Luego de un tiroteo, Escocia dicta leyes más estrictas sobre armas

LA PLACA. Recordatorio de los 16 niños acribillados en 1996 en Dunblane. Foto de Kieran Dodds / The New York Times LA PLACA. Recordatorio de los 16 niños acribillados en 1996 en Dunblane. Foto de Kieran Dodds / The New York Times
12 Diciembre 2015

Al Baker / The New York Times

DUNBLANE, Escocia.- Es una sencilla placa para los 16 niños acribillados ese día de marzo de 1996, colocada sobre una pequeña columna de piedra afuera de la escuela primaria que sigue educando a los jovencitos de este poblado. Construida sobre una colina entre árboles y arbustos crecidos, es fácil pasarla de largo. Sin embargo, perdura el impacto de la pérdida que el monumento refleja, a casi 20 años de que un hombre de 43 años con cuatro armas de fuego atacara el gimnasio escolar, en una matanza de tres minutos de duración que grabó con fuego la repugnancia por la violencia de armas en la psiquis nacional de Reino Unido.

Al año siguiente, el clamor popular en torno a los asesinatos, aun cuando estaba distante de los corredores del poder, impulsó a la acción política: el gobierno británico prohibió la tenencia privada de armas automáticas y de pistolas en el territorio continental de Reino Unido.

Ese tipo de acción expedita ha estado ausente en Estados Unidos, incluso tras años de letales carnicerías en la preparatoria de Columbine, Virginia Tech, y la escuela primaria Sandy Hook en Newton, Connecticut, donde el trauma colectivo quizá sea más similar a lo que este pueblito sigue experimentando.

De cualquier forma, después de más tiroteos masivos, incluido uno la semana pasada en una clínica de planificación familiar en Colorado Springs y otro en un edificio gubernamental en San Bernardino, California, personas que pugnan por leyes más estrictas de seguridad de armas de fuego en Estados Unidos tienen dificultades para reunir el consenso que echó raíces tan rápidamente en Escocia y volvió la prohibición tan bienvenida.

Mayor control   

“Yo pensé: ‘Bien, eso es algo bueno’”, dijo Simon Foy, quien encabezó un escuadrón de la muerte en Londres por la policía metropolitana, o Scotland Yard, en la época del tiroteo de Dunblane y estudió el mortífero suceso, refiriéndose a la respuesta pública que siguió.

Están de acuerdo aquellos que viven y trabajan en las calles de piedra de este poblado justo al norte de Edimburgo.

Como lo expresó Margaret Weir mientras servía café en una delicatesen en The High Street: “Es ese tipo de lugar en el que todos conocen a alguien” lastimado por la tragedia. Maestros que enseñaron en la escuela ese día siguen trabajando ahí. Parientes de los que fueron muertos se sientan en sus aulas.

El recrudecimiento de las leyes británicas sobre armas de fuego, que les dio a las autoridades mayor control sobre las licencias de armas, se considera tanto una bendición para la seguridad pública como un bálsamo para la pena colectiva del poblado.

“No puedes meramente cargarlos, como sea”, dijo la hija de 20 años de Weir, quien también estaba trabajando en la delicatesen y pidió que no se le identificara por nombre porque “es difícil tener una opinión” sobre el tiroteo y sus consecuencias. “Eso no se encarga de toda la delincuencia”, agregó la mujer más joven, “pero reduce la cantidad”.

Inacción

Al otro lado del océano y 16 años después, Estados Unidos absorbió su propia matanza de niños de cinco y seis años de edad en la escuela de Newtown. Sin embargo, la inacción que surgió de Washington fue lo opuesto de lo que surgió de Westminster tras el tiroteo de Dunblane. Y en los tres años transcurridos desde que 20 niños fueron baleados fatalmente en la escuela primara Sandy Hook, no se ha formado consenso alguno con respecto a una nueva redacción de leyes nacionales sobre armas de fuego en Estados Unidos.

Más bien, dicen algunos, partidarios de los derechos a las armas al parecer han ganado fuerza, frustrando los esfuerzos del Presidente Barack Obama que contribuirían a reducir el tipo de tiroteos masivos que actualmente ocurren con regularidad por todo el país. De hecho, a todas luces ha sido silenciado el apoyo hacia una prohibición de armas automáticas.

Si bien los asesinatos en Sandy Hook pudieran haber “sido machacados en” a personas predispuestas hacia la acción con el propósito de contrarrestar la epidemia de violencia de armas de fuego en Estados Unidos, “al resto de la nación no le fue machacado precisamente de la misma forma”, dijo Samuel Walker, profesor emérito de la Escuela de Criminología y Justicia Penal en la Universidad de Nebraska.

“Hubo más gente que dijo: ‘Bien, nosotros deberíamos poner más armas en las escuelas’”, en las manos de agentes de la ley u oficiales de seguridad, dijo Walker. Para él, ese tipo de respuesta refleja la veneración a las armas que existe en la cultura estadounidense.

“Es como un objeto religioso, una extensión de tu cuerpo”, dijo. “No podemos empezar siquiera a lograr progreso alguno para controlarlo”.

Estados Unidos tiene “altos niveles de violencia interpersonal”, mayor que en cualquier parte de Europa Occidental, y ha enraizado una preferencia cultural por las armas en muchos rincones de la sociedad, destacó Walker.

Empero, para comandantes de policía, las armas de fuego ilegales son una amenaza en una era de reducción de la delincuencia en general. En muchas ciudades, pandilleros armados son las persistentes causas de violencia. En Nueva York, participan en tiroteos en represalia en luchas por el territorio, drogas, relaciones y desacuerdos de bajo nivel, con la misma persona a menudo en cualquiera de los extremos de un cañón: tirador y víctima de tiroteo.

Una ayuda

En Escocia, nación de 5.3 millones de habitantes, el arma preferida de criminales, por mucho, es el cuchillo. Las armas siguen siendo herramientas para agricultores y cazadores.

“Nunca ves a personas con armas en este país”, dijo sir Stephen House, quien renunció el mes pasado al puesto de jefe de agentes de la policía escocesa. “Si efectivamente las ves, estás en un área rural y es un tipo que salió a cazar conejos”.

De los casi 55 homicidios en el país en los últimos 12 meses, “uno o dos de esa cifra”, fueron por arma de fuego, dijo House.

Las armas de fuego no fueron un importante problema nacional en Escocia antes del tiroteo en Dunblane. Sin embargo, las leyes promulgadas posteriormente han ayudado cada vez a la policía en el combate a la delincuencia. Incluso para aquellos con licencias para portar armas, que tenía el tirador de Dunblane, Thomas Hamilton,

“Es necesario que la persona justifique el tipo de arma que tiene, y si no puede hacerlo, entonces no la puede tener”, dijo el subcomisario Gordon Crossan, quien encabeza investigaciones penales en Edimburgo. “Y esa es una manera prudente de hacerlo, en tanto que, en Estados Unidos, en varios lugares, puedes entrar a una tienda y comprar lo que te venga en gana”.

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