22 Agosto 2016
DOLIDO PERO ORGULLOSO. El maratonista Federico Bruno terminó la carrera con dolores pero llevando la bandera argentina. reuters
RÍO DE JANEIRO.- Tres oros, una plata, 11 diplomas y una estadística que indica que, para Argentina, los de Río 2016 fueron los mejores Juegos Olímpicos desde Londres 1948. ¿Los resultados reflejan una evolución o es un espejismo? En tierra de su vecino, Argentina vivió alegrías, emociones fuertes y cruces picantes con los locales, aunque la atmósfera fue distinta al Mundial de fútbol. Gracias, sobre todo, a los deportistas que se encargaron de calmar ánimos.
Ya el primer día de actividad, la judoka Paula Pareto esfumó el temor de la delegación de irse de Brasil sin ningún oro al imponerse en yudo. Un día después llegó el gran triunfo de Juan Martín del Potro ante Novak Djokovic, el primer paso hacia una plata que supo a oro para el renacido tenista.
También generó más de una lágrima el oro de Santiago Lange, quien tras superar un cáncer -y con un pulmón menos- logró a sus 54 años un espectacular triunfo junto a Cecilia Carranza en vela. Y para cerrar la cosecha, los “Leones” se llevaron un histórico e impensado oro en el hockey.
Argentina no lograba tantos oros desde hacía 68 años y sólo en tres ocasiones hasta Río había celebrado tres títulos olímpicos en una misma edición de los Juegos.
Pero es una forma de mirar el medallero. Las cuatro preseas están a la par de Londres 2012 y debajo de las seis de Pekín 2008 y Atenas 2004. El rendimiento fue similar pero cambió el color.
“Llegamos a Río con la mejor preparación de la historia. Pudimos hacer una planificación de cuatro años y rinde sus frutos”, dijo Gerardo Werthein, el presidente del Comité Olímpico Argentino (COA), antes de los Juegos. Argentina arribó a Río con una delegación de 213 deportistas, récord en la historia. Gran parte del número se explica en los deportes colectivos, con una cantidad inédita de nueve equipos representados en hockey, básquet, fútbol, voley, handball y rugby.
En los equipos, histórico fuerte albiceleste, el balance fue muy dispar. La otra cara de “Los Leones” fue el fútbol, que pagó el caos dirigencial en el que llegó a Río y, con un plantel armado a las apuradas, se despidió en primera ronda.
Las “Leonas” se bajaron del podio tras cuatro medallas consecutivas y la Generación Dorada liderada por Emanuel Ginóbili tuvo su emotiva despedida en cuartos de final. El voley masculino mostró gran progreso, pero tuvo la mala suerte de toparse con Brasil en el cruce tras haber ganado su zona.
Argentina cuenta desde 2009 con un financiamiento específico para el deporte a través del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, un organismo semi-público que se sustenta en el cobro de un impuesto a la telefonía móvil. En Río debían empezar a verse los primeros resultados, aunque la planificación apunta a Tokio 2020.
Los atletas ya no padecen las graves e insólitas carencias de otras épocas, aunque en remo debieron esperar varios días hasta que llegaran los botes para poder comenzar a entrenar en Brasil.
Más allá de las falencias, el deporte argentino ha ratificado un cambio de mentalidad en Río. Los deportistas, sin la queja y el lamento permanente de antaño, ya no van a participar, sino a competir. Y eso no un espejismo.
Ya el primer día de actividad, la judoka Paula Pareto esfumó el temor de la delegación de irse de Brasil sin ningún oro al imponerse en yudo. Un día después llegó el gran triunfo de Juan Martín del Potro ante Novak Djokovic, el primer paso hacia una plata que supo a oro para el renacido tenista.
También generó más de una lágrima el oro de Santiago Lange, quien tras superar un cáncer -y con un pulmón menos- logró a sus 54 años un espectacular triunfo junto a Cecilia Carranza en vela. Y para cerrar la cosecha, los “Leones” se llevaron un histórico e impensado oro en el hockey.
Argentina no lograba tantos oros desde hacía 68 años y sólo en tres ocasiones hasta Río había celebrado tres títulos olímpicos en una misma edición de los Juegos.
Pero es una forma de mirar el medallero. Las cuatro preseas están a la par de Londres 2012 y debajo de las seis de Pekín 2008 y Atenas 2004. El rendimiento fue similar pero cambió el color.
“Llegamos a Río con la mejor preparación de la historia. Pudimos hacer una planificación de cuatro años y rinde sus frutos”, dijo Gerardo Werthein, el presidente del Comité Olímpico Argentino (COA), antes de los Juegos. Argentina arribó a Río con una delegación de 213 deportistas, récord en la historia. Gran parte del número se explica en los deportes colectivos, con una cantidad inédita de nueve equipos representados en hockey, básquet, fútbol, voley, handball y rugby.
En los equipos, histórico fuerte albiceleste, el balance fue muy dispar. La otra cara de “Los Leones” fue el fútbol, que pagó el caos dirigencial en el que llegó a Río y, con un plantel armado a las apuradas, se despidió en primera ronda.
Las “Leonas” se bajaron del podio tras cuatro medallas consecutivas y la Generación Dorada liderada por Emanuel Ginóbili tuvo su emotiva despedida en cuartos de final. El voley masculino mostró gran progreso, pero tuvo la mala suerte de toparse con Brasil en el cruce tras haber ganado su zona.
Argentina cuenta desde 2009 con un financiamiento específico para el deporte a través del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, un organismo semi-público que se sustenta en el cobro de un impuesto a la telefonía móvil. En Río debían empezar a verse los primeros resultados, aunque la planificación apunta a Tokio 2020.
Los atletas ya no padecen las graves e insólitas carencias de otras épocas, aunque en remo debieron esperar varios días hasta que llegaran los botes para poder comenzar a entrenar en Brasil.
Más allá de las falencias, el deporte argentino ha ratificado un cambio de mentalidad en Río. Los deportistas, sin la queja y el lamento permanente de antaño, ya no van a participar, sino a competir. Y eso no un espejismo.