Cambio climático

Combatiendo con ciencia en lugar de esperanza. Eduardo Porter / The New York Times

12 Julio 2015
¿Se está descarrilando el enfoque estadounidense para el combate del cambio climático? El año pasado, Barack Obama fijó un objetivo de reducción de emisiones de carbono de hasta 28% respecto de niveles de 2005 para 2025, en 10 años. Ahora, expertos ambientales están sugiriendo que algunas partes de la estrategia son, en el mejor de los casos, un desperdicio de dinero y tiempo. En el peor, están poniendo a EEUU en la dirección equivocada totalmente. Esa es la perspectiva de algunas de las principales organizaciones ambientales del mundo, incluyendo a Greenpeace, Friends of the Earth y el Sierra Club. Argumentaron en una carta dirigida a la Casa Blanca que permitir la quema de biomasa para contribuir a una reducción del consumo de combustibles fósiles en las plantas generadoras de electricidad de EEUU, como propuso la Dependencia de Protección Ambiental, la EPA, violaría la Ley de aire limpio.

Es igual la perspectiva de economistas de la Universidad de Chicago y de la Universidad de California en Berkeley, que divulgaron los decepcionantes resultados de una prueba de campo del Programa de Ayuda de Impermeabilización de la rama federal, el mayor esfuerzo del gobierno por mejorar la eficiencia de la electricidad en zonas residenciales. Resulta que quemar biomasa -principalmente madera- para obtener energía produce 50% más bióxido de carbono que quemar carbón. E incluso si nuevo crecimiento forestal llegara con el tiempo a sacarlo todo de la atmósfera absorbiéndolo, harían falta décadas -quizá más de un siglo- para compensar la diferencia y terminar empatado con el carbón.

Un estudio comisionado por el estado de Massachusetts concluyó que los impactos sobre el clima de la quema de madera eran peores que los del carbón durante 45 años, y peores que para el gas natural durante alrededor de 90 años. El impulso por la eficiencia energética tiene un problema diferente: es demasiado cara. Las mejoras en impermeabilización cuestan más del doble que los ahorros de electricidad de los hogares.

Estos no son pequeños retrocesos. La mayoría de los escenarios que mantienen el aumento de temperaturas globales debajo de un tope de dos grados Celsius, punto en el cual los científicos temen que el riesgo de agitación climática sube considerablemente, se apoyan enormemente en la bioenergía. A la par de la captura de carbono y sistemas de almacenamiento, existe la buena intención de que ellos cumplan con las “emisiones negativas’’ en la segunda mitad de este siglo. Los progresos en eficiencia también son cruciales. El plan de la administración Obama para la industria generadora de electricidad aún no se completa. Sin embargo, la propuesta original de la EPA estimó que la eficiencia energética representaría casi un quinto de reducciones en emisiones de gas de invernadero del sector de energía.

Abundan las oportunidades en el frente de la eficiencia, con base en Amory B. Lovins del Instituto Rocky Mountain, uno de los expertos en energía más preeminentes de Estados Unidos. Él dice que mejoras a la eficiencia energética tienen la capacidad de impulsar a la economía estadounidense casi dos tercios del camino hacia la eliminación gradual del petróleo, carbón y energía nuclear para 2050.

Sin embargo, pronósticos como este deben luchar con el hecho de que las mejoras en todo el mundo a la eficiencia energética están perdiendo velocidad. Si bien pudiera haber grandes oportunidades de inversión, modernizaciones residenciales al parecer no están llenando la expectativa.

Lo que deja entrever esta evidencia es que las estrategias sobre cambio climático carecen con demasiada frecuencia de bases analíticas, siendo impulsadas más por esperanza que por ciencia.

La tarea de reemplazar la totalidad del sistema mundial de energía dentro de las próximas décadas requiere de experimentación intensa por muchas avenidas tecnológicas, aprendiendo rápidamente de los fracasos y siguiendo adelante. Sin embargo, con demasiada frecuencia, el objetivo de controlar las emisiones de carbono del mundo se pone al servicio de otras agendas, ideológicas o económicas, limitando las opciones del mundo.

Impulsados por el imperativo de encontrar formas de eliminar el carbono de la huella humana -pero, incluso así, reacios a considerar estrategias potencialmente fructíferas, como la energía nuclear o la agricultura transgénica-, muchos legisladores y activistas ambientales han cifrado sus esperanzas en pronósticos inverosímiles para sus herramientas favoritas, como eficiencia energética, o asumieron implícitamente que buena parte del mundo sobrevivirá sin energía.

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