10 Agosto 2015
Siente el compromiso de votar por el Gobierno, pese a su dolor
El lustrín Palavecino dijo que votó por Alperovich; su mujer, Erica Lescano, movilizó electores El lustrín Palavecino se puso la camiseta del Gobierno que le entregó una casa luego de que su hijo adicto de 16 muriese baleado en la Costanera. “¿Quién ha hecho más que Alperovich, aunque nos engrupa?”, dijo. En su antiguo barrio, en tanto, los “dealers” vendieron droga como de costumbre
PAPÁ DE JOSÉ DANIEL. José “Gringo” Palavecino ayer, en el “130 viviendas”. la gaceta / foto de analía jaramillo
El barrio “130 Viviendas” está mojado y embarrado, y a todo el mundo le apetece guardarse. Pero Erica Lescano salió a “movilizar” votantes para el oficialismo y, como consecuencia de ello, a su esposo José Palavecino le tocó quedarse con la prole. El matrimonio ya no vive en la Costanera, villa periférica emblemática de los destrozos del “paco”. Después de 2012, los Palavecino cambiaron una casilla desvencijada y pequeña por una vivienda social. Ello ocurrió luego del asesinato de José Daniel, de 16 años, a quien Lescano había encadenado para evitar que saliese a robar con el objetivo de drogarse. Pese a que la prensa divulgó el caso, José se escapó y fue baleado por presuntos dealers en una esquina de la Costanera.
“Estoy agradecido con el Gobierno. Mire la casa que nos dio. ¿Quién ha hecho más que (el gobernador José) Alperovich, aunque nos engrupa? Yo voto por él y adiós, porque no soy ingrato”. El lustrín Palavecino se define políticamente en la vereda de su morada, mientras la menor de sus siete hijos corretea y lo hace renegar.
Llovizna en forma insistente, pero igual se puede conversar. Al lado de los Palavecino vive la madre de Lescano con algunos de sus hermanos, que pronto se acercan a la ronda. Ninguno sabe bien qué se vota en las Primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), y uno de los tertulianos está convencido de que este domingo el sufragio es optativo (N. de la R.: sólo para los ciudadanos de 16 y 17 años). La desorientación no les quita el sueño. “Yo simplemente entro (al cuarto oscuro) y busco la cara del gobernador”, dice, pragmático, el lustrabotas.
De nunca acabar
Tampoco está muy claro si este domingo van a recibir algo a cambio de emitir el sufragio. “Se hablaba de mercadería, de chapas y de $ 100, pero no se sabe. Estas elecciones son flojitas nomás. Todos se están preparando para el 23 de agosto (comicios provinciales)”, interpretó un conversador. Eso sí, Palavecino, de 46 años, espera que su esposa traiga al menos $ 400 después de acarrear votantes durante toda la jornada. Esa suma es un poco más que lo que él dice que hace como lustrín por medio día de trabajo ($ 250).
“El Gringo”, como lo apodan, y sus cuatro hermanos lustran calzado en la vereda de la sede del Banco Nación (San Martín y Maipú) desde hace una pila de años. “Yo limpié los zapatos de Alperovich cuando era banquero. Él me conoce”, afirma. Luego, mira el cielo y se lamenta: “esta lluvia arruina a los lustradores. Ya veo que mañana (por hoy) no nos quedará otra opción que salir a vender paraguas”.
En el jardín delantero de la casa de los Palavecino-Lescano hay flores cuidadas, un brasero improvisado y un carro de madera. El caballo que lo tira, afirman, pasta campo abierto, aunque se ve un potrillo adentro de la vivienda de al lado. Según el padre, allí conviven los nueve miembros de su familia (están edificando hacia el fondo). Con el carro trabaja uno de sus hijos: recoge basura y hace viajes. “Estudia de noche”, añade.
Palavecino indica que, en el presente, uno de sus chicos consume estupefacientes de vez en cuando. “Es cierto que hay más droga que antes”, afirma el papá de José Daniel (idéntica opinión expresaron, en los últimos días, otros actores de la Costanera como Dora Ibáñez, cofundadora de las Madres del Pañuelo Negro, y el párroco Melitón Chávez). Entonces se acuerda de Oscar Jiménez, el muchacho de 21 años asesinado el martes en una finca aledaña al “130 viviendas”. “Consumía droga. Él era de la Costanera, pero andaba mucho por aquí”, comenta con resignación.
Acostumbrado al contacto con la muerte trágica, Palavecino habla con frialdad sobre el avance del “paco”. “La droga se vende abiertamente. Todo el mundo sabe dónde. A veces cae uno y un familiar sigue con el negocio. Es de nunca acabar”, reflexiona. Y expresa que cada vez hay más dealers porque estos ganan mucho dinero. “Yo conocí a un lustrín que entró en el tema, y, rápidamente, se compró autos y propiedades”, cuenta como quien cuenta una historia que contó mil veces. No, él nunca se metería a vender “papelitos” (dosis de residuos de la pasta base de la cocaína). “Prefiero seguir lustrando”, corta secamente.
Y cuando tiene que hablar del hijo que le mataron en 2012, dice con sencillez que no queda otra que seguir adelante. En el caso de Palavecino y los suyos, este continuar viviendo implicó salir del microclima que se ensañó con José Daniel, adicto encadenado y baleado. El lustrín no muestra rabia ni indignación; este domingo electoral sólo tiene agradecimiento.
“Estoy agradecido con el Gobierno. Mire la casa que nos dio. ¿Quién ha hecho más que (el gobernador José) Alperovich, aunque nos engrupa? Yo voto por él y adiós, porque no soy ingrato”. El lustrín Palavecino se define políticamente en la vereda de su morada, mientras la menor de sus siete hijos corretea y lo hace renegar.
Llovizna en forma insistente, pero igual se puede conversar. Al lado de los Palavecino vive la madre de Lescano con algunos de sus hermanos, que pronto se acercan a la ronda. Ninguno sabe bien qué se vota en las Primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), y uno de los tertulianos está convencido de que este domingo el sufragio es optativo (N. de la R.: sólo para los ciudadanos de 16 y 17 años). La desorientación no les quita el sueño. “Yo simplemente entro (al cuarto oscuro) y busco la cara del gobernador”, dice, pragmático, el lustrabotas.
De nunca acabar
Tampoco está muy claro si este domingo van a recibir algo a cambio de emitir el sufragio. “Se hablaba de mercadería, de chapas y de $ 100, pero no se sabe. Estas elecciones son flojitas nomás. Todos se están preparando para el 23 de agosto (comicios provinciales)”, interpretó un conversador. Eso sí, Palavecino, de 46 años, espera que su esposa traiga al menos $ 400 después de acarrear votantes durante toda la jornada. Esa suma es un poco más que lo que él dice que hace como lustrín por medio día de trabajo ($ 250).
“El Gringo”, como lo apodan, y sus cuatro hermanos lustran calzado en la vereda de la sede del Banco Nación (San Martín y Maipú) desde hace una pila de años. “Yo limpié los zapatos de Alperovich cuando era banquero. Él me conoce”, afirma. Luego, mira el cielo y se lamenta: “esta lluvia arruina a los lustradores. Ya veo que mañana (por hoy) no nos quedará otra opción que salir a vender paraguas”.
En el jardín delantero de la casa de los Palavecino-Lescano hay flores cuidadas, un brasero improvisado y un carro de madera. El caballo que lo tira, afirman, pasta campo abierto, aunque se ve un potrillo adentro de la vivienda de al lado. Según el padre, allí conviven los nueve miembros de su familia (están edificando hacia el fondo). Con el carro trabaja uno de sus hijos: recoge basura y hace viajes. “Estudia de noche”, añade.
Palavecino indica que, en el presente, uno de sus chicos consume estupefacientes de vez en cuando. “Es cierto que hay más droga que antes”, afirma el papá de José Daniel (idéntica opinión expresaron, en los últimos días, otros actores de la Costanera como Dora Ibáñez, cofundadora de las Madres del Pañuelo Negro, y el párroco Melitón Chávez). Entonces se acuerda de Oscar Jiménez, el muchacho de 21 años asesinado el martes en una finca aledaña al “130 viviendas”. “Consumía droga. Él era de la Costanera, pero andaba mucho por aquí”, comenta con resignación.
Acostumbrado al contacto con la muerte trágica, Palavecino habla con frialdad sobre el avance del “paco”. “La droga se vende abiertamente. Todo el mundo sabe dónde. A veces cae uno y un familiar sigue con el negocio. Es de nunca acabar”, reflexiona. Y expresa que cada vez hay más dealers porque estos ganan mucho dinero. “Yo conocí a un lustrín que entró en el tema, y, rápidamente, se compró autos y propiedades”, cuenta como quien cuenta una historia que contó mil veces. No, él nunca se metería a vender “papelitos” (dosis de residuos de la pasta base de la cocaína). “Prefiero seguir lustrando”, corta secamente.
Y cuando tiene que hablar del hijo que le mataron en 2012, dice con sencillez que no queda otra que seguir adelante. En el caso de Palavecino y los suyos, este continuar viviendo implicó salir del microclima que se ensañó con José Daniel, adicto encadenado y baleado. El lustrín no muestra rabia ni indignación; este domingo electoral sólo tiene agradecimiento.