Manu Sija: un torbellino de Simoca que se convirtió en huracán

El violinista -y multiinstrumentista- debuta mañana con su trío, que integran Juanjo Bravo y Guido Martínez, en el Centro Cultural Virla

EL LENGUAJE DEL SONIDO. Manu Sija se pone la música al hombro, pero no solo con el violín sino también con la guitarra, el teclado o la percusión.  la gaceta / foto de Analía Jaramillo EL LENGUAJE DEL SONIDO. Manu Sija se pone la música al hombro, pero no solo con el violín sino también con la guitarra, el teclado o la percusión. la gaceta / foto de Analía Jaramillo

- “Este el primer proyecto en el que salgo al frente,con mucha ayuda. La música que voy a presentar es bastante nueva. Viene de lugares conocidos del folclore, pero no sé si es folclore; sí de raíz pero con mezcla de muchos lenguajes musicales...” Manu Sija explica su circunstancia musical junto al trío que integra con Juanjo Bravo (Palpalá, Jujuy) en batería y Guido Martínez (Buenos Aires) en bajo.


- Mañana, en el Centro Cultural Virla, ofrecerán su música, que amalgama folclore, tango y jazz.

- El silbido del viento entre las hojas de caña fue su canción de cuna, hace 26 años, en Balderrama, cerca de Simoca. Sus primeras incursiones fueron rítmicas: bombo y zapateo en la academia, con su hermana bailarina. Un día consiguió que el padre le arreglara una guitarra abandonada. Y a los nueve, tanto molestaba que su tía le consiguió lo que él ansiaba: un violín prestado.

- Ahora, él se hace escuchar aunque no toque, a través del rumor y del asombro que provoca en escena. Tocó con casi todos los músicos populares tucumanos. Dicen que intuye la música y que acompaña, a pesar de que bien puede embrujar solito con su violín o puede ser toda la orquesta (es multiinstrumentista y canta).

- Su padre lo llevaba al Conservatorio de Bella Vista, donde casi nunca había clases por los paros. Porfiado, él estudiaba en su casa con el violín prestado, hasta que terminó la secundaria y se vino a estudiar guitarra en la Escuela de Música y violín en el Conservatorio. Un día lo convocó Jorge Rojas y partió en gira por dos años. Mientras tanto, colgó sus temas en YouTube y armó su primer grupo, “Matacos” (su tema “Ya no me duele” fue postulado para un Grammy).

- Lo que ganó lo invirtió bien: montó un estudio de grabación en Simoca que va produciendo más de 30 discos.

- En 2013, por culpa del dólar, no pudo llegar a una beca ganada en Berklee (Boston, EEUU, la universidad privada de música más grande del mundo). “Eso ya se dará”, asegura. En cambio, partió a Colombia, a trabajar y a estudiar con la banda de Carlos Vives.

- En 2014 editó “Egolimpos”, junto al artista plástico Mario Palacios; siete canciones con siete pinturas (se puede escuchar vía Spotify e I-Tunes). También se fue en gira por Latinoamérica con la colombiana Marta Gómez.

- Un baterista tucumano, Franco Pina, lo invitó a tocar en Nueva York. Fue en un club de jazz del Village donde algo le hizo click y armó el trío (violín, bajo y percusión) para que broten música y arreglos guardados.

- En diciembre tocó con Vives y Soledad en Buenos Aires, y en enero, en el Festival de Jazz en Panamá.

- Siempre está estudiando, tocando, produciendo, componiendo o haciendo arreglos, para sí o por encargo. El torbellino de Simoca se ha convertido en un huracán de música.

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EN PALABRAS PROPIAS

Letra y música
“Me llevo bien con la composición musical pero no tanto con el texto, sí con textos de otros autores”.

La tierra del olvido
“A Vives lo conocí en un viaje en avión, de casualidad. Yo había hecho un video tocando todos los instrumentos con una canción suya (“La tierra del olvido”). Me pidió el link, se lo mandé y a la hora me dijo que fuera a la prueba de sonido para tocar con su banda en Córdoba. Él hizo muy conocida la música de la costa colombiana, pero con un sonido nuevo y universal, una fusión casi perfecta con letras de folclore. Creo que es algo que falta a nivel popular con la chacarera y la zamba”.

Solo y acompañando
“Sigo estudiando violín solo y en master classes. Pero aparte de producir y de tratar de dejar un sello en lo que produzco, estuve tocando con mucha gente de invitado. Toqué con todos los músicos locales y después empecé a tocar con músicos del folclore de otros lugares y de otros géneros (Divididos, por ejemplo)”.

“Hijo” de Lucho Hoyos
“Creo que la música que a mí me nace está muy conectada con la de Lucho Hoyos. Él es mi más grande influencia musical. Es el artista con quien más me he conecto. Desde que lo conozco, a los 11 años, ya intento ‘robarle’ lo que hace. Creo que él ha creado una nueva música folclórica de la que salen el mismo Topo Encinar y Popi Quintero, pero con otra impronta. Creo que lo mío tiene más power y más contrapunto”.

Molesto con los maestros
“Yo era molesto con todos los profesores: quería aprender a tocar folclore, y ya, pero no me querían enseñar. Por ahí por no tener clases estuve muchos años tocando solo, y eso hizo que desarrollara el oído y la intuición mucho más que los compañeros del conservatorio”.

Las críticas
“He recibido bastantes críticas por la forma en que toco. Muchos pueden escuchar desde la vibración y el sonido, pero hay otros que opinan que toco mal porque no adopto la posición del músico clásico”.

Estudiar para avanzar
“Creo que mi búsqueda principal es lograr un sonido propio, y no creo que el camino para ello sea la forma académica de tocar. Obviamente es necesario estudiar la técnica y tener recursos para poder llegar a otra cosa. Estudiar música en todos los sentidos, estudiar lo que hay de historia de la música... Pero yo quiero usar todo eso para ir por un camino diferente”.

Dos violines
“Toco con dos violines, uno clásico y uno eléctrico. Son iguales técnicamente pero el eléctrico tiene micrófono incorporado, y se los puede hacer sonar a los dos de la misma forma. Yo trato de que la diferencia se note muchísimo”.

Los referentes
“Admiro a Jean-Luc Ponty, porque él se salió del molde de su momento en el jazz. Por el lado clásico admiro a Stephan Grapelli, el primero que salió con los sonidos raros”.

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