La ultraderecha se desinfla en Holanda

17 Marzo 2017

Jorge Elías - Periodista y director de Portal de Noticias

Al filo de la campaña, Turquía metió la cola en las elecciones de Holanda. La crisis entre ambos gobiernos aireó la xenofobia contra los musulmanes en particular y contra los extranjeros en general. Intentó sacarle rédito el líder del Partido de la Libertad (PVV), Geert Wilders. En la campaña, Wilders le sugirió al diputado holandés de origen turco Tunahan Kuzu que se fuera del país. En respuesta, Kuzu le reprochó que su partido instaba a prohibir el Corán y cerrar las mezquitas como en los años ‘30, el régimen nazi instaba a prohibir la Torá y cerrar las sinagogas.

Era el momento Wilders de la historia, con el Brexit y Donald Trump como estandartes, pero perdió. Su derrota alivió a los centristas. De haber ganado, difícilmente iba a ser el primer ministro, sobre todo por las alianzas que se necesitan. Wilders ganaba en algunas encuestas. Era el termómetro, y una rareza política. Vive en las sombras, con custodia. Lo amenazaron de muerte en 2004. Ese año, extremistas musulmanes liquidaron al cineasta antiislamista Theo van Gogh.

Casi todos los partidos holandeses se oponían a una coalición con Wilders. En estas elecciones, la sociedad holandesa dejó de mostrarse liberal y tolerante. Hasta el primer ministro Mark Rutte, cuyo partido liberal revalidó la victoria, quedó a merced de la prédica sin matices. Los atentados contra blancos europeos radicalizaron los discursos.

Parecía ser la oportunidad de Wilders. El apoyo a la extrema derecha creció en Europa del 1%, en los años ‘80, al 12% en 2016, según la Encuesta Mundial de Valores. En Holanda, Francia, Alemania y Austria, el aumento ha sido superior. Lo mismo ocurrió con la extrema izquierda, con índices de adhesión significativos desde 2005. La confianza en la Unión Europea, a su vez, cayó 20 puntos porcentuales entre 2004 y 2014, así como la aprobación de las instituciones nacionales.

El debate por la soberanía y la identidad nacional no sólo dominó la campaña en Holanda. Trascendió fronteras. La proclama de Wilders, “Make the Netherlands ours again (Hagamos los Países Bajos nuestros de nuevo)”, emuló la de Trump. Su plan quiso ser simple. El Islam, según Wilders, amenaza a la democracia. La Unión Europea entrega dinero a los refugiados mientras los gobiernos recortan los servicios públicos. ¿Qué queda, entonces? Abandonar la Unión Europea, al estilo Brexit, a pesar de que Holanda fue una de las fundadoras.

Wilders, con su lema “nosotros contra ellos”, polarizó a un país de más inmigrantes que emigrantes. Vive ensimismado mientras el primer ministro Rutte va a trabajar en bicicleta. En la refriega, dos ministros turcos no pudieron hacer campaña en Holanda por el referéndum para reforzar el poder de Recep Erdogan.

Antes del entuerto con Holanda, el arresto en Estambul del periodista alemán de origen turco Deniz Yucel, acusado de hacer “propaganda terrorista”, avivó en Alemania las llamas contra Turquía y renovó la xenofobia. Erdogan, renuente a liberarlo a pesar del reclamo de Ángela Merkel, tampoco pudo enviar a sus ministros a alentar a los turcos a votar por el “Sí” en la consulta. La pelea insufló al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania y se trasladó a Francia, donde Marine Le Pen pretende aprovechar, en las presidenciales de abril, el viento a favor de la islamofobia y del euroescepticismo, atenuado por el traspié de Wilders. (Télam)

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