Por LA GACETA
18 Julio 2015
Con frecuencia los pueblos rinden homenaje a quienes han contribuido a construir su país, generalmente los que se han destacado en las luchas por la independencia o se han trascendido como estadistas. Y lo hacen a través de designar plazas, avenidas, calles con sus nombres, de imprimir su rostro en billetes, estampillas o de erigir monumentos o bustos, en su recordación.
Considerado “El padre del folclore”, Atahualpa Yupanqui fue uno de los creadores que más amó Tucumán, pese a haber nacido en la provincia de Buenos Aires. Gran cabalgador de nuestra tierra, don Ata se enamoró en particular de Raco.
La antigua villa fundada por Pedro Miguel Ruiz Huidobro, compañero de Marco Avellaneda y Juan Lavalle en el derrotero de la Liga del Norte contra Rosas, se hizo muy conocida a través de la zamba que le dedicó Yupanqui, que tuvo allí un rancho hasta comienzos de los años ‘50. Al cumplirse el primer año de su partida, el 23 de mayo de 1993, se inauguró un monumento en su homenaje, realizado por el escultor Guillermo Rodríguez. Un centenar de personas se constituyó en el lugar ese sábado soleado; en la ocasión, actuaron los Hermanos Ábalos, Luis Víctor “El Pato” Gentilini, los guitarristas Carlos Labanda y Roberto Páez de la Torre, y un conjunto de cuerdas de la Orquesta Juvenil de la UNT, guiado por Gustavo Guersman. El entonces delegado comunal anunció que varias calles de Raco iban a ser bautizadas con los nombres de sus zambas más recordadas.
El monumento, una construcción escultórica que se integra al paisaje, está ubicado en un lugar poco accesible, por lo tanto, pasa inadvertido para el visitante y padece de falta de mantenimiento. En 2013, señalamos en esta columna que era necesario revalorizarlo, agregándole además la explicación del mismo escultor sobre su obra que escapa al común denominador. Al parecer poco o nada se hizo desde entonces porque el estado del monumento sigue siendo penoso y está siendo invadido por los yuyos.
Posiblemente, ni la comuna ni el Gobierno provincial han advertido la proyección turística que puede tener un lugar donde Yupanqui tuvo un rancho, en el que pasaba algunas temporadas, cuando incursionaba a caballo por Chasquivil, la Hoyada y Anca Juli. Sugerimos también en otra oportunidad que podría reconstruirse el rancho de don Ata y jerarquizar su figura como corresponde; realizar, por ejemplo, un video con testimonios de memoriosos de la zona o de amigos que aún viven, o efectuar visitas guiadas.
Tal vez la próxima administración se interese por Raco y la figura del creador de “Luna tucumana”, que también merece un reconocimiento importante en San Miguel de Tucumán, donde un pasaje en el lejano Barrio San Martín lleva su nombre. Tal vez en el marco del Bicentenario de la Independencia, la Municipalidad podría convocar a un concurso para erigir un monumento digno que recuerde a alguien que le cantó en más de 20 piezas a Tucumán y que hacía gala de su tucumaneidad en los muchos países que recorrió. Tal vez podría bautizar una plaza con su nombre o algún barrio nuevo que se inaugurara, se pusiera a sus calles el nombre de sus piezas más conocidas. Podría editarse una antología con sus relatos y letras, en particular, los que mencionan a Tucumán, para ser distribuida en las escuelas.
Provincias como Córdoba, Salta o Mendoza, seguramente hubieran explotado turísticamente desde hace años un lugar tan bello como Raco y con esta historia de uno de los grandes creadores de nuestra cultura, a quien hubieran honrado de múltiples maneras.
Considerado “El padre del folclore”, Atahualpa Yupanqui fue uno de los creadores que más amó Tucumán, pese a haber nacido en la provincia de Buenos Aires. Gran cabalgador de nuestra tierra, don Ata se enamoró en particular de Raco.
La antigua villa fundada por Pedro Miguel Ruiz Huidobro, compañero de Marco Avellaneda y Juan Lavalle en el derrotero de la Liga del Norte contra Rosas, se hizo muy conocida a través de la zamba que le dedicó Yupanqui, que tuvo allí un rancho hasta comienzos de los años ‘50. Al cumplirse el primer año de su partida, el 23 de mayo de 1993, se inauguró un monumento en su homenaje, realizado por el escultor Guillermo Rodríguez. Un centenar de personas se constituyó en el lugar ese sábado soleado; en la ocasión, actuaron los Hermanos Ábalos, Luis Víctor “El Pato” Gentilini, los guitarristas Carlos Labanda y Roberto Páez de la Torre, y un conjunto de cuerdas de la Orquesta Juvenil de la UNT, guiado por Gustavo Guersman. El entonces delegado comunal anunció que varias calles de Raco iban a ser bautizadas con los nombres de sus zambas más recordadas.
El monumento, una construcción escultórica que se integra al paisaje, está ubicado en un lugar poco accesible, por lo tanto, pasa inadvertido para el visitante y padece de falta de mantenimiento. En 2013, señalamos en esta columna que era necesario revalorizarlo, agregándole además la explicación del mismo escultor sobre su obra que escapa al común denominador. Al parecer poco o nada se hizo desde entonces porque el estado del monumento sigue siendo penoso y está siendo invadido por los yuyos.
Posiblemente, ni la comuna ni el Gobierno provincial han advertido la proyección turística que puede tener un lugar donde Yupanqui tuvo un rancho, en el que pasaba algunas temporadas, cuando incursionaba a caballo por Chasquivil, la Hoyada y Anca Juli. Sugerimos también en otra oportunidad que podría reconstruirse el rancho de don Ata y jerarquizar su figura como corresponde; realizar, por ejemplo, un video con testimonios de memoriosos de la zona o de amigos que aún viven, o efectuar visitas guiadas.
Tal vez la próxima administración se interese por Raco y la figura del creador de “Luna tucumana”, que también merece un reconocimiento importante en San Miguel de Tucumán, donde un pasaje en el lejano Barrio San Martín lleva su nombre. Tal vez en el marco del Bicentenario de la Independencia, la Municipalidad podría convocar a un concurso para erigir un monumento digno que recuerde a alguien que le cantó en más de 20 piezas a Tucumán y que hacía gala de su tucumaneidad en los muchos países que recorrió. Tal vez podría bautizar una plaza con su nombre o algún barrio nuevo que se inaugurara, se pusiera a sus calles el nombre de sus piezas más conocidas. Podría editarse una antología con sus relatos y letras, en particular, los que mencionan a Tucumán, para ser distribuida en las escuelas.
Provincias como Córdoba, Salta o Mendoza, seguramente hubieran explotado turísticamente desde hace años un lugar tan bello como Raco y con esta historia de uno de los grandes creadores de nuestra cultura, a quien hubieran honrado de múltiples maneras.
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