"De todos depende que Tucumán sea gobernable", advirtió Zecca

Seis cuadras de fieles acompañaron la imagen de María de La Merced. A las 17 comenzó el acto oficial en la plaza Belgrano y a las 20 terminó la homilía del Arzobispo, que fue aplaudida por los fieles.

LA MARCHA DE LA VIRGEN. Escoltada por cadetes del Liceo Militar y por miles de fieles, la imagen de María recorrió la calle 24 de Septiembre. Le pidieron que, desde la eternidad, inspire y acompañe a Tucumán. LA MARCHA DE LA VIRGEN. Escoltada por cadetes del Liceo Militar y por miles de fieles, la imagen de María recorrió la calle 24 de Septiembre. Le pidieron que, desde la eternidad, inspire y acompañe a Tucumán.
25 Septiembre 2015

Con puntualidad militar y un cielo celeste que derribó el pronóstico de lluvia y frío, a las 17 sonó el primer llamado: “entonemos a viva voz las estrofas del Himno Nacional”, arengó el maestro de ceremonias, en una plaza Belgrano rebozante de banderas y cierta solemnidad. El sol a sus espaldas realzaba la imagen histórica de la Virgen de La Merced y de aquel quien podría ser su devoto más fiel, el general Manuel Belgrano. A la patrona de nuestro pueblo le pidieron que desde la eternidad inspire a Tucumán, doblegado en los últimos tiempos por sus diferencias y tensiones sociales y políticas.

Todas las miradas estaban posadas en ella, la virgen generala del Ejército Argentino, la madre que el 24 de Septiembre de 1812 parió un milagro y le regaló al ejército patriota una victoria decisiva en la historia argentina. Como todos los años, el día de la Batalla de Tucumán se entrecruzan y dialogan el amor por la patria y la fe en María.

A las 17.30, la imagen vestida con sus mejores galas comenzó a “caminar” por esa plaza de Barrio Sur, escenario de la bicentenaria batalla. “¡Qué bella está!”, exclamó una mujer con ojos azucarados, mientras un abuelo hacía su mayor esfuerzo por trepar las raices de un ombú con su nieta en brazos para que la pequeña pudiera mirar el paso de María. La saludaban con las manos, con pañuelos y con banderas. Hasta los naranjos parecían saludar a la patrona de Tucumán con sus manos verdes lustradas por la lluvia de los días anteriores.

Cruz procesional, Bandera argentina, banda musical del colegio La Merced, la Cofradía, niños y jóvenes exploradores, comunidad del Servicio Sacerdotal de Urgencia, consagradas, seminaristas y sacerdotes; el arzobispo, la imagen de María de La Merced y por detrás de ella seis cuadras de fieles con rosarios en las manos, ojos cerrados y emoción en carne viva, repitiendo el lema “Jesucristo señor de la historia, te necesitamos”. Cuando la Virgen llegó a la Plaza por la calle 24 de Septiembre y se disponía a pasar entre los tractores de la protesta ruralista, la columna de devotos finalizaba en calle Alberdi.

En el camino, algunos sacerdotes aprovechaban para confesar a los fieles mientras caminaban. Inició la tarea un padre de zapatillas y jeans debajo de la sotana, que se apostó en la puerta de la Sociedad Italiana a escuchar los pecados de los tucumanos. Al llegar a la plaza, sobre la vereda de 24 de Septiembre, cobijados por los techos de los locales comerciales, seis sacerdotes harían lo propio, sentados en sillas plásticas. Entre ellos estaba el padre José Mijalchyk, absuelto por supuestos delitos durante la última dictadura militar.

El arzobispo instó a los tucumanos a recuperar la fraternidad

En su homilía, monseñor Alfredo Zecca destacó el rol de María como creyente y madre y llamó a los tucumanos a la unidad para superar el “difícil momento” que estamos pasando como sociedad.

Publicidad



“María, por voluntad del mismo Jesús, es nuestra madre misericordiosa, como la invocamos los tucumanos con el título de Nuestra Señora de La Merced. Ella es la que nos libra de toda esclavitud, la que nos permite salir de nuestro encierro egoísta para abrirnos a los hermanos. La madre, en la familia, es la que reúne a los hijos y los une cuando el desamor y el conflicto -que son realidades siempre latentes y alentadas por el maligno- amenazan arraigar y, con ello mismo, diluir -cuando no disolver- los vínculos que crean la comunión y la sostienen en el tiempo. Ella es también la que educa y alimenta”, señaló. Y recordó que María también será el eje del Congreso Eucarístico Nacional que se realizará en Tucumán el próximo año. “Junto al Congreso Eucarístico celebraremos, también el año próximo, un jubileo extraordinario de la misericordia. La Iglesia quiere llegar con el gozo del Evangelio a todos sus hijos, especialmente a los más alejados y necesitados de misericordia. La Iglesia, Madre y Maestra, experta en humanidad, quiere ser hoy más que nunca la casa de Dios en medio de la casa de los hombres; la familia donde todos -sin ninguna distinción- son acogidos y tratados como hijos. Ella quiere ser, muy particularmente, el rostro visible de la misericordia infinita del Padre manifestada en Jesucristo, nuestro Señor y salvador”, agregó.

En cuanto a la situación política y social de Tucumán, Zecca fue contundente: “estoy preocupado y afligido por la división y el enfrentamiento que se han creado no sólo entre los líderes políticos de diversas tendencias y pensamientos sino, lo que es más grave aún, en las familias, entre los amigos y compañeros de trabajo”. Más adelante, hizo una advertencia: “Debemos recuperar la fraternidad. Descubrir la verdad más elemental: que cada hombre es mi hermano. De esa fraternidad nos habla la sabiduría criolla del Martín Fierro”. Finalmente, convocó a todos los tucumanos al diálogo y la fraternidad. “. Atemos nuestro destino al respecto irrestricto de la ley recogiendo las sabias palabras del Venerable Fray Mamerto Esquiú, el gran orador de la Constitución Nacional: “Obedeced Señores, sin sumisión no hay ley, sin ley no hay Patria, no hay verdadera libertad, existen sólo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerra”.

Comentarios