Serena es explosiva

La número uno es dueña de una atracción especial.

16 Mayo 2016
Si papá y mamá Williams querían poner, a través de su nombre, una especie de bálsamo a su tercera hija, les salió mal. Muy lejos está Serena de hacerle honor al adjetivo que la identifica. La número uno del tenis tiene una vida agitada. Será por deseo o por causalidad, pero ella, pese a todo, dice que la pasa bien.

A diferencia del resto de los mortales, el ruso Shamil Tarpischev fue sancionado cuando se refirió a Serena y su hermana como “los hermanos Williams”. Más allá de la personalidad tosca del ruso, no dijo nada que otros hayan, por lo menos, pensado alguna vez debido a su físico. Claro que el status de ex tenista, de presidente de la Federación Rusa en el momento del comentario, de miembro del Comité Olímpico Internacional, de ex capitán de Copa Davis y Copa Federación exigía una diplomacia que no tuvo y que le costó 25.000 dólares de multa.

En llevar con delicadeza ese musculoso cuerpo que parece tallado en una madera de ébano, radica el encanto de Serena. Es lo que adorna sus récords y que la transforma además en una máquina de hacer millones. Cuando en 1999 ganó su primer Us Open y grand slam, firmó un contrato con Puma por 12 millones de dólares. Después tomó la posta Nike por 40 durante cinco años. “El dinero nunca fue una motivación, juego para ganar grandes”, aclaró, precisamente, antes de vencer en 2013 a la bielorrusa Victoria Azarenka en el Abierto de Estados Unidos.

Tampoco quiere que el tenis sea lo único que atraviese su vida. “Nunca lo consideré como mi única salida. Siempre me ha gustado hacer diferentes actividades”, reconoció. Su título en Arte que consiguió en el Instituto de Fort Lauderdale de Florida da cuenta de su energía para cumplir y equilibrar sus deseos. A partir de los conocimientos adquiridos, Williams creó su marca de ropa y accesorios. Aneres, que es Serena al revés, muestra una fusión entre lo deportivo y casual, similar a Signature Statement, otra de sus marcas, pero de joyas y carteras.

La menor de las hermanas Williams es Testigo de Jehová. Los que la conocen dicen que vive intensamente su religión que impide involucrarse en política. Sin embargo, la emoción fue mucho más fuerte cuando la historia estadounidense tuvo como protagonista a un ser humano de raza negra. “Se muy bien lo que supone ser testigo de Jehová, pero el día de la elección, el 2 de noviembre, yo estaba en Doha y me pasé la noche en vela. Me decía: ‘no puedo dormirme ante semejante momento’. Lloré mucho, por supuesto”, recordó sobre el triunfo de Barack Obama en 2008. Los hechos los unen: ella, cuando ganó el Us Open y se convirtió en la primera jugadora negra en ganarlo desde 1958 cuando triunfó Althea Gibson, y Obama fue el primer presidente afroamericano de ese país.

El actual presidente de Estados Unidos asumió el cargo con la certeza de buscar transformar la historia de un país que en todas las épocas padece el odio racial. Con menor poder desde su lugar, Serena tiene intenciones similares empuñando la raqueta como instrumento de transformación. “Sueño con algo mejor, con que todos tengan oportunidades. Soy una persona que ama el deporte y la imagen que se puede transmitir a través del tenis o de cualquier actividad deportiva debe ser aprovechada mejorar la vida de muchas personas”, explicó Williams sobre su fundación que asiste a niños de África y Estados Unidos.

En el ámbito amoroso también hizo ruido. Aunque intentando esquivar el alto perfil, Williams protagonizó una puja con la rusa Maria Sharapova por el búlgaro Grigor Dimitrov, que fue su novio antes. Según trascendió, Serena terminó disculpándose con la rusa. Una derrota, sí, pero de las pocas que sufre dentro o fuera de la cancha.

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