¿Quién es el dueño de la gente? Alperovichistas y antialperovichistas se arrogan representar a la gente. Por la mañana, Manzur, Alperovich y Jaldo advirtieron con sonrisas que la gente le había dado la espalda a la oposición. Por la noche, una multitud inusitada, sin líder a la vista y convocada por las redes sociales repetía a los gritos que Manzur y Alperovich debían irse porque le habían dado las espaldas al pueblo.

Como esas profecías autocumplidas, el oficialismo señaló que la oposición quería hacer lío para que se desmadre todo y se pierda de vista la derrota electoral. Los opositores denunciaban fraude.

Multitud, forcejeos, naranjazos, gases, balas de goma, heridos, caballos, gritos, peleas, palos, represión, desalojo, detenidos, corridas, cacerolazos, desmanes. Silencio oficial.

Si todo lo sabían, ¿para qué reprimieron? ¿Por qué Gassenbauer y Hofer callan? Si fue una trampa el Ejecutivo cayó en ella y ahora ya no se discuten votos. Si no lo fue, el Gobierno tendrá que explicar qué quiso hacer con los caballos y las balas. En ambos casos, prima la impericia. ¿Quién es el dueño de la gente? Ni los unos ni los otros. La sociedad profundiza sus amores y sus odios sin que los dirigentes asuman su responsabilidad de mantener la concordia.

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