Sin vueltas ni eufemismos, Cambiemos para el Bicentenario sufrió una fuerte derrota en Tucumán. Influyeron al menos tres factores:

1) Mauricio Macri no goza de buena imagen en estas tierras, como lo mostraron todas las encuestas previas a las elecciones, en especial por su gestión económica.

Publicidad

2) El PJ oficialista que hoy encarnan Osvaldo Jaldo y Juan Manzur conserva el poder y ratifica los dichos del gobernador: “Tucumán es peronista”. Ni el clientelismo, aunque hubiese existido, es suficiente para explicar los 200.000 votos de diferencia a su favor.

3) La fuerza liderada por José Cano cometió errores estratégicos que robustecieron a sus rivales antes que debilitarlos.

En el tercero de los puntos radicó la paliza en las urnas, porque la compleja realidad social, política y comunicacional actual exigen mucho más que las antiguas prácticas dialécticas, un rostro conocido y el aval de un par de figuras con relativa buena imagen para imponerse en las urnas en este distrito. El oficialismo le dio una clase de ello a los opositores, gusten o no sus modos.

Publicidad

El trío que integran Manzur, Jaldo y José Alperovich planificó con meses de anticipación su estrategia. Primero, los tres comenzaron a minar la buena imagen de su principal contrincante. Así, de a dosis que aumentaron con el correr de los meses, inyectaron desprestigio a la gestión del Plan Belgrano. Luego, sumaron la denuncia del grotesco “Plan Coreano” y más tarde empezaron a golpear al jefe de Cano, Mauricio Macri, donde más le duele: en el bolsillo. La bandera de “defendamos Tucumán” flameó con fuerza. La estocada final fue el cambio de jugadores. Jaldo por Pablo Yedlin y la mística maradoneana del peronismo hizo el resto. El PJ se abroqueló detrás del “huracán” Jaldo, que sopló hasta en siete actos distintos por día en distintos puntos de la provincia.

La vitamina de ese organismo naciente fue la contratación de asesores expertos en ensuciar al rival y en armar un discurso que pegue fuerte en una sociedad como la tucumana, que privilegia lo económico por sobre la inseguridad, la corrupción o la institucionalidad. El tucumano medio es pasional y así decide. A ello, Jaldo le sumó un desfile por cuanta plataforma mediática estaba a su alcance para que su voz y su “la luz está cara” se escucharan en todos lados.

Cano y los suyos jugaron con cartas viejas. Erraron los tiempos, la exposición, las alianzas y los mensajes. En Tucumán, la coalición opositora parece no comprender que a nivel nacional ahora son Gobierno y que las denuncias ya no son suficientes para llenar las urnas. Tampoco que la complejidad del sistema electoral vernáculo y de los propios tucumanos exige otros esfuerzos. Al clientelismo vigente se suma el carácter particular de los hombres y las mujeres de estos pagos: no les gusta la falta de respeto ni sentir que los dejan de lado. Por ello capitalizaron bien en la Casa de Gobierno la ausencia de Macri el 9 de Julio y el “desaire” del jefe de Estado al visitar la provincia y no saludar a los gobernantes locales.

Cada acción que para Cambiemos para el Bicentenario fue mínima y sin importancia, en la vereda de enfrente le sacaron el máximo rédito posible. Jugaron “fuerte”, como le gusta a Alperovich, ante la ausencia de un Presidente de su signo político que los cobijara o garantizara el triunfo. La duda de que los nuevos bendecidos por la Casa Rosada podían doblegarlos -o debilitarlos- los llevó a sacar provecho de cada ventana semiabierta que sus contrincantes no se percataron de sellar correctamente.

La subestimación o la imprevisión a ese ataque se impuso del otro lado. Por eso perdió Cano y, junto a él, la UCR en su conjunto (incluso los que jugaron a la derrota), el peronismo de Germán Alfaro y el insignificante PRO tucumano. Fueron mezquinos, desorganizados, perezosos y soberbios. ¿Aprenderán de sus errores? O meten los pies en el barro o el partido terminará 4 a 0.

Todos cooperan en el IPV

Las cooperativas fueron parte de un andamiaje fundamental en la estructura de distribución de recursos para obras de viviendas durante la era K. Tucumán se benefició mucho con ese sistema, principalmente gracias al generoso José López. Sin embargo, la cortesía eleva suspicacias, al menos en el ámbito de algunos organismos estatales. Llamó la atención que alguien sea tan “cortés” de erigirse en apoderado de 135 cooperativas ante el Ipacym, de esas que hicieron todo tipo de trabajos en la provincia (en especial en el oeste), que van desde cordones cuneta hasta casas. En el IPV, casualmente, el coordinador de Emergencia Habitacional -que trabaja con las cooperativas- se llama Guillermo y se apellida Cortés. Cuando hablan de cooperativas, el escozor les corre por el cuerpo a quienes estuvieron al frente de aquel instituto cooperativo también intervenido. El torrente tembloroso alcanza a legisladores y legisladoras, y se extiende por la red de familiares y amigos que hacen y devuelven favores. Algunos son más rápidos que los autos que corren el TC... Por eso nadie habla ni nadie investiga: todos están salpicados por el mismo barro o comparten más que amistades. La esposa del cuñado de Gustavo Durán es jefa de un área clave. Un sobrino y una sobrina del interventor del IPV están casados con dueños de sendas empresas constructoras y son empleados del Instituto. Seguramente son casualidades. Al fin y al cabo, Tucumán es chico y todo el mundo se conoce.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios