Doce años creando enemigos y enfrentamientos
Primero Néstor Kirchner y luego su esposa, Cristina Fernández, se destacaron por un estilo confrontativo con cada uno de los sectores de la sociedad. Demonizar personas o instituciones fue una estrategia que se utilizó hasta los últimos días. También hubo roces con el sindicalismo, con el campo, con la Iglesia, con empresarios y hasta con los medios de comunicación.
Gustavo Berón | Agencia DyN
BUENOS AIRES.- El kirchnerismo supo construir durante 12 años de gobierno enemigos en vastos sectores que pendularon entre el Fondo Monetario, el campo, el cardenal Jorge Bergoglio, los políticos opositores, los militares, los periodistas, el Poder Judicial, los empresarios y hasta un juez de Nueva York, integrando la lista de virtuales adversarios políticos.
Pese a pregonar en sus primeros años el espíritu de transversalidad, el kirchnerismo que rotuló a sus opositores como enemigos -aquellos que no se avinieron a cumplir con sus deseos- e incluyó en ese rubro a sectores de la prensa, por la disputa generada a raíz de la Ley de Medios, así como a un sector del sindicalismo como los dirigentes Hugo Moyano y Luis Barrionuevo, y a los propios jueces de la Corte renovada en este gobierno.
Cuando el 24 de enero de 2003, Eduardo Duhalde encolumnó al justicialismo detrás de la candidatura presidencial de Néstor Kirchner, suprimiendo las internas, nada hacía sospechar que el oficialismo llevaría al entonces presidente a la vereda de enfrente.
Sin embargo, dos años después, el enemigo interno sería Duhalde, a quien Cristina Fernández calificó como “El Padrino”. En 2005 los Kirchner derrotarían a los Duhalde en las elecciones legislativas, yendo en listas separadas, quedándose con el PJ.
Pronto los empresarios pasarían a convertirse en “enemigos”, que eran escrachados por las huestes kirchneristas con Luis D’Elía a la cabeza, y con una prédica permanente contra bancos y empresas, pese a que varias de ellas nunca dejaron de ser aliadas de los K.
A poco de asumir, Kirchner primero descabezó la cúpula militar, sector que pasó a integrar el grupo de enemigos, en contraposición con la bandera levantada de los derechos humanos. En simultáneo, por cadena nacional, el Presidente fustigó la denominada “mayoría automática” de la Corte Suprema menemista, ordenó el juicio político contra su titular, Julio Nazareno, y avanzó con una reforma sobre el máximo tribunal.
Tras una década
Diez años después, Cristina Fernández avasalló el Poder Judicial: nombró una jefa de fiscales ultra k como Alejandra Gils Carbó, impulsó una falsa “democratización judicial”, quiso obligar a renunciar al juez Carlos Fayt, propuso miembros afines para completar una Corte adicta, nombró en fiscales y jueces afines, y cumplió su mandato enfrentada con el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti.
Los Kirchner nunca convocaron a los referentes de la oposición a dialogar. Ni siquiera para la foto. Mauricio Macri, Elisa Carrió, Hermes Binner, Margarita Stolbizer, Ernesto Sanz o Gerardo Morales estaban en la otra vereda y no merecían sentarse a la misma mesa del matrimonio presidencial.
Otro capítulo de los enfrentamientos con el Gobierno lo tuvo como protagonista al Papa Francisco, que en los comienzos del kirchnerismo y en la figura de arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, tuvo algunos cortocircuitos con el matrimonio Kirchner.
En el Tedeum de mayo de 2004 y desde la Catedral de Buenos Aires, Jorge Bergoglio cuestionó al “exhibicionismo y los anuncios estridentes de los gobernantes”, mientras que un año más tarde, antes del 25 de mayo, la Iglesia criticó “el crecimiento escandaloso de la desigualdad”, lo que obligó al arzobispo a suspender las celebraciones por el día patrio.
Desde la Casa Rosada, el entonces presidente catalogó al hoy Sumo Pontífice como el “jefe espiritual de la oposición política”.
Tiempo después, en 2008, en medio del conflicto con el campo y con Cristina Fernández en el Gobierno, Bergoglio reclamó al Ejecutivo un “gesto de grandeza” que permitiera destrabar la situación y más tarde llamó a terminar con la “crispación social”. Diez años después, Cristina se convirtió en una ferviente seguidos del Papa Francisco.
Justamente, el principal foco opositor que tuvo el kirchnerismo lo personificó la Mesa de Enlace, el sello en que se enrolaron las principales organizaciones del campo para llevar adelante un lock out con bloqueo de rutas en rechazo a la Resolución 125 elaborada por el entonces ministro de Economía, Martín Lousteau, que imponía retenciones móviles a la exportación de algunos productos agropecuarios.
El conflicto, que se extendió por 129 días, dejó frases emblemáticas como la esgrimida por la Presidenta, que después de 13 días de silencio definió a la protesta agropecuaria como “los piquetes de la abundancia”.
Aunque la imagen más recordada es el voto “no positivo” del vicepresidente Julio Cobos, quien no sólo definió la votación que hizo fracasar el intento del oficialismo por refrendar en una ley las retenciones sino que sepultó la promocionada transversalidad.
En 2009, el kirchnerismo sufrió una contundente derrota en las elecciones legislativas, sobre todo en la provincia de Buenos Aires en una alianza entre Francisco de Narváez, Mauricio Macri y Felipe Solá, pese a la presencia de Kirchner y las candidaturas testimoniales de Daniel Scioli y Sergio Massa en la boleta del FpV.
La oposición encabezada por Carrió, Oscar Aguad (UCR), Gabriela Michetti (PRO) y Francisco de Narváez, que se había convertido en la figura del triunfo anti k, confluyeron en el denominado Grupo A, que a fines de ese año buscó arrebatarle al kirchnerismo el control de las comisiones de Diputados, pero que fracasó en lo político.
A partir de la muerte de Kirchner en 2010, la Presidenta asumió un rol protagónico y la reelección conseguida con el 54 por ciento en 2011, la llevó a lanzar el “vamos por todo”, que sirvió como muletilla a la oposición para criticar cada medida impulsada desde el Gobierno.
Más tarde, Mauricio Macri reveló la existencia del denominado Círculo Rojo, impulsor de la alianza entre el PRO y el Frente Renovador de Sergio Massa, en 2013, para recortarle el poder al kirchnerismo, lo que fue interpretado por la Presidenta como un intento de “desestabilización”.
Después vino el reclamo de los holdouts y el juez de Nueva York, Thomas Griesa, y la muerte del fiscal Alberto Nisman, quien llegó a acusar a la Presidenta del encubrimiento del atentado a la AMIA.