03 Septiembre 2015
ABSORBIDOS. Los chicos que pasan largas horas frente al televisor son los que tienen mayores chances de verse influidos por la publicidad de alimentos. IMAGESOURCE.COM
Si un niño mira tres horas diarias de televisión infantil está expuesto a 61 publicidades de alimentos de bajo valor nutricional semanalmente. Esta conclusión forma parte de un informe realizado por la Organización Panamericana de la Salud/ Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS).
El estudio se centró en la oferta publicitaria de Argentina. Se tomaron tres canales de dibujos animados (Disney Channel, Cartoon Network y Disney XD) y cinco de televisión abierta (TV Pública, Canal 9, Telefe, América y Canal 13). La recolección de datos se realizó durante seis semanas en tres meses. Además de cuantificar la cantidad de publicidades de alimentos se analizaron las técnicas promocionales. Concluyeron que una de cada tres publicidades de alimentos dirigidas a niños usa premios o regalos para incentivar la compra.
De las 21.085 publicidades analizadas, que sumaron 132,5 horas, el 19% (25,5 horas) pertenece a publicidades de alimentos. Este porcentaje sólo es superado por los juguetes, en un 20%. Estas cifras dan cuenta de que una gran porción de la publicidad está dirigida a lo que los chicos comen.
¡Quiero eso!
En los programas para la audiencia infantil, los postres (23,3%), los lácteos (16,2%), las bebidas azucaradas (13,2%), las cadenas de comida rápida (12,5%) y los snacks salados (7,9%) son las cinco categorías más publicitadas.
Pero en el total de las publicidades (no sólo de canales infantiles, sino también en aquellos con programación para adultos) reinan las bebidas azucaradas sin alcohol (31%), los lácteos (leche, queso y yogur, 11%), postres (flan, gelatinas y postres) (8.9%), bebidas sin azúcar (7,6%), y golosinas (7%).
La OMS ofrece una interpretación de estos datos, vinculándolos directamente con el problema de obesidad infantil. “Se ha reconocido internacionalmente que existen muchos factores individuales, sociales y ambientales que influyen en lo que los niños comen. Una de las causas más importantes del crecimiento que ha tenido la prevalencia de sobrepeso y obesidad infantil en los últimos años es el aumento en el consumo de alimentos altos en azúcar, grasas y sal”, señalan.
Las horas destinadas a mirar televisión -aclaran- están asociadas con la obesidad. “Un estudio realizado en madres de niños de 3 a 9 años de edad de Argentina, Brasil y México mostró que las madres encuestadas consideran que la publicidad influye en las solicitudes de compra de todos los productos por parte de los niños”, explican.
Por eso, la OMS elaboró un plan de acción mundial para la prevención y el control de las enfermedades no transmisibles (diabetes, hipertensión y obesidad) 2013-2020, en el que propone la restricción de la publicidad de alimentos y bebidas no alcohólicas dirigida a los niños.
¿Quién decide?
Los que deciden en última instancia siempre son los padres. El problema radica en que muchas veces los adultos acceden a los pedidos de los chicos sin saber lo que les están dando. “Cuando se escoge para los niños, la mayoría no hace ni el intento de leer los ingredientes. Levanta un jugo porque ven una imagen de una manzana mojada con rocío y cree que compra jugo de fruta. La verdad es que se trata de un líquido que tiene conservantes, aditivos y hasta adictivos”, advierte la médica homeópata especialista en nutrición Graciela Varela.
“Muchos papás reconocen que la culpa los lleva a reemplazar el tiempo que no pasan con los niños con golosinas o comida rápida”, comenta Gabriel Gordillo, director terapéutico de un centro de salud alimentaria. Por eso, el abordaje para tratar la obesidad en los niños debe comenzar con los padres y el cambio de hábitos. “Los niños entienden las publicidades de manera literal. Creen que de verdad van a ser más felices o van a ganar un premio. Necesitan que los padres los ayuden a decodificar el mensaje”, añade.
“La publicidad considera a los chicos como objetos de consumo y no en su dimensión de niño y sujeto”, explica Agustina Malcum, psicóloga de la fundación Manos Abiertas. Lo negativo -agrega- es que usan las necesidades del niño para vender y no para desplegar sus capacidades. “Tampoco se plantea la alimentación como algo que debe ser adecuado ni que sirve para fomentar el vínculo con la madre y la familia”, concluye.
"Dejamos algo tan vital como la alimentación en manos de una industria"
“La alimentación moderna es la responsable de la mayoría de las enfermedades crónicas y degenerativas”, señala sin vueltas Graciela Varela, médica homeópata especialista en nutrición. Los alimentos de hoy, más que alimentos son mercancías, reflexiona. Llaman la atención desde las góndolas de los supermercados por sus colores, ilustraciones y personajes animados. “Vemos que una parte de la sociedad tiene graves problemas de desnutrición y otra, exceso de macronutrientes (grasas, proteínas e hidratos de carbono) que hace que tengan buen peso, pero que estén mal nutridos o disnutridos (una categoría de la mala nutrición)”, explica.
“Esta época está marcada por la incoherencia. Por un lado -indica Varela- nunca hubo tanta información al consumidor, pero, a su vez, tanta confusión. Como tampoco tanta oferta de dietas, pero tantos problemas de sobrepeso, diabetes, trastornos cardiovasculares y colesterol en niños”.
“Estamos dejando algo tan sagrado y vital, como la alimentación, en manos de una industria que solo quiere ganar dinero”, opina. Y ese problema no es del mercado, sino de los padres que delegan, agrega.
Regulación
Países como Chile y Perú han dictado leyes para evitar que se publiciten alimentos chatarra junto con juguetes, premios u otros atractivos. En Argentina todavía no sucedió. “La vulnerabilidad no se reduce a la habilidad cognitiva del niño, sino que integra también la noción de la presión ejercida sobre ellos mediante la publicidad de productos alimenticios no saludables”, comenta Francisco D’0nofrio, nutricionista.
“Las riendas se deben tomar desde el hogar y el Estado debe procurar que se recupere la soberanía alimentaria; además, la sociedad debe tener poder de decisión sobre la alimentación”, agrega Varela.
Las proyecciones no son alentadoras. “Para 2020, las enfermedades no transmisibles van a explicar el 75% de las muertes en el mundo”, comenta la nutricionista. Además, un estudio señala que la nueva generación de niños que nacieron después del 2000 vivirá menos que sus padres y que uno de cada 3 podría desarrollar diabetes. “Nada es más importante que la alimentación de nuestros hijos. Les podemos dejar muchas cosas, pero si no tienen un cuerpo sano no podrán aprovecharlas”, reflexiona.
Hay que desarrollar una visión crítica respecto de lo que ven en la TV. “Si les enseñamos qué es lo que hay detrás de la publicidad, el niño va a tomar conciencia y sus elecciones van a ser más saludables”, añade. La pregunta es: ¿por dónde se empieza? La primera recomendación es ir al supermercado con una lista y no a comprar en base a las ofertas. También reemplazar algunos alimentos por otros. “No consumir azúcar blanco ni sal, reemplazarla por stevia, miel o azúcar mascabo; a la sal, por sal marina”, propone Varela.
Leer mejor las etiquetas es otra estrategia. Hoy muchos productos poseen glutamato monosódico, un aditivo que mejora el sabor de algunos alimentos procesados. “Le llaman el veneno de los 1.000 nombres -cuenta Varela- y está asociado a graves enfermedades, entre ellas el cáncer”. Este aditivo está siendo muy cuestionado en el mundo por sus efectos nocivos.
El estudio se centró en la oferta publicitaria de Argentina. Se tomaron tres canales de dibujos animados (Disney Channel, Cartoon Network y Disney XD) y cinco de televisión abierta (TV Pública, Canal 9, Telefe, América y Canal 13). La recolección de datos se realizó durante seis semanas en tres meses. Además de cuantificar la cantidad de publicidades de alimentos se analizaron las técnicas promocionales. Concluyeron que una de cada tres publicidades de alimentos dirigidas a niños usa premios o regalos para incentivar la compra.
De las 21.085 publicidades analizadas, que sumaron 132,5 horas, el 19% (25,5 horas) pertenece a publicidades de alimentos. Este porcentaje sólo es superado por los juguetes, en un 20%. Estas cifras dan cuenta de que una gran porción de la publicidad está dirigida a lo que los chicos comen.
¡Quiero eso!
En los programas para la audiencia infantil, los postres (23,3%), los lácteos (16,2%), las bebidas azucaradas (13,2%), las cadenas de comida rápida (12,5%) y los snacks salados (7,9%) son las cinco categorías más publicitadas.
Pero en el total de las publicidades (no sólo de canales infantiles, sino también en aquellos con programación para adultos) reinan las bebidas azucaradas sin alcohol (31%), los lácteos (leche, queso y yogur, 11%), postres (flan, gelatinas y postres) (8.9%), bebidas sin azúcar (7,6%), y golosinas (7%).
La OMS ofrece una interpretación de estos datos, vinculándolos directamente con el problema de obesidad infantil. “Se ha reconocido internacionalmente que existen muchos factores individuales, sociales y ambientales que influyen en lo que los niños comen. Una de las causas más importantes del crecimiento que ha tenido la prevalencia de sobrepeso y obesidad infantil en los últimos años es el aumento en el consumo de alimentos altos en azúcar, grasas y sal”, señalan.
Las horas destinadas a mirar televisión -aclaran- están asociadas con la obesidad. “Un estudio realizado en madres de niños de 3 a 9 años de edad de Argentina, Brasil y México mostró que las madres encuestadas consideran que la publicidad influye en las solicitudes de compra de todos los productos por parte de los niños”, explican.
Por eso, la OMS elaboró un plan de acción mundial para la prevención y el control de las enfermedades no transmisibles (diabetes, hipertensión y obesidad) 2013-2020, en el que propone la restricción de la publicidad de alimentos y bebidas no alcohólicas dirigida a los niños.
¿Quién decide?
Los que deciden en última instancia siempre son los padres. El problema radica en que muchas veces los adultos acceden a los pedidos de los chicos sin saber lo que les están dando. “Cuando se escoge para los niños, la mayoría no hace ni el intento de leer los ingredientes. Levanta un jugo porque ven una imagen de una manzana mojada con rocío y cree que compra jugo de fruta. La verdad es que se trata de un líquido que tiene conservantes, aditivos y hasta adictivos”, advierte la médica homeópata especialista en nutrición Graciela Varela.
“Muchos papás reconocen que la culpa los lleva a reemplazar el tiempo que no pasan con los niños con golosinas o comida rápida”, comenta Gabriel Gordillo, director terapéutico de un centro de salud alimentaria. Por eso, el abordaje para tratar la obesidad en los niños debe comenzar con los padres y el cambio de hábitos. “Los niños entienden las publicidades de manera literal. Creen que de verdad van a ser más felices o van a ganar un premio. Necesitan que los padres los ayuden a decodificar el mensaje”, añade.
“La publicidad considera a los chicos como objetos de consumo y no en su dimensión de niño y sujeto”, explica Agustina Malcum, psicóloga de la fundación Manos Abiertas. Lo negativo -agrega- es que usan las necesidades del niño para vender y no para desplegar sus capacidades. “Tampoco se plantea la alimentación como algo que debe ser adecuado ni que sirve para fomentar el vínculo con la madre y la familia”, concluye.
"Dejamos algo tan vital como la alimentación en manos de una industria"
“La alimentación moderna es la responsable de la mayoría de las enfermedades crónicas y degenerativas”, señala sin vueltas Graciela Varela, médica homeópata especialista en nutrición. Los alimentos de hoy, más que alimentos son mercancías, reflexiona. Llaman la atención desde las góndolas de los supermercados por sus colores, ilustraciones y personajes animados. “Vemos que una parte de la sociedad tiene graves problemas de desnutrición y otra, exceso de macronutrientes (grasas, proteínas e hidratos de carbono) que hace que tengan buen peso, pero que estén mal nutridos o disnutridos (una categoría de la mala nutrición)”, explica.
“Esta época está marcada por la incoherencia. Por un lado -indica Varela- nunca hubo tanta información al consumidor, pero, a su vez, tanta confusión. Como tampoco tanta oferta de dietas, pero tantos problemas de sobrepeso, diabetes, trastornos cardiovasculares y colesterol en niños”.
“Estamos dejando algo tan sagrado y vital, como la alimentación, en manos de una industria que solo quiere ganar dinero”, opina. Y ese problema no es del mercado, sino de los padres que delegan, agrega.
Regulación
Países como Chile y Perú han dictado leyes para evitar que se publiciten alimentos chatarra junto con juguetes, premios u otros atractivos. En Argentina todavía no sucedió. “La vulnerabilidad no se reduce a la habilidad cognitiva del niño, sino que integra también la noción de la presión ejercida sobre ellos mediante la publicidad de productos alimenticios no saludables”, comenta Francisco D’0nofrio, nutricionista.
“Las riendas se deben tomar desde el hogar y el Estado debe procurar que se recupere la soberanía alimentaria; además, la sociedad debe tener poder de decisión sobre la alimentación”, agrega Varela.
Las proyecciones no son alentadoras. “Para 2020, las enfermedades no transmisibles van a explicar el 75% de las muertes en el mundo”, comenta la nutricionista. Además, un estudio señala que la nueva generación de niños que nacieron después del 2000 vivirá menos que sus padres y que uno de cada 3 podría desarrollar diabetes. “Nada es más importante que la alimentación de nuestros hijos. Les podemos dejar muchas cosas, pero si no tienen un cuerpo sano no podrán aprovecharlas”, reflexiona.
Hay que desarrollar una visión crítica respecto de lo que ven en la TV. “Si les enseñamos qué es lo que hay detrás de la publicidad, el niño va a tomar conciencia y sus elecciones van a ser más saludables”, añade. La pregunta es: ¿por dónde se empieza? La primera recomendación es ir al supermercado con una lista y no a comprar en base a las ofertas. También reemplazar algunos alimentos por otros. “No consumir azúcar blanco ni sal, reemplazarla por stevia, miel o azúcar mascabo; a la sal, por sal marina”, propone Varela.
Leer mejor las etiquetas es otra estrategia. Hoy muchos productos poseen glutamato monosódico, un aditivo que mejora el sabor de algunos alimentos procesados. “Le llaman el veneno de los 1.000 nombres -cuenta Varela- y está asociado a graves enfermedades, entre ellas el cáncer”. Este aditivo está siendo muy cuestionado en el mundo por sus efectos nocivos.