Por Marcelo Aguaysol
01 Abril 2015
Con un paro o una huelga pierden todos. Desde la más encumbrada industria hasta el empleado que recién empieza a trabajar. No hay matices; la Argentina pasa de las supuestas ganancias a las pérdidas, sin escalas. Sin embargo, no hay canales que lleven a una discusión seria acerca del fondo de la cuestión: el impuesto a las Ganancias. La presidenta Cristina Fernández habló ayer de los alcances del paro, atribuyendo su “éxito” a la falta de transporte. Pero nada dijo acerca de la posibilidad de ampliar el mínimo no imponible ni las escalas de ingresos del polémico impuesto. De eso no se habla; más aún cuando la mayoría de los gremios está en negociaciones paritarias. Desde hace dos años que no hay cambios en el mínimo ni en las deducciones; ambas situaciones llevan a que haya más contribuyentes de Ganancias y menos posibilidad de gozar, plenamente, los incrementos salariales anuales. Claro está, el objetivo oficial sigue siendo el mismo: no resignar recaudación.
La falta de actualización de los parámetros provocará que todos los trabajadores alcanzados vean resignar hasta un 36% del incremento negociado y en consecuencia el aumento real de bolsillo se ubicará en torno al 20%, lejos del 30% teóricamente obtenido, con el agravante de que la pérdida será mayor para los sueldos más bajos, dentro de los alcanzados por el impuesto, dice un reciente informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf).
Desde 2013 no se tocan los mínimos no imponibles de Ganancias. Entonces se estableció que quien gane un salario bruto no superior a $ 15.000 mensuales, no contribuye al fisco. En el medio de toda esta situación se encuentra la inflación, es de la que la Casa Rosada no quiere hablar demasiado. Los mínimos conceptualmente representan el umbral de capacidad contributiva y debería ser una suma muy superior a la actual, planteó -no hace mucho tiempo- el tributarista Luis Alberto Comba, como principio rector para avanzar en la modificación de Ganancias. Esto ha quedado desvirtuado en el tiempo ante la sistemática falta de ajuste que se ha venido realizando.
Según expuso el experto, la raíz del conflicto es la falta de adecuación de las escalas de tributación, que han quedado absolutamente desactualizadas (vienen de 2000 sin modificaciones). “En aquella época ganando U$S 10.000 se tributaba a una tasa del 9 %. La equivalencia hoy sería que quien gana esa suma mensual (cerca de $90.000 con cotización oficial), debería tributar sólo un 9%, pero en realidad hoy tributa a una tasa del 31%. Es decir la tasa del impuesto ha crecido y la mayoría tributa tasas muy altas, lo que hace aún más gravoso el gravamen”, remarcó.
Sin discusión de fondo, no será posible llegar a un acuerdo. Siempre se esquivó el debate sobre Ganancias. Ahora todo sonará a político, como el paro, como las acciones del Gobierno. Los años electorales tienden a potenciar los problemas y a postergar las soluciones. Es la mezquindad de la dirigencia de todos los ámbitos. La Argentina siempre se ha privado de tener una transición ordenada y tranquila hacia la próxima administración de Gobierno. Este 2015 parece no ser la excepción a la lamentable regla a que los grandes males del país siempre deberán estar en la agenda inicial del otro gobernante, propio o ajeno al color político del que se va. Mientras tanto, la pirámide salarial en las empresas y hasta en el sector público tiende a amesetarse. Los que antes trabajan un poco más durante el día hoy no quieren hacerlo porque las horas extras también se computan en el salario y pueden, incluso, conducirlos hasta la próximo escala de Ganancias. Eso implica menos productividad.
Con el último paro, la economía argentina ha perdido U$S 1.426 millones, de acuerdo con los cálculos del Centro de Estudios Económicos de Orlando J. Ferreres (OJF). Esto implica $ 12.577 millones, de acuerdo con la cotización oficial. De ese total, un 35% corresponde a las “perdidas” que ha causado la medida de fuerza en la industria manufacturera nacional. En algunas actividades, la actividad se redujo a la mitad. Y en otras, como el comercio y la construcción, ha llegado a superar el 67% de la producción diaria promedio, de acuerdo con el reporte privado. Naturalmente, eso se traducirá en menos recaudación para el fisco.
El impacto del paro es, en términos económicos, mucho mayor de lo que puede llegar a “ganar” la actividad privada a través del consumo. Éste puede representar tan sólo un 10% de lo que ha medido la consultora de Orlando Ferreres, por caso, si se toma en cuenta las ventas del último fin de semana largo reportado por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME). Con este sistema de ponderación, será difícil que la actividad privada recupere lo perdido en el próximo fin de semana largo.
El Gobierno nacional ha ingresado en la recta final del mandato, con demasiados condicionamientos políticos y económicos. Hasta no hace mucho tiempo, pocos sectores se atrevían a discutirle poder a la Casa Rosada. El paro de ayer tiene una lectura inquietante para lo que resta de gestión a la presidenta Cristina Fernández: la posible unificación del sindicalismo, un mal síntoma de cara a las elecciones.
El Gobierno, mientras tanto, trata de concentrar la discusión en que el impuesto a las Ganancias sólo afecta al 14% de la masa salarial registrada, sin dar lugar al debate por la inflación, que es el verdadero monstruo que se devoró, en los últimos años, el poder adquisitivo del salario de toda la economía argentina. Sin embargo, las estadísticas oficiales se resisten aún en mostrar lo que los asalariados perciben cada vez que van a comprar. Algunas conclusiones del paro:
• La población observa que hay cierta legitimidad en el reclamo de cambios en el impuesto a las Ganancias. Esto se refleja en las boletas de sueldos.
• El Gobierno, sindicalistas y asalariados saben que, por más paro que haya, no se solucionará el problema.
• En medio de todo esto, no hay canales de diálogo abiertos para hallar una salida y, por lo tanto, seguirá abierta la puerta del conflicto.
Es el gran karma argentino.
La falta de actualización de los parámetros provocará que todos los trabajadores alcanzados vean resignar hasta un 36% del incremento negociado y en consecuencia el aumento real de bolsillo se ubicará en torno al 20%, lejos del 30% teóricamente obtenido, con el agravante de que la pérdida será mayor para los sueldos más bajos, dentro de los alcanzados por el impuesto, dice un reciente informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf).
Desde 2013 no se tocan los mínimos no imponibles de Ganancias. Entonces se estableció que quien gane un salario bruto no superior a $ 15.000 mensuales, no contribuye al fisco. En el medio de toda esta situación se encuentra la inflación, es de la que la Casa Rosada no quiere hablar demasiado. Los mínimos conceptualmente representan el umbral de capacidad contributiva y debería ser una suma muy superior a la actual, planteó -no hace mucho tiempo- el tributarista Luis Alberto Comba, como principio rector para avanzar en la modificación de Ganancias. Esto ha quedado desvirtuado en el tiempo ante la sistemática falta de ajuste que se ha venido realizando.
Según expuso el experto, la raíz del conflicto es la falta de adecuación de las escalas de tributación, que han quedado absolutamente desactualizadas (vienen de 2000 sin modificaciones). “En aquella época ganando U$S 10.000 se tributaba a una tasa del 9 %. La equivalencia hoy sería que quien gana esa suma mensual (cerca de $90.000 con cotización oficial), debería tributar sólo un 9%, pero en realidad hoy tributa a una tasa del 31%. Es decir la tasa del impuesto ha crecido y la mayoría tributa tasas muy altas, lo que hace aún más gravoso el gravamen”, remarcó.
Sin discusión de fondo, no será posible llegar a un acuerdo. Siempre se esquivó el debate sobre Ganancias. Ahora todo sonará a político, como el paro, como las acciones del Gobierno. Los años electorales tienden a potenciar los problemas y a postergar las soluciones. Es la mezquindad de la dirigencia de todos los ámbitos. La Argentina siempre se ha privado de tener una transición ordenada y tranquila hacia la próxima administración de Gobierno. Este 2015 parece no ser la excepción a la lamentable regla a que los grandes males del país siempre deberán estar en la agenda inicial del otro gobernante, propio o ajeno al color político del que se va. Mientras tanto, la pirámide salarial en las empresas y hasta en el sector público tiende a amesetarse. Los que antes trabajan un poco más durante el día hoy no quieren hacerlo porque las horas extras también se computan en el salario y pueden, incluso, conducirlos hasta la próximo escala de Ganancias. Eso implica menos productividad.
Con el último paro, la economía argentina ha perdido U$S 1.426 millones, de acuerdo con los cálculos del Centro de Estudios Económicos de Orlando J. Ferreres (OJF). Esto implica $ 12.577 millones, de acuerdo con la cotización oficial. De ese total, un 35% corresponde a las “perdidas” que ha causado la medida de fuerza en la industria manufacturera nacional. En algunas actividades, la actividad se redujo a la mitad. Y en otras, como el comercio y la construcción, ha llegado a superar el 67% de la producción diaria promedio, de acuerdo con el reporte privado. Naturalmente, eso se traducirá en menos recaudación para el fisco.
El impacto del paro es, en términos económicos, mucho mayor de lo que puede llegar a “ganar” la actividad privada a través del consumo. Éste puede representar tan sólo un 10% de lo que ha medido la consultora de Orlando Ferreres, por caso, si se toma en cuenta las ventas del último fin de semana largo reportado por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME). Con este sistema de ponderación, será difícil que la actividad privada recupere lo perdido en el próximo fin de semana largo.
El Gobierno nacional ha ingresado en la recta final del mandato, con demasiados condicionamientos políticos y económicos. Hasta no hace mucho tiempo, pocos sectores se atrevían a discutirle poder a la Casa Rosada. El paro de ayer tiene una lectura inquietante para lo que resta de gestión a la presidenta Cristina Fernández: la posible unificación del sindicalismo, un mal síntoma de cara a las elecciones.
El Gobierno, mientras tanto, trata de concentrar la discusión en que el impuesto a las Ganancias sólo afecta al 14% de la masa salarial registrada, sin dar lugar al debate por la inflación, que es el verdadero monstruo que se devoró, en los últimos años, el poder adquisitivo del salario de toda la economía argentina. Sin embargo, las estadísticas oficiales se resisten aún en mostrar lo que los asalariados perciben cada vez que van a comprar. Algunas conclusiones del paro:
• La población observa que hay cierta legitimidad en el reclamo de cambios en el impuesto a las Ganancias. Esto se refleja en las boletas de sueldos.
• El Gobierno, sindicalistas y asalariados saben que, por más paro que haya, no se solucionará el problema.
• En medio de todo esto, no hay canales de diálogo abiertos para hallar una salida y, por lo tanto, seguirá abierta la puerta del conflicto.
Es el gran karma argentino.
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