Por Marcelo Aguaysol
29 Diciembre 2016
SE ACTIVA LA MAQUINARIA ELECTORAL. La ejecución de obras públicas es un clásico durante los años impares.
Un vertiginoso 2016 le cede el paso a un promisorio 2017. Al menos desde las estadísticas. La Argentina quiere salir de la recesión económica con recetas clásicas en tiempos electorales: obras públicas y más consumo interno. Las expectativas de la población están centradas en esas variables. La esperanza es lo último que se pierde; para los políticos, las elecciones, también. Un resultado adverso para la gestión del presidente Mauricio Macri marcará la senda hacia 2019. La economía votará más que siempre en los comicios de medio turno. En ese Presupuesto, el Gobierno nacional ha puesto la vara demasiado elevada: ha previsto un gasto que supera los $ 2,3 billones; ha considerado que, durante el nuevo año, la inflación no superará el 17% (después de un 40% observado en este año que se va); de la misma manera, buscará mantener a raya las paritarias, algo improbable por la puja con los gremios para recuperar algunos puntos del poder adquisitivo observado en el recesivo 2016.
En la Casa Rosada hablan de que el techo de las próximas negociaciones salariales será del 20%. Pero la puja se mantiene ya que algunas consultoras y los gremios sostienen que, durante este año que se aleja el salario formal ha perdido un 7% en relación a lo pactado en las paritarias.
El dólar -en los papeles- se irá a $ 17,92, en promedio, por unidad. Y, lo que es fundamental para la gestión, la principal variable muestra, en las proyecciones oficiales, un cambio de signo para el rumbo económico: del 2,5% negativo de este año que se va al 3,5% de expansión en el Producto Bruto Interno (PBI) de 2017.
En los hechos, ¿qué pueden significar esos números? Que el sector privado, definitivamente, volcará los capitales prometidos para incrementar la productividad. Ese fenómeno, a su vez, implicaría una generación de mano de obra -por mayor ritmo- y, por ende, una reducción de la tasa de desocupación (que en el país roza el 10%), una recuperación del empleo (se estima que en el último año se destruyeron 150.000 puestos) y de los niveles de pobreza (llega al 35% en el Gran Tucumán-Tafí Viejo, apenas por encima del promedio nacional urbano).
Según el economista del IAE, Eduardo Fracchia, la clase política oficialista se tentará para sostener la gestión con un “recreo” en 2017 respecto del modelo proinversión, dándole mayor prioridad al consumo. La gobernabilidad le dará sustento a la estrategia gradualista del cambio de modelo económico argentino.
La obra pública volverá a ser el motor de la reactivación. Así lo ha delineado el Gobierno. Siempre existe esa tentación de cortar cintas en épocas de elecciones. El condicionante, no obstante, es el elevado déficit fiscal. Las provincias no se quedan atrás en ese esquema. Pagarán, con menos giro de coparticipación, una medida tan anunciada como populista: la reforma en el impuesto a las Ganancias.
Con el déficit acechando, con la reactivación esperada por los agentes económicos, otra clave fundamental para el nuevo año será el freno a la inflación, aunque en el nuevo año, la Argentina estrenará el billete de más alta denominación de las últimas dos décadas y media: el de $ 1.000. Año nuevo, medidas renovadas.
En la Casa Rosada hablan de que el techo de las próximas negociaciones salariales será del 20%. Pero la puja se mantiene ya que algunas consultoras y los gremios sostienen que, durante este año que se aleja el salario formal ha perdido un 7% en relación a lo pactado en las paritarias.
El dólar -en los papeles- se irá a $ 17,92, en promedio, por unidad. Y, lo que es fundamental para la gestión, la principal variable muestra, en las proyecciones oficiales, un cambio de signo para el rumbo económico: del 2,5% negativo de este año que se va al 3,5% de expansión en el Producto Bruto Interno (PBI) de 2017.
En los hechos, ¿qué pueden significar esos números? Que el sector privado, definitivamente, volcará los capitales prometidos para incrementar la productividad. Ese fenómeno, a su vez, implicaría una generación de mano de obra -por mayor ritmo- y, por ende, una reducción de la tasa de desocupación (que en el país roza el 10%), una recuperación del empleo (se estima que en el último año se destruyeron 150.000 puestos) y de los niveles de pobreza (llega al 35% en el Gran Tucumán-Tafí Viejo, apenas por encima del promedio nacional urbano).
Según el economista del IAE, Eduardo Fracchia, la clase política oficialista se tentará para sostener la gestión con un “recreo” en 2017 respecto del modelo proinversión, dándole mayor prioridad al consumo. La gobernabilidad le dará sustento a la estrategia gradualista del cambio de modelo económico argentino.
La obra pública volverá a ser el motor de la reactivación. Así lo ha delineado el Gobierno. Siempre existe esa tentación de cortar cintas en épocas de elecciones. El condicionante, no obstante, es el elevado déficit fiscal. Las provincias no se quedan atrás en ese esquema. Pagarán, con menos giro de coparticipación, una medida tan anunciada como populista: la reforma en el impuesto a las Ganancias.
Con el déficit acechando, con la reactivación esperada por los agentes económicos, otra clave fundamental para el nuevo año será el freno a la inflación, aunque en el nuevo año, la Argentina estrenará el billete de más alta denominación de las últimas dos décadas y media: el de $ 1.000. Año nuevo, medidas renovadas.
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