15 Octubre 2016
Zecca: "si fue suicidio u homicidio poco importa, lo que sí importa es que se esclarezca la verdad”
Los vecinos de La Florida realizaron una la misa por las nueve noches desde la muerte del cura Juan Viroche. Frente a la Parroquia del sacerdote fallecido, el arzobispo pidió unión y criticó a los medios.
SIN CONSUELO. Muchos fieles no pudieron contener el llanto y se refugiaron en los brazos de familiares y amigos.
“¡Que viva el padre Juan!”, arengaban por micrófono. “¡Que viva!”, respondían los fieles con la voz ahogada por el llanto. Se habían quebrado en diferentes momentos de la misa y al finalizar la ceremonia les ganaba el desconsuelo.
Al cumplirse las nueve noches desde la muerte del sacerdote Juan Viroche, el pueblo de La Florida celebró una misa y cientos de personas asistieron a la ceremonia religiosa. La parroquia Nuestra Señora del Valle, donde hace 10 días encontraron ahorcado al cura, seguía cerrada y con una faja de “clausurado” en el portón. Por eso montaron un altar en la vereda, al costado del templo, y colocaron varias hileras de sillas plásticas sobre la avenida María José Landajo. El tránsito permaneció cortado hasta pasadas las 22, cuando la gente terminó de abandonar el lugar.
Se veía caminar a varios curas por los alrededores del altar, minutos antes de la misa. Pero para más de uno fue una sorpresa cuando se anunció por los parlantes que la ceremonia sería dirigida por el arzobispo Alfredo Zecca. En distintos sectores del público se oyeron murmullos y una mujer, Mariana Díaz, se quejó más tarde ante LA GACETA: “es una hipocresía que haya venido porque desde el primer momento no lo apoyó al padre Juan”.
La homilía de Zecca estuvo centrada en los rumores que rodean a la muerte de Viroche. “Su muerte nos tiene heridos pero en pie, como María ante la cruz”, dijo primero. Y agregó: “mucho se ha hablado sobre la muerte del querido padre Juan, también mucho se ha murmurado y calumniado; algunos con inocencia pero otros con la intención de sembrar en el santo pueblo de Dios la división que siempre es obra del demonio”, disparó.
“Si fue suicidio u homicidio poco importa, lo que sí importa es que se esclarezca la verdad y eso es función de la Justicia”, afirmó Zecca. Luego les pidió a los fieles que se mantengan unidos: “que nadie intente dividirnos, que nadie pretenda usar políticamente esta dolorosa muerte. Si existiera un pequeño grupo dentro de la Iglesia que pretendiera sembrar la división, hay que dejarlo solo, como yerba mala, como semilla de corrupción”.
Inmediatamente después, el arzobispo se refirió a la prensa. “A los medios de comunicación les pido que tengan respeto por nuestro duelo; déjennos llorar a nuestro hermano en paz. La libertad de informar tiene como límite la ética, el respeto y el pudor ante el dolor ajeno. Que nadie haga ni permita comentarios sobre su vida íntima, que sólo a él y a Dios pertenecen. Eso es murmuración, difamación y ciertamente no viene del espíritu de Dios sino del espíritu del mal, del demonio, padre de la mentira”, sostuvo con dureza.
Al finalizar la misa, todas las miradas se dirigieron hacia una pantalla gigante que estaba ubicada a un costado del público. Allí proyectaron un video que habían preparado los fieles con fotografías del padre Juan y una imagen donde se observaba a Jesús y a la Virgen María recibiendo a Viroche en el cielo. La escena conmovió a los fieles: los que habían logrado contenerse durante la misa terminaron de quebrarse en ese instante. Hombres y mujeres se abrazaban en un intento de darse consuelo, aunque nada parecía calmarlos.
Después tomó el micrófono una mujer que se presentó como la sobrina del sacerdote. “No bajen los brazos, toda esta lucha de mi tío ha sido por ustedes”, le dijo a la gente.
“Fue un acto hermoso, bien merecido porque era un sacerdote santo”, comentó María Concepción del Campo al finalizar la ceremonia. También expresaron su opinión Marcela Viroche, prima del cura, y su amiga Silvia Pinto. “Esto no ha sido un suicidio, el padre jamás se hubiese matado porque él amaba y defendía la vida. Queremos que se haga justicia porque se está tratando de tapar lo central con un montón de mentiras; que se sepa quiénes son los responsables porque estamos seguras de que lo mataron”, sostuvieron, con bronca y dolor.
Al cumplirse las nueve noches desde la muerte del sacerdote Juan Viroche, el pueblo de La Florida celebró una misa y cientos de personas asistieron a la ceremonia religiosa. La parroquia Nuestra Señora del Valle, donde hace 10 días encontraron ahorcado al cura, seguía cerrada y con una faja de “clausurado” en el portón. Por eso montaron un altar en la vereda, al costado del templo, y colocaron varias hileras de sillas plásticas sobre la avenida María José Landajo. El tránsito permaneció cortado hasta pasadas las 22, cuando la gente terminó de abandonar el lugar.
Se veía caminar a varios curas por los alrededores del altar, minutos antes de la misa. Pero para más de uno fue una sorpresa cuando se anunció por los parlantes que la ceremonia sería dirigida por el arzobispo Alfredo Zecca. En distintos sectores del público se oyeron murmullos y una mujer, Mariana Díaz, se quejó más tarde ante LA GACETA: “es una hipocresía que haya venido porque desde el primer momento no lo apoyó al padre Juan”.
La homilía de Zecca estuvo centrada en los rumores que rodean a la muerte de Viroche. “Su muerte nos tiene heridos pero en pie, como María ante la cruz”, dijo primero. Y agregó: “mucho se ha hablado sobre la muerte del querido padre Juan, también mucho se ha murmurado y calumniado; algunos con inocencia pero otros con la intención de sembrar en el santo pueblo de Dios la división que siempre es obra del demonio”, disparó.
“Si fue suicidio u homicidio poco importa, lo que sí importa es que se esclarezca la verdad y eso es función de la Justicia”, afirmó Zecca. Luego les pidió a los fieles que se mantengan unidos: “que nadie intente dividirnos, que nadie pretenda usar políticamente esta dolorosa muerte. Si existiera un pequeño grupo dentro de la Iglesia que pretendiera sembrar la división, hay que dejarlo solo, como yerba mala, como semilla de corrupción”.
Inmediatamente después, el arzobispo se refirió a la prensa. “A los medios de comunicación les pido que tengan respeto por nuestro duelo; déjennos llorar a nuestro hermano en paz. La libertad de informar tiene como límite la ética, el respeto y el pudor ante el dolor ajeno. Que nadie haga ni permita comentarios sobre su vida íntima, que sólo a él y a Dios pertenecen. Eso es murmuración, difamación y ciertamente no viene del espíritu de Dios sino del espíritu del mal, del demonio, padre de la mentira”, sostuvo con dureza.
Al finalizar la misa, todas las miradas se dirigieron hacia una pantalla gigante que estaba ubicada a un costado del público. Allí proyectaron un video que habían preparado los fieles con fotografías del padre Juan y una imagen donde se observaba a Jesús y a la Virgen María recibiendo a Viroche en el cielo. La escena conmovió a los fieles: los que habían logrado contenerse durante la misa terminaron de quebrarse en ese instante. Hombres y mujeres se abrazaban en un intento de darse consuelo, aunque nada parecía calmarlos.
Después tomó el micrófono una mujer que se presentó como la sobrina del sacerdote. “No bajen los brazos, toda esta lucha de mi tío ha sido por ustedes”, le dijo a la gente.
“Fue un acto hermoso, bien merecido porque era un sacerdote santo”, comentó María Concepción del Campo al finalizar la ceremonia. También expresaron su opinión Marcela Viroche, prima del cura, y su amiga Silvia Pinto. “Esto no ha sido un suicidio, el padre jamás se hubiese matado porque él amaba y defendía la vida. Queremos que se haga justicia porque se está tratando de tapar lo central con un montón de mentiras; que se sepa quiénes son los responsables porque estamos seguras de que lo mataron”, sostuvieron, con bronca y dolor.
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