Decálogo para la Era del Tricentenario

El Bicentenario cumplió su cometido. Era una oportunidad y se aprovechó. Invitaba a la comunión de intereses y se aceptó el convite. Este año había sido parido como un hijo de la división. El país se había despedido peleado de 2015. Los unos no podían ver a los otros y, seamos sinceros, los otros tampoco soportaban a los unos. El Bicentenario fue el justificativo perfecto y algunas enseñanzas dejó.

LA GACETA / OSCAR FERRONATO LA GACETA / OSCAR FERRONATO

1) Objetivo común

El Bicentenario dejó la certeza de que si los tucumanos consiguen encolumnarse detrás de algo en lo que todos creen pueden hacerse cosas.

2) El ciudadano positivo

La llegada de este año obligó a pensar cosas que se podían HACER. Casi no hubo detractores; y los que hubieron eran tan pocos que no alcanzaban ni para cortar una calle. Los tucumanos en “modo hacer” somos capaces de construir mucho. Además, aún en la subestimación, o no valoración del otro, la construcción estuvo por encima de esas nimiedades.

3) Otro paradigma

Normalmente para hacer cosas en la provincia hay un largo protocolo para aprender a sortear obstáculos que ponen los “obstaculistas” de siempre. Con el Bicentenario como objetivo final se cambió el paradigma y los que acostumbran a poner trabas las sacaron.

4) El virus del diálogo

Amigos, enemigos y desconocidos tuvieron que sentarse en la misma mesa para crear, para consolidar proyectos y para festejar. Quedó clara la posibilidad de convivir con tres ideales positivos. Eso fortaleció el diálogo y el respeto hacia el otro.

5) Imaginación

Cada institución, cada estamento y cada organización quiso hacer algo por el Bicentenario y, si fuera posible, algo distinto. Por eso este festejo potenció la creatividad y la imaginación de los tucumanos.

6) Ubicuidad

No es lo mismo pensar para dentro de cinco minutos que para las próximas generaciones. El Bicentenario enseñó que si se proyectaba para el cortísimo plazo el entendimiento era muy dificultoso, en cambio si el objetivo se dibujaba a más de una década (largo plazo) el acuerdo ya estaba asegurado.

7) Respeto a la experiencia y a la juventud

Vivimos un divorcio muy grande entre generaciones. Los jóvenes tienen una velocidad propulsada a WhatsApp y los adultos mayores ni siquiera tienen tiempo de observar a sus nietos. El Bicentenario invitó a la escucha y a la posibilidad de adecuar cada idea y cada proyecto a los destinatarios, sin que el divorcio reclame potestades ni desatenciones.

8) Resucitó la historia

El Bicentenario abrió un debate. Discusiones sanas, acaloradas y respetuosas se desataron. Así se descubrieron próceres, anécdotas, historias, cuitas y saberes. El conocimiento de nuestra historia fortalece el crecimiento y la confianza del individuo.

9) La grandeza

Los tucumanos nos hemos sentido protagonistas de este mundo. Se asumió sin soberbias ni egoísmos. Se vivió con la grandeza que implica felicitar al enemigo por lo que hace o abrazar a quien no se entiende por lo que consiguió. Incluso, sirvió para sonreír y dar bienestar a los visitantes que llegaron a ver, conocer, enseñar y aprender.

10) Identidad

Durante años a los tucumanos nos ha costado tener una identidad irrefutable. Algunos han visto que ella estaba en la cultura, otros en la industria, pero el Bicentenario ha permitido romper esas estructura y encontrar algo que nos identifique. Sólo hicieron falta la autocrítica, la conclusión y el proyecto.

Podría haber un punto 11 y tal vez otros más, pero dependen de lo que vendrá. Ese punto podría decir que en 2016 se puso la semilla de un Tucumán diferente, solidario y creativo pero no germinó. O, en todo caso, podría ser el número 1 porque la semilla sí prendió y ha comenzado a dar los frutos de lo que se convertirá en la Era del Tricentenario. 

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