Por LA GACETA
13 Abril 2015
Es uno de los órganos más sensibles del ser humano. El placer, el dolor, el susurro, el grito, el estruendo, una melodía, el trino de un pájaro, el chasquido de un beso ingresan por esta puerta y son motivos de bienestar, de desdicha o de enfermedad. El oído nos pone en contacto con los otros, con la realidad que nos rodea. Por esa razón, se intenta protegerlo tomando conciencia de los peligros que lo acechan. En ese sentido, se ha creado el Día Mundial de la Contaminación Acústica, que se ha celebrado ayer.
En 2011, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló a través de un informe global que el ruido de vehículos, trenes y aviones podía ocasionar insomnio ataques al corazón, problemas de aprendizaje y la enfermedad del tinnitus (oír ruidos cuando no hay una fuente sonora externa). De acuerdo con la encuesta realizada, una de cada tres personas aseguraba sufrir durante el día problemas de salud relacionados con el ruido, mientras que uno de cada cinco decía tener dificultades para conciliar el sueño a causa del tráfico, lo que elevaba el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares e hipertensión. Un sonido molesto puede causar estrés e, incluso, reacciones violentas. La repetición de un sonido molesto genera dolor en tímpano; ese síntoma se llama algiacusia. El dolor puede causar reacciones de diversos tipos, porque el cuerpo reacciona ante algo que lo lastima. Si se repite, deriva en estrés.
El organismo internacional indicó que lo máximo que soporta un ser humano son 70 decibeles (dB). A partir de los 70 dB y hasta los 80 dB, se pueden producir daños físicos y emocionales. En 2011, un ingeniero de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) efectuó mediciones acústicas. Estas indicaron que el peor de los ruidos era el sonido de las motos (126,3 dB); le seguían la música a alto volumen que se propala en algunos negocios (108,6), los motores de los ómnibus al arrancar (92,2); los ringtones de los celulares (90,1); los timbres de las guarderías (87). El promedio en las horas pico era de entre 90 y 100 dB.
En nuestra sección Cartas de Lectores, publicamos con frecuencia quejas sobre ruidos molestos, muchos de ellos por exceso del volumen de la música en fiestas o en las inmediaciones de algunos boliches del centro y de Barrio Norte. Avanzada la madrugada, especialmente de los sábados, los jóvenes que salen de esos lugares atormentan a los vecinos con peleas, gritos, bocinas y estruendosos caños de escape de las motos.
El Grupo de Estudios Específicos de la UTN efectuó en 2001 un estudio sobre la polución sonora en San Miguel de Tucumán y concluyó que para bajar el ruido a límites razonables, era necesaria una planificación urbana en función del crecimiento poblacional y de la evolución del tránsito. Se debía encarar una distribución del transporte, evitando la concentración y sin derivar los problemas ambientales de una calle hacia otra. También indicó que era necesario ajustar los controles para que los vehículos circularan con los motores y los escapes en condiciones.
En los últimos años, con el crecimiento del parque automotor, posiblemente la polución sonora se ha incrementado, pero pareciera que quienes tienen que velar por la salud de los tucumanos no se han dado cuenta. Sobre este órgano se han acuñado frases filosóficas como “La libertad comienza por los oídos”, afirmaba el escritor Edward Abbey, hasta refranes como: “No hay peor sordo que el que no quiere oír”.
En 2011, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló a través de un informe global que el ruido de vehículos, trenes y aviones podía ocasionar insomnio ataques al corazón, problemas de aprendizaje y la enfermedad del tinnitus (oír ruidos cuando no hay una fuente sonora externa). De acuerdo con la encuesta realizada, una de cada tres personas aseguraba sufrir durante el día problemas de salud relacionados con el ruido, mientras que uno de cada cinco decía tener dificultades para conciliar el sueño a causa del tráfico, lo que elevaba el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares e hipertensión. Un sonido molesto puede causar estrés e, incluso, reacciones violentas. La repetición de un sonido molesto genera dolor en tímpano; ese síntoma se llama algiacusia. El dolor puede causar reacciones de diversos tipos, porque el cuerpo reacciona ante algo que lo lastima. Si se repite, deriva en estrés.
El organismo internacional indicó que lo máximo que soporta un ser humano son 70 decibeles (dB). A partir de los 70 dB y hasta los 80 dB, se pueden producir daños físicos y emocionales. En 2011, un ingeniero de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) efectuó mediciones acústicas. Estas indicaron que el peor de los ruidos era el sonido de las motos (126,3 dB); le seguían la música a alto volumen que se propala en algunos negocios (108,6), los motores de los ómnibus al arrancar (92,2); los ringtones de los celulares (90,1); los timbres de las guarderías (87). El promedio en las horas pico era de entre 90 y 100 dB.
En nuestra sección Cartas de Lectores, publicamos con frecuencia quejas sobre ruidos molestos, muchos de ellos por exceso del volumen de la música en fiestas o en las inmediaciones de algunos boliches del centro y de Barrio Norte. Avanzada la madrugada, especialmente de los sábados, los jóvenes que salen de esos lugares atormentan a los vecinos con peleas, gritos, bocinas y estruendosos caños de escape de las motos.
El Grupo de Estudios Específicos de la UTN efectuó en 2001 un estudio sobre la polución sonora en San Miguel de Tucumán y concluyó que para bajar el ruido a límites razonables, era necesaria una planificación urbana en función del crecimiento poblacional y de la evolución del tránsito. Se debía encarar una distribución del transporte, evitando la concentración y sin derivar los problemas ambientales de una calle hacia otra. También indicó que era necesario ajustar los controles para que los vehículos circularan con los motores y los escapes en condiciones.
En los últimos años, con el crecimiento del parque automotor, posiblemente la polución sonora se ha incrementado, pero pareciera que quienes tienen que velar por la salud de los tucumanos no se han dado cuenta. Sobre este órgano se han acuñado frases filosóficas como “La libertad comienza por los oídos”, afirmaba el escritor Edward Abbey, hasta refranes como: “No hay peor sordo que el que no quiere oír”.