19 Noviembre 2016
“Las Talitas es una zona roja por la droga, hay muchísimos vendedores y chicos que consumen desde los 12 años o menos; acá llegamos a tener niños de cinco o seis años”, alertó el pastor evangélico Heber Albarracín, quien está a cargo de la fundación “Casa Padre” que brinda asistencia a jóvenes adictos en Villa Mariano Moreno.
La fundación realiza esa tarea desde 1988, por lo que Albarracín conoce de cerca la realidad que viven las víctimas de adicciones en ese barrio. “Esta es una zona sin control y esa falta de control siempre se debe al problema de jurisdicción: como la venta de drogas es un delito federal, la Policía se lava las manos y dice que no es competencia suya”, planteó.
En “Casa Padre” trabajan con todos aquellos jóvenes que ya buscaron ayuda en otras instituciones y aún así no lograron rehabilitarse. “Aquí les damos un tratamiento alternativo de logoterapia, basado en el diálogo, la reflexión y la recuperación del sentido de la vida”, explicó el pastor, que actualmente trabaja con 25 jóvenes internos y otros 10 ambulatorios.
De acuerdo a lo que pudo observar en sus casi 30 años de experiencia, en el caso particular de Villa Mariano Moreno los jóvenes suelen acudir a las drogas para huir de una historia de violencia familiar. “Ese suele ser el origen: hogares disfuncionales, padres que golpean a las esposas y chicos que crecen bajo esa violencia con el anhelo de que cuando sean grandes van a matar al padre. Pero después, cuando crecen, ya no se animan y por eso se drogan; es como una autoaniquilación por no haber podido hacer lo que habían pensado; un sentimiento de odio reprimido que se manifiesta violentamente contra ellos mismos”, expuso. “Otra de las causas es la pérdida de la madre. Hay muchos chicos huérfanos que recurren a las drogas ante esa ausencia, pero son menos los casos. La tercera opción son los que se drogan por probar, pero eso son los menos, casi siempre están motivados por algo”, aseguró el pastor.
Más ayuda, menos robos
Todos los días llegan pedidos de ayuda al “Templo de la Alabanza”, ubicado en la esquina de calles 8 y 25 de Villa Mariano Moreno, pero no hay espacio suficiente para todos. “Tenemos muchos pedidos pero no tenemos infraestructura. Hoy, sin ir más lejos, tenemos tres chicos durmiendo en colchones sobre el piso porque no hay más camas”, contó. “Nosotros trabajamos con recursos propios y de la iglesia; hemos solicitado ayuda al Ministerio de Desarrollo Social pero eso todavía está en trámite. Es muy triste porque todos los días vienen madres que nos parten el corazón pero no tenemos lugar para recibir más chicos”, lamentó.
En “Casa Padre” los jóvenes duermen y se alimentan, además de que les proporcionan ropa y calzado. “Siempre digo que este es un trabajo de amor porque lo sostenemos con las ofrendas de los miembros de la iglesia”, destacó Albarracín. Y remarcó: “hay chicos adictos que necesitan cometer un robo por día, como mínimo, para sostener esa adicción. Con esta ayuda, estamos logrando reducir los robos que hay en la calle y esto es algo que tiene que valorar el Gobierno”, sentenció.
La fundación realiza esa tarea desde 1988, por lo que Albarracín conoce de cerca la realidad que viven las víctimas de adicciones en ese barrio. “Esta es una zona sin control y esa falta de control siempre se debe al problema de jurisdicción: como la venta de drogas es un delito federal, la Policía se lava las manos y dice que no es competencia suya”, planteó.
En “Casa Padre” trabajan con todos aquellos jóvenes que ya buscaron ayuda en otras instituciones y aún así no lograron rehabilitarse. “Aquí les damos un tratamiento alternativo de logoterapia, basado en el diálogo, la reflexión y la recuperación del sentido de la vida”, explicó el pastor, que actualmente trabaja con 25 jóvenes internos y otros 10 ambulatorios.
De acuerdo a lo que pudo observar en sus casi 30 años de experiencia, en el caso particular de Villa Mariano Moreno los jóvenes suelen acudir a las drogas para huir de una historia de violencia familiar. “Ese suele ser el origen: hogares disfuncionales, padres que golpean a las esposas y chicos que crecen bajo esa violencia con el anhelo de que cuando sean grandes van a matar al padre. Pero después, cuando crecen, ya no se animan y por eso se drogan; es como una autoaniquilación por no haber podido hacer lo que habían pensado; un sentimiento de odio reprimido que se manifiesta violentamente contra ellos mismos”, expuso. “Otra de las causas es la pérdida de la madre. Hay muchos chicos huérfanos que recurren a las drogas ante esa ausencia, pero son menos los casos. La tercera opción son los que se drogan por probar, pero eso son los menos, casi siempre están motivados por algo”, aseguró el pastor.
Más ayuda, menos robos
Todos los días llegan pedidos de ayuda al “Templo de la Alabanza”, ubicado en la esquina de calles 8 y 25 de Villa Mariano Moreno, pero no hay espacio suficiente para todos. “Tenemos muchos pedidos pero no tenemos infraestructura. Hoy, sin ir más lejos, tenemos tres chicos durmiendo en colchones sobre el piso porque no hay más camas”, contó. “Nosotros trabajamos con recursos propios y de la iglesia; hemos solicitado ayuda al Ministerio de Desarrollo Social pero eso todavía está en trámite. Es muy triste porque todos los días vienen madres que nos parten el corazón pero no tenemos lugar para recibir más chicos”, lamentó.
En “Casa Padre” los jóvenes duermen y se alimentan, además de que les proporcionan ropa y calzado. “Siempre digo que este es un trabajo de amor porque lo sostenemos con las ofrendas de los miembros de la iglesia”, destacó Albarracín. Y remarcó: “hay chicos adictos que necesitan cometer un robo por día, como mínimo, para sostener esa adicción. Con esta ayuda, estamos logrando reducir los robos que hay en la calle y esto es algo que tiene que valorar el Gobierno”, sentenció.
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