La bronca y la fe se encontraron en la plaza Independencia

Miles de personas pidieron que el Gobierno combata al narcotráfico

“TODOS SOMOS JUAN”. La foto del sacerdote que apareció ahorcado en la parroquia de La Florida protagonizó una marcha en reclamo de justicia. la gaceta / fotos de inés quinteros orio “TODOS SOMOS JUAN”. La foto del sacerdote que apareció ahorcado en la parroquia de La Florida protagonizó una marcha en reclamo de justicia. la gaceta / fotos de inés quinteros orio
07 Octubre 2016

Quizás no haya sido algo premeditado. Tal vez, por lo difícil de la tarea, el padre Juan Viroche nunca haya soñado juntar en una misma plaza, en una magnífica comunión, a vecinos de barrios populares con aquellos de las zonas más acomodadas de la ciudad. Tuvo que suceder su trágica muerte -suicido o asesinato, el cura ya no podrá guiar a pueblo de La Florida- para que este encuentro se volviera realidad.

Susana tiene 64 años, vive en Barrio Norte y fue una de las primeras en llegar a la plaza Independencia. Con paciencia esperaba apoyada en un banco que la protesta empezara a nutrirse, cuando vio que en la esquina de 25 de Mayo y San Martín se desplegaba una inmensa bandera de la Corriente Clasista Combativa (CCC). No le gustó. “No me parece que haya que traer la política acá”, fueron las palabras textuales de la mujer, que no quiso brindar su apellido. “Estoy acá por la Justicia. Yo no lo conocí al padre Juan, pero estoy segura de que fue un asesinato. Un sacerdote no se suicida, no por Dios. Fue un sacerdote que denunció la droga, la pobreza y la corrupción. Lo mataron”, dijo convencida, y se sumergió en la marcha que por momentos tomaba los tintes de una procesión.

Fueron dos marchas en una: por un lado, estuvieron los fieles de La Florida, del centro y de otras localidades del interior por los que el recordado sacerdote brindó su servicio pastoral; y, por el otro, el colectivo Hermandad de los barrios -que nuclea a siete villas del área metropolitana-, las Madres del pañuelo negro, además de movimientos sociales y estudiantiles de izquierda. Los primeros, menos ruidosos, portaban velas y rezaban el rosario mientras daban vueltas a la plaza y gritaban vivas para el padre Juan; los segundos, más efusivos, apuntaban sus cánticos a la sospechada complicidad de la policía y el Gobierno con el narcotráfico.

Cecilia Ramos (48) años, tampoco conoció a Juan Viroche. Pero tampoco tiene dudas de que, si fue un suicidio, fue inducido. “No lo conocía, no tuve esa bendición, pero tengo gente muy allegada a él que está desvastada por lo que pasó y que ponen las manos en el fuego por la memoria del padre Juan”, dijo Cecilia. Ella fue una de las que repitió varias veces, a viva voz, “que se vayan”, una frase que, según respondió, apuntaba a la cúpula de la Iglesia. “Lo abandonaron. Juan pedía protección y no se la daban. Estaba siendo amenazado, le mandaban fotos de su hermana y sus sobrinos, él pedía el traslado y no se lo daban”, relató la mujer, y no pudo contener el llano.

Cecilia es una de los tantos tucumanos que desconfían de la Iglesia, del Gobierno y de la Justicia en este polémico caso en el que las pericias indican que no hay indicios para sospechar que el cura fue víctima de un asesinato.

En la Catedral

Frente a la Catedral abierta de par en par, los fieles hicieron una estación en esta marcha/procesión presidida por una imagen de la Virgen de la Merced. Nunca una marcha tuvo tanta fe y nunca una procesión tuvo tanta bronca. Con los ojos hinchados de llorar desde el miércoles Carla Guzmán es una de las que sí conocía al padre Juan, desde los inicios de su sacerdocio en Bella Vista. Desde allí vino con su mamá a defender la memoria de su sacerdote. “Era un hombre honesto, trabajador, entregado a los fieles. Una persona que se suicida deja huellas, indicios. Es imposible que se haya suicidado con todos los proyectos que tenía. Queremos que se investigue que su muerte no quede impune”, reclamó.

Mientras los fieles reclamaban frente a la Iglesia principal, frente a la Casa de Gobierno permanecían los integrantes de Hermandad de los barrios sosteniendo el cartel que los acompaña en todas sus manifestaciones pidiendo al Gobierno que accione contra el narcotráfico: “Ni un pibe menos muerto por la droga”.

“Lo paradójico acá -analiza el psicólogo Emilio Mustafá, que acompaña a este grupo- es que sean justamente los barrios más estigmatizados por la droga los que se levanten contra el narcotráfico. Porque en las villas no está el negocio grande de la droga, está en otro lado... Lo más duro de mi trabajo en los barrios es ir a los velorios de los chicos que se mueren por la droga”, agregó.

En la marcha de ayer quedó de manifiesto que en la creencia colectiva es que, tal como pasa en los jóvenes de los barrios más vulnerables, la muerte de Juan Viroche tiene una conexión directa con el narcotráfico.

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