Por Federico Türpe
15 Agosto 2015
De la boca para afuera, todos los candidatos, absolutamente todos, dicen respetar a rajatabla “la voluntad popular”. Algunos, incluso, ubican a “la voluntad popular” en un estadio semicanónico, sagrado, y acaban exagerando el poder del voto.
Si “la voluntad popular” es sacrosanta, entonces todo lo que de ella surja también lo será. Un intendente, un gobernador o un presidente no serán por ende administradores de la cosa pública sino semidioses a los que “la voluntad popular” les regala el Estado para que hagan con él lo que se les dé la gana.
El carácter divino de “la voluntad popular” es lo que permite luego, una vez ungidos por las urnas, contrataciones directas sin rendir cuentas, sobreprecios en la obra pública, nombrar a toda la parentela en el Estado -sin importar si son idóneos para el cargo-, gerenciar el erario como si fuera dinero de la familia, premiar lealtades y castigar traiciones con fondos destinados a otros fines, entre muchos otros manejos más propios de un sultanato que de un gobierno republicano.
Lo paradójico es que, de la boca para adentro, “la voluntad popular” les importa bastante menos que un cuerno. Es un buen pretexto para atropellar la división de poderes y los asuntos de Estado, pero los hechos han demostrado y siguen demostrando que “la voluntad popular” es un comodity que se compra y se vende, se profana, se dibuja, se empeña, se alquila y se altera de mil maneras.
Desde publicidad engañosa o directamente mentirosa hasta promesas que jamás serán cumplidas. Son excepcionalmente pocos los políticos argentinos que no apelan a todo tipo de prácticas nefastas para conseguir votos. Bolsones de comida -acaso la más humillante de todas-, dinero en efectivo, servicio de taxi puerta a puerta, entrega de chapas y colchones, nombramientos en suspenso, votos cadena, robos de boletas, adulteración de planillas, amenazas concretas, urnas arregladas previamente, campañas difamatorias, y hasta el sufragio de personas muertas o duplicadas son algunas de las muchas acciones funestas y putrefactas que se utilizan para torcer “la voluntad popular”.
Corría agosto de 2007. Faltaban unos días para las elecciones del domingo 26, donde el gobernador José Alperovich buscaba su reelección. Al frente tenía a dos competidores, Ricardo Bussi, por Fuerza Republicana, y Esteban Jerez, por la Coalición Cívica por la Resistencia.
En este último frente se había alistado un joven estudiante de abogacía, entusiasmado por comenzar a participar en política, en medio de una renaciente efervescencia militante, promovida en gran parte por el kirchnerismo, luego del anárquico “que se vayan todos” de 2001.
Este joven se acercó a la sede de la Coalición y se ofreció a colaborar en lo que fuera necesario. Le dijeron que necesitaban fiscales, muchos fiscales, y lo enviaron a una pequeña ciudad del interior, al noreste de la provincia.
Cuando llegó a la escuela, poco antes de las 7 de la mañana, se presentó ante el resto de los fiscales y autoridades de mesa, que eran apenas un puñado de personas, ya que en ese establecimiento había sólo tres urnas.
-Bueno, mirá, te cuento, dijo el que tenía la voz cantante. A vos te tocan 16 votos. Para Bussi van otros tantos y el resto para José.
Azorado, este joven idealista puso el grito en el cielo y se plantó en armas. Incluso intentó llamar a la policía.
El “jefe” de la escuela le hizo señas a un tercer hombre, que se acercó y se llevó al joven fiscal a un lugar más apartado.
-Mirá, el tema es así. Si te quedás callado y no te hacés el loco, te volvés al partido con algunos votitos. Si no, te van a quebrar las rodillas y encima vas a volver sin un solo voto. Vos elegís.
Unos días después de la elección, donde Alperovich ganó por un aplastante 78% de los sufragios, este estudiante de Derecho contó lo que le había pasado y agregó: “Creo que al final traje más votos de lo que hubiéramos sacado, además de las rodillas sanas”.
Antes, durante y después de las primarias del 9 de agosto explotaron denuncias de todo tipo, que confirman que el clientelismo político es una locomotora descomunal que ni Clark Kent puede frenar. Un convoy que transporta millones de pesos y decenas de miles de voluntades alquiladas por un voto.
Algunas de las perlitas negras que dejó esta semana en Tucumán fueron:
De las 17 mesas habilitadas en Tafí del Valle para el 23 de agosto, 10 estaban a cargo de funcionarios de la Municipalidad y parientes del intendente Jorge Yapura Astorga.
La maniobra fue tan alevosa que obligó a la Junta Electoral Provincial a designar nuevas autoridades de mesa.
Se descubrió que 208 residentes de la capital, todos pertenecientes a los circuitos electorales 15 y 15 A, tramitaron su cambio de domicilio a Burruyacu. De estos, 167 se mudaron a la misma dirección. En Burruyacu hay 1.400 personas habilitadas para votar, de modo que 208 pueden dar vuelta una elección. La causa está en la Justicia Federal.
En plena veda electoral, el partido Desempleados Unidos, alineado con el Frente para la Victoria, inscribió a personas de bajos recursos para entregarles chapas, colchones y materiales de construcción a cambio de un voto, el que les fue entregado en Barrio Sur luego de firmar una planilla.
El 9 de agosto, un elector denunció que en el colegio San Cayetano el presidente de la mesa 321 le agregaba un número a cada sobre antes de que fuera introducido a la urna. Esto mismo ocurrió en la mesa 467 del Colegio Nacional, de la capital.
En al menos tres escuelas, una del Mercofrut y dos de Tafí Viejo, se cortó la luz justo antes de que se realizara el conteo de los votos. En el caso de la escuela del Mercofrut las urnas fueron secuestradas por la Junta Electoral.
Circularon estos días por las redes sociales varios telegramas (bajados de la página oficial www.resultados.gob.ar) de mesas donde Daniel Scioli obtuvo más del 100% de los votos. En un caso, de una urna de Famaillá, sacó el 105%. Las autoridades electorales reconocieron que hubo datos mal consignados durante el conteo provisorio, pero aclararon que luego fueron subsanados.
A los punteros que trabajaron en las PASO les pagaron $1.500 (por un solo día de trabajo) y a los vehículos que transportaron gente entre 800 y 1.000 pesos. Considerando que son miles de autos y punteros, más de uno se pregunta ¿de dónde sale el dinero?, ¿cómo se justifica ese gasto?, o ¿cómo se recupera semejante inversión? El juez federal con competencia electoral, Daniel Bejas, ensayó una respuesta: “El financiamiento político sin control implica riesgo de lavado de activos provenientes del narcotráfico y otros delitos graves”, advirtió. No queda mucho más para agregar.
Las denuncias continúan y son decenas más. Por una cuestión de espacio es imposible consignar todas. Pero basta para entender la magnitud del problema y cómo se construye esta sacrosanta “voluntad popular”. Seguramente el 23 de agosto será exponencialmente más grave porque hay bastante más en juego. Quizás mejor lo sintetice la canción “Pensar”, de la banda uruguaya “No te va a gustar”:
“Un alma chiquitita se quiso escapar/ pero no le daba para cruzar el mar/ y le dijeron vas mal, muy, muy mal/ eso no se hace, tenés que pensar/ Y pensar, con hambre no se puede pensar/ No se puede/ Pensar/ Con hambre no se puede pensar/ No se puede/ Y esperó, y esperó y el momento no llegó/ Con el correr del tiempo estaba cada vez peor”.
Si “la voluntad popular” es sacrosanta, entonces todo lo que de ella surja también lo será. Un intendente, un gobernador o un presidente no serán por ende administradores de la cosa pública sino semidioses a los que “la voluntad popular” les regala el Estado para que hagan con él lo que se les dé la gana.
El carácter divino de “la voluntad popular” es lo que permite luego, una vez ungidos por las urnas, contrataciones directas sin rendir cuentas, sobreprecios en la obra pública, nombrar a toda la parentela en el Estado -sin importar si son idóneos para el cargo-, gerenciar el erario como si fuera dinero de la familia, premiar lealtades y castigar traiciones con fondos destinados a otros fines, entre muchos otros manejos más propios de un sultanato que de un gobierno republicano.
Lo paradójico es que, de la boca para adentro, “la voluntad popular” les importa bastante menos que un cuerno. Es un buen pretexto para atropellar la división de poderes y los asuntos de Estado, pero los hechos han demostrado y siguen demostrando que “la voluntad popular” es un comodity que se compra y se vende, se profana, se dibuja, se empeña, se alquila y se altera de mil maneras.
Desde publicidad engañosa o directamente mentirosa hasta promesas que jamás serán cumplidas. Son excepcionalmente pocos los políticos argentinos que no apelan a todo tipo de prácticas nefastas para conseguir votos. Bolsones de comida -acaso la más humillante de todas-, dinero en efectivo, servicio de taxi puerta a puerta, entrega de chapas y colchones, nombramientos en suspenso, votos cadena, robos de boletas, adulteración de planillas, amenazas concretas, urnas arregladas previamente, campañas difamatorias, y hasta el sufragio de personas muertas o duplicadas son algunas de las muchas acciones funestas y putrefactas que se utilizan para torcer “la voluntad popular”.
Corría agosto de 2007. Faltaban unos días para las elecciones del domingo 26, donde el gobernador José Alperovich buscaba su reelección. Al frente tenía a dos competidores, Ricardo Bussi, por Fuerza Republicana, y Esteban Jerez, por la Coalición Cívica por la Resistencia.
En este último frente se había alistado un joven estudiante de abogacía, entusiasmado por comenzar a participar en política, en medio de una renaciente efervescencia militante, promovida en gran parte por el kirchnerismo, luego del anárquico “que se vayan todos” de 2001.
Este joven se acercó a la sede de la Coalición y se ofreció a colaborar en lo que fuera necesario. Le dijeron que necesitaban fiscales, muchos fiscales, y lo enviaron a una pequeña ciudad del interior, al noreste de la provincia.
Cuando llegó a la escuela, poco antes de las 7 de la mañana, se presentó ante el resto de los fiscales y autoridades de mesa, que eran apenas un puñado de personas, ya que en ese establecimiento había sólo tres urnas.
-Bueno, mirá, te cuento, dijo el que tenía la voz cantante. A vos te tocan 16 votos. Para Bussi van otros tantos y el resto para José.
Azorado, este joven idealista puso el grito en el cielo y se plantó en armas. Incluso intentó llamar a la policía.
El “jefe” de la escuela le hizo señas a un tercer hombre, que se acercó y se llevó al joven fiscal a un lugar más apartado.
-Mirá, el tema es así. Si te quedás callado y no te hacés el loco, te volvés al partido con algunos votitos. Si no, te van a quebrar las rodillas y encima vas a volver sin un solo voto. Vos elegís.
Unos días después de la elección, donde Alperovich ganó por un aplastante 78% de los sufragios, este estudiante de Derecho contó lo que le había pasado y agregó: “Creo que al final traje más votos de lo que hubiéramos sacado, además de las rodillas sanas”.
Antes, durante y después de las primarias del 9 de agosto explotaron denuncias de todo tipo, que confirman que el clientelismo político es una locomotora descomunal que ni Clark Kent puede frenar. Un convoy que transporta millones de pesos y decenas de miles de voluntades alquiladas por un voto.
Algunas de las perlitas negras que dejó esta semana en Tucumán fueron:
De las 17 mesas habilitadas en Tafí del Valle para el 23 de agosto, 10 estaban a cargo de funcionarios de la Municipalidad y parientes del intendente Jorge Yapura Astorga.
La maniobra fue tan alevosa que obligó a la Junta Electoral Provincial a designar nuevas autoridades de mesa.
Se descubrió que 208 residentes de la capital, todos pertenecientes a los circuitos electorales 15 y 15 A, tramitaron su cambio de domicilio a Burruyacu. De estos, 167 se mudaron a la misma dirección. En Burruyacu hay 1.400 personas habilitadas para votar, de modo que 208 pueden dar vuelta una elección. La causa está en la Justicia Federal.
En plena veda electoral, el partido Desempleados Unidos, alineado con el Frente para la Victoria, inscribió a personas de bajos recursos para entregarles chapas, colchones y materiales de construcción a cambio de un voto, el que les fue entregado en Barrio Sur luego de firmar una planilla.
El 9 de agosto, un elector denunció que en el colegio San Cayetano el presidente de la mesa 321 le agregaba un número a cada sobre antes de que fuera introducido a la urna. Esto mismo ocurrió en la mesa 467 del Colegio Nacional, de la capital.
En al menos tres escuelas, una del Mercofrut y dos de Tafí Viejo, se cortó la luz justo antes de que se realizara el conteo de los votos. En el caso de la escuela del Mercofrut las urnas fueron secuestradas por la Junta Electoral.
Circularon estos días por las redes sociales varios telegramas (bajados de la página oficial www.resultados.gob.ar) de mesas donde Daniel Scioli obtuvo más del 100% de los votos. En un caso, de una urna de Famaillá, sacó el 105%. Las autoridades electorales reconocieron que hubo datos mal consignados durante el conteo provisorio, pero aclararon que luego fueron subsanados.
A los punteros que trabajaron en las PASO les pagaron $1.500 (por un solo día de trabajo) y a los vehículos que transportaron gente entre 800 y 1.000 pesos. Considerando que son miles de autos y punteros, más de uno se pregunta ¿de dónde sale el dinero?, ¿cómo se justifica ese gasto?, o ¿cómo se recupera semejante inversión? El juez federal con competencia electoral, Daniel Bejas, ensayó una respuesta: “El financiamiento político sin control implica riesgo de lavado de activos provenientes del narcotráfico y otros delitos graves”, advirtió. No queda mucho más para agregar.
Las denuncias continúan y son decenas más. Por una cuestión de espacio es imposible consignar todas. Pero basta para entender la magnitud del problema y cómo se construye esta sacrosanta “voluntad popular”. Seguramente el 23 de agosto será exponencialmente más grave porque hay bastante más en juego. Quizás mejor lo sintetice la canción “Pensar”, de la banda uruguaya “No te va a gustar”:
“Un alma chiquitita se quiso escapar/ pero no le daba para cruzar el mar/ y le dijeron vas mal, muy, muy mal/ eso no se hace, tenés que pensar/ Y pensar, con hambre no se puede pensar/ No se puede/ Pensar/ Con hambre no se puede pensar/ No se puede/ Y esperó, y esperó y el momento no llegó/ Con el correr del tiempo estaba cada vez peor”.