24 Agosto 2015
EN PAREJA. Cano salió a votar de su casa del barrio América acompañado por su esposa, la bioquímica Ruth Mira. la gaceta / fotos de inés quinteros orio
José Manuel Cano le da los últimos sorbos a la bombilla y deja el mate sobre la mesa de la cocina. “Esta es la de la suerte”, dice el líder del frente opositor Acuerdo para el Bicentenario (ApB), y se calza una campera tan roja que ahuyentaría a cualquier envidioso. Está sonriente. Sale al jardín de su casa y lo siguen sus perros: Nerón, un ovejero belga ya anciano, Cúper, un imponente ovejero alemán, y Lucky, un caniche que -según Cano- es el más famoso de la tríada canina. “Él salió en los diarios cuando vinieron de visita (Ricardo) Alfonsín y (Julio) Cobos en 2010”, recuerda el odontólogo. En aquella jornada, los referentes radicales habían estado en esta misma casa, ubicada en calle Godoy Cruz al 1.200 del barrio América, impulsando la primera candidatura a la Gobernación de Cano. El jefe de la Unión Cívica Radical (UCR) en Tucumán perdió en 2011 ante José Alperovich, pero siente que está a un paso de conseguir la revancha contra quien fuera el partenaire del actual mandatario, Juan Manzur. Por eso se muestra tranquilo. Aunque reniega cada vez que suena el teléfono celular y le avisan sobre incidentes en escuelas. Son poco más de las 11.30 y le llegan datos de irregularidades en Trancas y de reparto de bolsones en la Capital. “Yo nunca trabajé de esa manera ni lo voy a hacer. Los bolsones son un invento del Frente para la Victoria. Esto empezó en 2003, con Alperovich”, se lamenta.
A las 11.45 Cano cierra el portón de la casa y sale con su esposa, Ruth Mira. Ella es bioquímica, y no parece acostumbrada aún a la exposición que implica la carrera política del padre de sus tres hijos. “Nosotros somos de perfil bajo”, admite. Se marchan en un VW Bora color bordó. Cano tiene que votar en la mesa 781 de la escuela Nueva Esperanza, ubicada en calle Perú al 4.500, en barrio Oeste II. En el trayecto, el diputado radical va repartiendo saludos por la ventanilla. Cuando baja en la esquina de la escuela comienza un festival de fotos, besos y abrazos. “¡Vamos, José!”, es el grito que se repite.
Su campera roja lo distingue de entre los demás electores de la fila. Ruth, siempre a su lado, sonríe ante cada flash. La espera dura unos 15 minutos. “Cano, José Manuel”, dice el presidente de mesa, y la veintena de fiscales buscan su nombre en la planilla. “Páguese el asado”, le dice de repente uno de los representantes partidarios. Ruth aprovecha y, pese a su bajo perfil, lanza un reclamo para su marido. “Hace mucho que no hace asado”, exclama.
Entra y sale del cuarto oscuro en menos de un minuto. Afuera lo esperan las cámaras y los periodistas. “Me decidí a último momento”, suelta Cano a modo de chascarrillo, y alrededor de la urna le responden con carcajadas. El candidato sonríe y mete el sobre, mientras le sacan fotos.
Ante la prensa, Cano protesta por el sistema electoral de acoples y la cantidad de boletas que había sobre los pupitres del aula. “Esta tiene que ser la última vez que los tucumanos vemos autos caracterizados por (siglas de) dirigentes políticos y entrega de bolsones y mercadería”, sostiene. Lanza críticas además a la gestión de Alperovich. “Manejó 8.000 millones de dólares en presupuestos en estos 12 años”, señala el radical, y recuerda las obras que dejó el paso de Celestino Gelsi por el PE, como el dique El Cadillal.
A las 12.45 Cano sale de la escuela Nueva Esperanza. Es un camino largo hasta el VW Bora, con incontables selfies y saludos. En Tennessee, un bar de Yerba Buena, lo espera para almorzar Domingo Amaya, su compañero de fórmula. El radical seguirá con la campera roja. Apuesta a que la suerte, esta vez, esté de su lado.
A las 11.45 Cano cierra el portón de la casa y sale con su esposa, Ruth Mira. Ella es bioquímica, y no parece acostumbrada aún a la exposición que implica la carrera política del padre de sus tres hijos. “Nosotros somos de perfil bajo”, admite. Se marchan en un VW Bora color bordó. Cano tiene que votar en la mesa 781 de la escuela Nueva Esperanza, ubicada en calle Perú al 4.500, en barrio Oeste II. En el trayecto, el diputado radical va repartiendo saludos por la ventanilla. Cuando baja en la esquina de la escuela comienza un festival de fotos, besos y abrazos. “¡Vamos, José!”, es el grito que se repite.
Su campera roja lo distingue de entre los demás electores de la fila. Ruth, siempre a su lado, sonríe ante cada flash. La espera dura unos 15 minutos. “Cano, José Manuel”, dice el presidente de mesa, y la veintena de fiscales buscan su nombre en la planilla. “Páguese el asado”, le dice de repente uno de los representantes partidarios. Ruth aprovecha y, pese a su bajo perfil, lanza un reclamo para su marido. “Hace mucho que no hace asado”, exclama.
Entra y sale del cuarto oscuro en menos de un minuto. Afuera lo esperan las cámaras y los periodistas. “Me decidí a último momento”, suelta Cano a modo de chascarrillo, y alrededor de la urna le responden con carcajadas. El candidato sonríe y mete el sobre, mientras le sacan fotos.
Ante la prensa, Cano protesta por el sistema electoral de acoples y la cantidad de boletas que había sobre los pupitres del aula. “Esta tiene que ser la última vez que los tucumanos vemos autos caracterizados por (siglas de) dirigentes políticos y entrega de bolsones y mercadería”, sostiene. Lanza críticas además a la gestión de Alperovich. “Manejó 8.000 millones de dólares en presupuestos en estos 12 años”, señala el radical, y recuerda las obras que dejó el paso de Celestino Gelsi por el PE, como el dique El Cadillal.
A las 12.45 Cano sale de la escuela Nueva Esperanza. Es un camino largo hasta el VW Bora, con incontables selfies y saludos. En Tennessee, un bar de Yerba Buena, lo espera para almorzar Domingo Amaya, su compañero de fórmula. El radical seguirá con la campera roja. Apuesta a que la suerte, esta vez, esté de su lado.
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