantes radicales deberán enfrentar al PRO con Sanz como precandidato presidencial. La vida no siempre es justa. La política, ni siquiera.
Pero en el plano provincial también surgen complicaciones. El canismo barajó que al PRO, en el orden local, sólo iba a darle un acople. Ahora que Macri tiene chances de ser en octubre el candidato a presidente de los radicales, los macristas tal vez acepten deponer algunas aspiraciones, como competir por la intendencia de la capital, pero el canismo deberá indemnizarlos políticamente, es decir, pagarles con la postulación por la intendencia de Yerba Buena, sólo a modo de mero ejemplo hipotético. Léase, los cargos provinciales que la UCR creía reservados para sí puede que ya no sean tal cosa.
El albur
Lo que desvela a las segundas líneas del radicalismo es lograr un acuerdo con Amaya. Lo que les quita el sueño a los coroneles del amayismo es lograr un acuerdo con Cano. El problema es que ni el diputado ni el intendente quieren resignar la gobernación. El jefe municipal sostiene que tiene más recursos y más armado que el radical. El parlamentario reivindica que es quien mejor mide en las encuestas. Parecería un problema de miradas: la peronista, de que lo que más pesa es el “aparato”; y la radical, de que un buen candidato puede con la “estructura”. Pero a la hora de discutir la intendencia de la capital, los peronistas exigen el espacio para Germán Alfaro, porque es el que mejor mide; y los radicales reclaman el espacio, sobre la base de que ya ganaron el distrito en 2013 y están estructuralmente mejor posicionados.
La falta de acuerdo, entonces, se debe al choque de egos, por un lado; y al hecho de que en la desequilibrada república de Tucumán nada compensa el poder de la gobernación.
Por cierto, ninguno repara en los problemas que cargan. En el caso de Amaya, su profesión de fe kirchnerista. En el de Cano, los problemas de digestión de su electorado respecto de sus socios massistas (a los precandidatos a intendente de la UCR les habrían pedido, casi como un favor, que pongan gigantografías al lado de las que ubicó Gerónimo Vargas Aignasse, para contrapesarlo). Ese es el síntoma del atolladero: el canismo auspicia un espacio que va del radicalismo al peronismo, pasando por Libres del Sur y el PRO. Ni Perón se animó a tanto. ¿Cuál es el núcleo de coincidencias básicas?
Al final del verano, casi todo está aquí como cuando finalizó la primavera. Incluyendo la hegemonía del alperovichismo en el pantanoso interior provincial, donde trabajan (con esfuerzo y, sobre todo, con recursos) como si Amaya y Cano (o Cano y Amaya) ya hubieran acordado.
A los comicios, por supuesto, aún les resta un albur. Sobre todo en un país donde es posible que un fiscal que denuncia a una Presidenta aparezca muerto. Pero no todo es azar. Media provincia no se inundó por obra del arcano, sino sobre todo porque las políticas del Gobierno fueron las peores. Del mismo modo, no es sólo el azar, y sí es enteramente la política, lo que hace ganar elecciones. Y lo que hace perderlas.
José Alperovich dijo -LA GACETA 20/8/2010- que cada obra sería decidida por los comisionados, pero recomendó cómo escogerlas. “Tiene que ser la que más nos convenga políticamente, la de mayor impacto político”. El plan, financiado con el flamante Fondo Soja, sería aplicado en las municipios, por $ 60 millones.
Esa ha sido la esencia de la democracia pavimentadora. Usó los fondos públicos durante la extraordinaria bonanza que ya pasó para mantener en “campaña permanente” al régimen sediento de eternidad en el poder, a fin de manejar $ 100.000 millones en presupuestos públicos con claridad dudosa y discrecionalidad exagerada. Este fue el imperio del cordón cuneta porque eso demandaba el oficialismo, aunque no era lo que necesitaba el pueblo.
Eso ha quedado a la vista durante el verano que murió. Llovió no porque sea un fenómeno extraordinario sino porque aquí el clima es subtropical (con estación seca en invierno), pero Tucumán se convirtió en la ciénaga de la república. Lo inédito fueron los años de sequía (sin los veranos normalmente lluviosos), óptimos para concretar los emprendimientos que eviten que la provincia se torne anfibia. Sin embargo, el poder no quiso esas obras, sino las de “mayor impacto político”, las que le reportaran “votos”, las que generaran la sensación en los tucumanos de que “gobernaban para ellos”...
Pero no sólo ha sido la lluvia, alega el oficialismo en su relato de las inundaciones, sino la deforestación, la tala indiscriminada, los problemas crónicos de infraestructura y demás cuestiones referidas a la falta de planificación que, en definitiva, son responsabilidad de quiénes gobiernan desde hace 12 años. Las palabras alperovichistas se ahogaron. El gobernador osó decir que todas las obras estaban hechas, pero esa falacia fue inundada por informes profesionales que demostraban lo contrario. Entonces él pareció incurrir en un acto fallido. “Vamos a salir a flote”, fue la expresión escogida por el mandatario de la provincia empantanada, quien en los albores de su llegada a la gobernación prometió “transparencia cero”, en lo que también se interpretó como una gaffe. Tal vez los únicos lapsus fueron creer, en todos los casos, que se trataba de lapsus...
El otoño ha llegado para denunciar que aquí lo poco que de verdad avanza es el calendario.
El peronismo
Coherente con el anegamiento al que ha sometido a la Provincia, la política vernácula tampoco avanza. Las novedades sólo son nacionales, pero debajo de los titulares públicos se incuba, entre la dirigencia subtropical, pesadillas redentoras y sueños de demolición.
La elección del ex presidente Eduardo Duhalde como nuevo titular del consejo nacional del PJ, en un congreso que declaró caduca la conducción del gobernador jujeño Eduardo Fellner, todavía debe ser validado por la Justicia, pero ya inquieta en el oficialismo local. Duhalde busca quitarle al kirchnerismo el sello del PJ. En el intento, ha invertido la vieja pregunta K referida a cuántos votos en verdad tenía el gobernador bonaerense Daniel Scioli si la Casa Rosada rompía con él. Ahora, el viejo (y no necesariamente el mejor) peronismo inquiere cuántos votos le queda al oficialismo si el PJ se va.
La cuestión roza a Alperovich y también a Domingo Amaya. A través del diputado Carlos Kunkel, los “K” proclamaron hace horas que la Presidenta apoyará dos fórmulas en las PASO dentro del Frente para la Victoria: una “propia” y otra -la sciolista- liberalmente correcta (comprobación de que el kirchnerismo no se asume como el Gobierno burgués que siempre fue). Que se escinda el PJ, para el mandatario tucumano -asociado a Scioli- es igual a menos votos.
Que el kirchnerismo se arriesgue a que el bonaerense les gane en las PASO implica para Amaya revisar su barajada postulación a senador apoyando al ministro de Transporte, Florencio Randazzo. Es que si en Tucumán gana el tándem Scioli-Alperovich, Randazzo y Amaya no pueden ser candidatos a nada en los comicios nacionales de octubre. En verdad, cuando el amayismo barajaba disputar la senaduría, no estaba descartada esa fantasía K de romper con el peronismo y forjar un “Cristinismo sin PJ”, en el que los candidatos del “modelo” iban a salir con un partido propio. Pero eran otras crisis...
La eventual salida de Amaya de la contienda nacional podría beneficiar internamente a Alperovich, porque lo dejaría como único candidato del voto oficialista, pero lo enfrentaría a un escenario que trata de evitar: la polarización entre su espacio y el de la oposición que lidera el radical José Cano. Sin embargo, la decisión de la convención de la UCR nacional de ir a las PASO con el PRO y la Coalición Cívica ha significado un sismo para los precarios planes de la conducción del radicalismo tucumano.
El radicalismo
La posibilidad de que el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, gane las PASO pone en escena, a la vez, una tragedia ideológica (la UCR no llevaría fórmula por primera vez desde el retorno de la democracia y trabajaría para la encarnación de la antipolítica) y una inesperada chance electoral (ser, eventualmente, socio principal de un futuro gobierno no kirchnerista). Para Cano, el asunto es infinitamente más incómodo. Ha quedado expuesto el error político (no es exclusivo, pero sí es grueso) que significó haberse apresurado en sellar un acuerdo electoral con el diputado Sergio Massa.
El diputado radical parece deficitar en un flanco estratégico: el diagnóstico político de la escena nacional. Falto de ello, viajó a la convención radical con la expectativa de que fracasaría la estrategia del senador mendocino Ernesto Sanz, que fue la que se impuso. Claro que ahora el canismo recuerda que, formalmente, siempre apoyó a Sanz, pero a esa gambeta corta ya se vio en las elecciones de la UNT. Ese espacio apoyó la postulación rectoral del arquitecto Eduardo Coletti, pero al día siguiente de la derrota enumeraba públicamente los miembros del Acuerdo Cívico y Social que habían acompañado a la bioquímica Alicia Bardón.
El equívoco acaba de complicar el escenario de las PASO para el radical que nunca descartó la posibilidad de postularse como senador, con la estrategia de que el macrismo y el massismo no llevaran candidatos al Congreso por este distrito. Por fuera de la UCR, ahora que el radicalismo y asociados le han cerrado la puerta al Frente Renovador, no se descarta la posibilidad de que el tigrense presente candidatos a senadores y diputados, dado que de mantenerse el acuerdo Massa-Cano, sobrevivirá sólo para la pelea por la gobernación de este último.
Por dentro de la UCR, Cano aún impreca contra Macri, quien probablemente también lleve sus propios candidatos al Congreso. Los postulantes radicales deberán enfrentar al PRO con Sanz como precandidato presidencial. La vida no siempre es justa. La política, ni siquiera.
Pero en el plano provincial también surgen complicaciones. El canismo barajó que al PRO, en el orden local, sólo iba a darle un acople. Ahora que Macri tiene chances de ser en octubre el candidato a presidente de los radicales, los macristas tal vez acepten deponer algunas aspiraciones, como competir por la intendencia de la capital, pero el canismo deberá indemnizarlos políticamente, es decir, pagarles con la postulación por la intendencia de Yerba Buena, sólo a modo de mero ejemplo hipotético. Léase, los cargos provinciales que la UCR creía reservados para sí puede que ya no sean tal cosa.
El albur
Lo que desvela a las segundas líneas del radicalismo es lograr un acuerdo con Amaya. Lo que les quita el sueño a los coroneles del amayismo es lograr un acuerdo con Cano. El problema es que ni el diputado ni el intendente quieren resignar la gobernación. El jefe municipal sostiene que tiene más recursos y más armado que el radical. El parlamentario reivindica que es quien mejor mide en las encuestas. Parecería un problema de miradas: la peronista, de que lo que más pesa es el “aparato”; y la radical, de que un buen candidato puede con la “estructura”. Pero a la hora de discutir la intendencia de la capital, los peronistas exigen el espacio para Germán Alfaro, porque es el que mejor mide; y los radicales reclaman el espacio, sobre la base de que ya ganaron el distrito en 2013 y están estructuralmente mejor posicionados.
La falta de acuerdo, entonces, se debe al choque de egos, por un lado; y al hecho de que en la desequilibrada república de Tucumán nada compensa el poder de la gobernación.
Por cierto, ninguno repara en los problemas que cargan. En el caso de Amaya, su profesión de fe kirchnerista. En el de Cano, los problemas de digestión de su electorado respecto de sus socios massistas (a los precandidatos a intendente de la UCR les habrían pedido, casi como un favor, que pongan gigantografías al lado de las que ubicó Gerónimo Vargas Aignasse, para contrapesarlo). Ese es el síntoma del atolladero: el canismo auspicia un espacio que va del radicalismo al peronismo, pasando por Libres del Sur y el PRO. Ni Perón se animó a tanto. ¿Cuál es el núcleo de coincidencias básicas?
Al final del verano, casi todo está aquí como cuando finalizó la primavera. Incluyendo la hegemonía del alperovichismo en el pantanoso interior provincial, donde trabajan (con esfuerzo y, sobre todo, con recursos) como si Amaya y Cano (o Cano y Amaya) ya hubieran acordado.
A los comicios, por supuesto, aún les resta un albur. Sobre todo en un país donde es posible que un fiscal que denuncia a una Presidenta aparezca muerto. Pero no todo es azar. Media provincia no se inundó por obra del arcano, sino sobre todo porque las políticas del Gobierno fueron las peores. Del mismo modo, no es sólo el azar, y sí es enteramente la política, lo que hace ganar elecciones. Y lo que hace perderlas.