03 Abril 2017
El millonario robo de cuatro instrumentos que sufrió el hospital Padilla el viernes a la noche generó un hondo pesar en el personal que trabaja allí, pero también incertidumbre en aquellos pacientes que tienen un turno programado. Si bien están tras los pasos del ladrón, que ya estaría identificado, aún no pudieron recuperar el botín.
Según se explicó, todo lo robado se encontraba en el servicio de endoscopía de la Sala 11 del hospital. Se trata de cuatro cañas -dos colonoscopios, un gastroscopio y un duodenoscopio- que se introducen en el paciente para poder realizar un análisis a través de cámaras. En conjunto, se trata de elementos valuados en unos U$D 100.000; es decir, alrededor de $ 1.5 millones.
“Este es un tremendo daño. Quién sabe hasta cuándo no podemos hacer los estudios. Teníamos turnos otorgados hasta para los primeros días de mayo”, lamentó René Cazón, uno de los médicos que trabaja en la Sala 11. No fue el único que recibió el robo con tristeza: la directora del hospital, Olga Fernández, había explicado a LA GACETA que tenía ganas de llorar al ver lo que había pasado. “Generaron un grave problema a un lugar donde la gente de escasos recursos se hace estudios porque no puede pagarlos”. Con todo, Fernández prometió dialogar con las autoridades de Salud de la provincia para no paralizar esos estudios, sino hacerlos con instrumental de otros hospitales.
Sorpresa colectiva
En el inmenso hospital hubo una pequeña revolución sobre el robo, ya que nadie podía creer lo que había pasado. Obviamente en todos los sectores se comentó el atraco, porque las primeras sospechas se ciñeron de inmediato hacia adentro. “Se ve que ya tenía pensado llevarse esto. Uno estima que es alguien de adentro del hospital que conoce la utilidad de los equipos”, razonó Cazón durante los primeros instantes posteriores al robo. Luego la Justicia le dio la razón.
Cuando los investigadores de la fiscalía de turno analizaron las imágenes de la cámara de seguridad, vieron que un hombre que forma parte del personal salía con una mochila muy nervioso. Tanto, que quiso arrancar su moto sin haberle quitado la traba. A partir de esa punta, retrocedieron las imágenes y pudieron identificar adónde había escondido la barreta que utilizó para abrir la puerta.
Una de las esperanzas de los profesionales y de los investigadores es que la trascendencia pública que tomó el asunto evite que el sospechoso pueda vender los elementos en un mercado negro. Mientras tanto, están tras sus pasos.
Según se explicó, todo lo robado se encontraba en el servicio de endoscopía de la Sala 11 del hospital. Se trata de cuatro cañas -dos colonoscopios, un gastroscopio y un duodenoscopio- que se introducen en el paciente para poder realizar un análisis a través de cámaras. En conjunto, se trata de elementos valuados en unos U$D 100.000; es decir, alrededor de $ 1.5 millones.
“Este es un tremendo daño. Quién sabe hasta cuándo no podemos hacer los estudios. Teníamos turnos otorgados hasta para los primeros días de mayo”, lamentó René Cazón, uno de los médicos que trabaja en la Sala 11. No fue el único que recibió el robo con tristeza: la directora del hospital, Olga Fernández, había explicado a LA GACETA que tenía ganas de llorar al ver lo que había pasado. “Generaron un grave problema a un lugar donde la gente de escasos recursos se hace estudios porque no puede pagarlos”. Con todo, Fernández prometió dialogar con las autoridades de Salud de la provincia para no paralizar esos estudios, sino hacerlos con instrumental de otros hospitales.
Sorpresa colectiva
En el inmenso hospital hubo una pequeña revolución sobre el robo, ya que nadie podía creer lo que había pasado. Obviamente en todos los sectores se comentó el atraco, porque las primeras sospechas se ciñeron de inmediato hacia adentro. “Se ve que ya tenía pensado llevarse esto. Uno estima que es alguien de adentro del hospital que conoce la utilidad de los equipos”, razonó Cazón durante los primeros instantes posteriores al robo. Luego la Justicia le dio la razón.
Cuando los investigadores de la fiscalía de turno analizaron las imágenes de la cámara de seguridad, vieron que un hombre que forma parte del personal salía con una mochila muy nervioso. Tanto, que quiso arrancar su moto sin haberle quitado la traba. A partir de esa punta, retrocedieron las imágenes y pudieron identificar adónde había escondido la barreta que utilizó para abrir la puerta.
Una de las esperanzas de los profesionales y de los investigadores es que la trascendencia pública que tomó el asunto evite que el sospechoso pueda vender los elementos en un mercado negro. Mientras tanto, están tras sus pasos.
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