Tucumán Rugby jugó el partido perfecto y se devoró a Duendes con una lluvia de tries

02 Abril 2017
Mire si sabrá Tucumán Rugby lo que son las victorias memorables, que a lo largo de sus casi 75 años desde su fundación construyó una envidiable galería de honor, repleta de triunfos bañados en épica o relucientes de virtuosismo técnico. Sin embargo, pocos ostentan el nivel de perfección conceptual y de ejecución que alcanzó la paliza propinada ayer a Duendes, en Yerba Buena, por la cuarta fecha del Nacional de Clubes A. El “Verdinegro”se tomó revancha de la derrota sufrida en la primera rueda en Rosario de la mejor forma posible: con una exhibición de rugby. En efecto, fue catedrático lo de Tucumán Rugby, porque hizo todo bien. Y es que sólo jugando un partido que raye en lo perfecto es posible borrar de la cancha a un temible rival como el heptacampeón rosarino, y estampar un 68-14 en el tablero final. Propios y extraños se pusieron de pie para aplaudir al “Verdinegro” tucumano una vez que el árbitro francés Ludovic Carrillo señaló el final.

Realmente parece mentira que hayan pasado sólo tres semanas entre el duelo de ida en la “Chicago argentina”. Tucumán Rugby salió a degüello y en seis minutos ya ganaba 14-0, con dos lindos tries de Lucas Cartier y Miguel Barrera. Concentración al máximo, un ritmo infernal y una precisión quirúrgica fueron los componentes de la fórmula que agujereó la defensa del “Fantasma” cinco veces durante el primer tiempo. Salvo por esos cinco minutos del primer tiempo en los que intentó algún tipo de reacción y llegó al try de Nicolás Sánchez, Duendes fue borrado de la cancha por un Tucumán Rugby voraz para atacar y espartano para defender. Desde el pilar izquierdo hasta el fullback tacklearon como si estuvieran enojados, y varios tries se originaron así, a partir de pelotas recuperadas por la defensa. Por caso, el segundo try de Cartier, posibilitado por un terrible tackle de Tomás Albornoz -partido soñado del apertura- sobre un pilar rosarino.

Si el primer tiempo fue desconcertante para Duendes, el segundo fue un suplicio. Tucumán Rugby no sacó el pie del acelerador en ningún momento y se desinteresó de la hache: nada de sumar de a tres. Mandó siempre la caballería a buscar el ingoal y lo encontró otras cinco veces, con tries de toda clase, aprovechando que los rosarinos ya estaban física y mentalmente en ruinas. “Nos aplastaron. No tuvimos chance de nada”, reconoció el capitán Román Miralles.

Así, Tucumán Rugby se acomodó como escolta de Hindú en este grupo que, definitivamente, es “el de la muerte”.

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