Por Leo Noli
24 Septiembre 2015
JAMÁS VENCIDO. Menéndez, de rodillas, logra conectar el balón cuyo destino será la red. Ese fue el 1-0 parcial del partido y del “Luchador”, ovacionado anoche. la gaceta / foto de héctor peralta
Entienda que lo que vio anoche fue el primer paso bien firme de algo que puede ser muy lindo. No se queje de nada, señor fanático. El fútbol es así, viene con el aderezo llamado suspenso que puede asfixiar el corazón como lo hizo ayer durante esa guerra de 94’ que fue el 2-1 de Atlético sobre el orgulloso All Boys.
Hubo lujos, aprietes, nervios, todo. Atlético se hundió en el submundo del pelotazo y salió a flote porque All Boys chocó con la pared más efectiva que tiene el equipo: Cristian Lucchetti. Pero así como regresó a la superficie sin un rasguño, manejando la Ferrari de su fútbol casi la choca. Y si no lo hizo fue porque Cristian Menéndez consagró una noche perfecta, soñada. El “Luchador” le dio todo lo que le gusta al simpatizante y lo congració con dos goles, uno bien de guerrero, y el otro una delicia. Bien gourmet.
Hablando del partido en sí, All Boys fue todo lo que nunca vio Atlético en su casa. All Boys fue un rival que nunca respetó al dueño de casa. Se le fue al cuello sin dudarlo y, aprovechando pequeñas licencias de un anfitrión sorprendido, casi lo tumba. Le costó al “decano” encontrarle el agujero al mate de “Pepe” Romero.
Y cuando lo hizo, Lucchetti ya había salvado un bombazo de Mazurek y dos de Olego. Entonces, como siempre pasa, el boxeador que parecía groggy sacó una mano a lo “Roña” castro y pasó a ganar la pelea. Por puntos, a falta de un round de 45’. Menéndez empujó una pelota sin dueño en el área, después de que él mismo la persiguiera tras un gran pase de “Pulguita”. No llegó y cayó. No se rindió y aprovechó la falta de reacción de la última línea. Adentro.
Estando a punto de irse el “decano” amargado, Atlético gozó de un gatorade en las rocas y se cargó de pilas para el complemento, ya siendo el triunfador parcial.
Empezó regalando lujos, paredes brillantes, como una de Emanuel Molina que se encalló al costado un palo. Tiró tacos Atlético, siempre buscando desnivelar.
Sin embargo, en la única falla de Lucchetti, que salió atolondrado a atorar a la nada, Atlético cayó en desgracia con el gol de Matías Jaime. “Laucha” se equivocó y la defensa no colaboró.
Era un funeral el Monumental, cenizas. En medio de esa brasa a punto de extinguirse renació Guillermo Acosta recuperando una pelota perdida para servirle un “globo” a Menéndez que condecoró con una media tijera divina. Divina. Fue el 2-1, el golpe letal para el “albo” y una patada al hígado a la distancia para Patronato.
Atlético, el equipo en el que no existen los patrones y mandan los obreros, subió un nuevo escalón hacia la eterna felicidad.
Hubo lujos, aprietes, nervios, todo. Atlético se hundió en el submundo del pelotazo y salió a flote porque All Boys chocó con la pared más efectiva que tiene el equipo: Cristian Lucchetti. Pero así como regresó a la superficie sin un rasguño, manejando la Ferrari de su fútbol casi la choca. Y si no lo hizo fue porque Cristian Menéndez consagró una noche perfecta, soñada. El “Luchador” le dio todo lo que le gusta al simpatizante y lo congració con dos goles, uno bien de guerrero, y el otro una delicia. Bien gourmet.
Hablando del partido en sí, All Boys fue todo lo que nunca vio Atlético en su casa. All Boys fue un rival que nunca respetó al dueño de casa. Se le fue al cuello sin dudarlo y, aprovechando pequeñas licencias de un anfitrión sorprendido, casi lo tumba. Le costó al “decano” encontrarle el agujero al mate de “Pepe” Romero.
Y cuando lo hizo, Lucchetti ya había salvado un bombazo de Mazurek y dos de Olego. Entonces, como siempre pasa, el boxeador que parecía groggy sacó una mano a lo “Roña” castro y pasó a ganar la pelea. Por puntos, a falta de un round de 45’. Menéndez empujó una pelota sin dueño en el área, después de que él mismo la persiguiera tras un gran pase de “Pulguita”. No llegó y cayó. No se rindió y aprovechó la falta de reacción de la última línea. Adentro.
Estando a punto de irse el “decano” amargado, Atlético gozó de un gatorade en las rocas y se cargó de pilas para el complemento, ya siendo el triunfador parcial.
Empezó regalando lujos, paredes brillantes, como una de Emanuel Molina que se encalló al costado un palo. Tiró tacos Atlético, siempre buscando desnivelar.
Sin embargo, en la única falla de Lucchetti, que salió atolondrado a atorar a la nada, Atlético cayó en desgracia con el gol de Matías Jaime. “Laucha” se equivocó y la defensa no colaboró.
Era un funeral el Monumental, cenizas. En medio de esa brasa a punto de extinguirse renació Guillermo Acosta recuperando una pelota perdida para servirle un “globo” a Menéndez que condecoró con una media tijera divina. Divina. Fue el 2-1, el golpe letal para el “albo” y una patada al hígado a la distancia para Patronato.
Atlético, el equipo en el que no existen los patrones y mandan los obreros, subió un nuevo escalón hacia la eterna felicidad.