11 Diciembre 2016
El partido premium del fútbol argentino es una enorme Caja de Pandora con repercusiones universales, una pulseada que tiene en vilo a millones de fanáticos, una historia repleta de relatos fantásticos, verídicos o no.
El superclásico Boca-River, al revés esta vez, es una receta de múltiples ingredientes que siempre deriva en un plato diferente. Hasta el más insípido cero a cero deja más satisfecho a un comensal que a otro. El bolillero determinó diciembre, fecha poco usual, aperitivo navideño cuyo descorche esta tarde en el Monumental, con Diego Abal como “maitre” a partir de las 17, quién sabe cómo puede resultar.
River llega más incómodo por cuestiones de calendario. Nadie por libre albedrío quiere disputar un clásico a cuatro días de una final, en este caso, de una Copa Argentina devenida en Champions. Indigestado por un puñado de malos resultados y sobre todo por un rendimiento más bien soso en el torneo, Marcelo Gallardo optó por poner toda (o casi) la carne en el asador. Dio tres entrevistas radiales en la semana, pero canceló la conferencia de los viernes.
Algunos piensan que el “Muñeco” se guarda un as bajo la manga, como la presencia de Iván Rossi por Gonzalo Martínez para reforzar la marca, o preservar a Lucas Alario y meter a Rodrigo Mora, también con más prodigalidad en el esfuerzo. La idea es que Leonardo Ponzio no quede tan solo. Ah, y se espera el regreso del “Mariscal” Jonathan Maidana. Y que sea un lateral natural como Luis Olivera quien vaya a la izquierda.
Las eventuales precauciones de Gallardo, que en copas sí pero en torneos locales no festejó como entrenador ante Boca, parecen atinadas. Porque el “Xeneize” llega a Núñez “picante” en su juego, sobre todo después del regreso de Fernando Gago, clave en las dos últimas (resonantes) victorias ante San Lorenzo y Racing.
La luxación sufrida en el hombro por el arquero Guillermo Sara -atajará Axel Werner- obligó a Guillermo Barros Schelotto a cumplir con la costumbre: en 38 partidos desde que desembarcó en Boca, jamás ha podido repetir equipo. Además, Darío Benedetto no irá siquiera al banco (Walter Bou va como de punta). Juan Insaurralde y Pablo Pérez, que estaban en duda, se recuperaron.
Aunque el “Xeneize” está a tiro de la punta, aún le sangran dos heridas de su pasado reciente: Independiente del Valle y Central. En ese sentido, y sin copas internacionales en el horizonte de 2017, este superclásico y el campeonato local cotizan alto en un mundo Boca que de nuevo se vio sacudido por razones extra futbolísticas antes de un partido clave.
Esta vez, por Carlos Tevez, el ídolo intocable. Sembró dudas acerca de su futuro: no seguir en Boca, retirarse o ir a jugar a China. Para el “Apache”, podría ser su última vez frente a River. Lo mismo para Andrés D’Alessandro, también con un debe mayor que su haber ante el acérrimo rival y, pese a su “silenzio stampa”, a priori más cerca de volver a Brasil que quedarse en Núñez.
Claro que un pasaporte a la Copa Libertadores 2017 podría torcerle la voluntad. Por esta y tantas otras consecuencias, para River, como admitió Gallardo, el partido más importante que le queda en el año será el jueves en Córdoba ante Rosario Central. Pero Boca es Boca y ahora le toca.
Por su parte, el “Xeneize” está con los dientes afilados, quiere llegar a una supremacía de 10 partidos de diferencia en el historial del profesionalismo y dejar tambaleante a su contrincante en estas horas decisivas.
El superclásico Boca-River, al revés esta vez, es una receta de múltiples ingredientes que siempre deriva en un plato diferente. Hasta el más insípido cero a cero deja más satisfecho a un comensal que a otro. El bolillero determinó diciembre, fecha poco usual, aperitivo navideño cuyo descorche esta tarde en el Monumental, con Diego Abal como “maitre” a partir de las 17, quién sabe cómo puede resultar.
River llega más incómodo por cuestiones de calendario. Nadie por libre albedrío quiere disputar un clásico a cuatro días de una final, en este caso, de una Copa Argentina devenida en Champions. Indigestado por un puñado de malos resultados y sobre todo por un rendimiento más bien soso en el torneo, Marcelo Gallardo optó por poner toda (o casi) la carne en el asador. Dio tres entrevistas radiales en la semana, pero canceló la conferencia de los viernes.
Algunos piensan que el “Muñeco” se guarda un as bajo la manga, como la presencia de Iván Rossi por Gonzalo Martínez para reforzar la marca, o preservar a Lucas Alario y meter a Rodrigo Mora, también con más prodigalidad en el esfuerzo. La idea es que Leonardo Ponzio no quede tan solo. Ah, y se espera el regreso del “Mariscal” Jonathan Maidana. Y que sea un lateral natural como Luis Olivera quien vaya a la izquierda.
Las eventuales precauciones de Gallardo, que en copas sí pero en torneos locales no festejó como entrenador ante Boca, parecen atinadas. Porque el “Xeneize” llega a Núñez “picante” en su juego, sobre todo después del regreso de Fernando Gago, clave en las dos últimas (resonantes) victorias ante San Lorenzo y Racing.
La luxación sufrida en el hombro por el arquero Guillermo Sara -atajará Axel Werner- obligó a Guillermo Barros Schelotto a cumplir con la costumbre: en 38 partidos desde que desembarcó en Boca, jamás ha podido repetir equipo. Además, Darío Benedetto no irá siquiera al banco (Walter Bou va como de punta). Juan Insaurralde y Pablo Pérez, que estaban en duda, se recuperaron.
Aunque el “Xeneize” está a tiro de la punta, aún le sangran dos heridas de su pasado reciente: Independiente del Valle y Central. En ese sentido, y sin copas internacionales en el horizonte de 2017, este superclásico y el campeonato local cotizan alto en un mundo Boca que de nuevo se vio sacudido por razones extra futbolísticas antes de un partido clave.
Esta vez, por Carlos Tevez, el ídolo intocable. Sembró dudas acerca de su futuro: no seguir en Boca, retirarse o ir a jugar a China. Para el “Apache”, podría ser su última vez frente a River. Lo mismo para Andrés D’Alessandro, también con un debe mayor que su haber ante el acérrimo rival y, pese a su “silenzio stampa”, a priori más cerca de volver a Brasil que quedarse en Núñez.
Claro que un pasaporte a la Copa Libertadores 2017 podría torcerle la voluntad. Por esta y tantas otras consecuencias, para River, como admitió Gallardo, el partido más importante que le queda en el año será el jueves en Córdoba ante Rosario Central. Pero Boca es Boca y ahora le toca.
Por su parte, el “Xeneize” está con los dientes afilados, quiere llegar a una supremacía de 10 partidos de diferencia en el historial del profesionalismo y dejar tambaleante a su contrincante en estas horas decisivas.