Cataratas: en dos horas, dos besos sobre la tierra roja

En poco tiempo, los tucumanos podrán viajar sin escalas y visitar el parque nacional que alberga el patrimonio de la humanidad.

Y un día ya no tan lejano un tucumano llegará a las Cataratas del Iguazú en poco más de dos horas. Entonces, los 1.420 kilómetros que nos separan de la provincia de Misiones pasarán volando y el visitante deberá tomar recaudos. Tener en cuenta que en Misiones los besos se dan de a par, uno en cada mejilla: es clave para no desairar a los anfitriones. Y que bienvenido, para honrar la triple frontera, se dice también bem-vindos (portugués) y tereguahe porãite (guaraní). Hay que prestar atención además a la pronunciación porque apenas se pone un pie allí, la lluvia deja de pronunciarse shuvia para ser iuvia y el pollo, poio. Preparar la vista es otro punto relevante, porque el contraste de colores es delicioso y extremo: la tierra rojísima (por la composición mineral, que incluye hidróxido de hierro y de aluminio); el verde estalla en miles de tonos en la selva y el cielo, usualmente, viste de celeste intenso. Y que los coatíes, por más tiernos que parezcan, son hábiles ladrones de comida. Lo fundamental, sin embargo, es estar preparado porque cada visita a las Cataratas, dependiendo del humor del agua, puede ser diferente.

Durante esta semana se concretó el primer vuelo directo, de la aerolínea Avianca, entre San Miguel de Tucumán y Puerto Iguazú. Fue un ensayo de lo que vendrá y se trató de una misión comercial (ver notas aparte). También viajó el jefe de guardaparques del parque nacional Campo de los Alisos, para intercambiar experiencias con sus pares del Iguazú, la reserva de 67.000 hectáreas de selva paranaense que alberga los saltos de agua. La única área tucumana de ese tipo se convertirá pronto, con el triple de extensión, en el parque Aconquija.

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El millón y el intercambio

“(...) y no intentes describirlo con tu voz, sólo inclina la frente ante este abismo”. Los versos del escritor Alfonso Ricciuto, en un cartel en la antesala de la Garganta del Diablo, el mayor atractivo del parque, son adecuados. Cualquier intento de describir el lugar resulta mezquino. Tras tomar un tren ecológico, se camina por las pasarelas superiores (hay otro paseo por debajo de las cataratas), entre la selva y por sobre el río Iguazú. Tortugas y peces pululan debajo y pájaros y mariposas, encima. Y de golpe, el piso y el lecho se rompen y ahí están. Un niño se agarra de la baranda y, entre el enrejado, mira con los ojos desorbitados. Señala un salto y se voltea permanentemente hacia sus padres. Las palabras no le salen. Una anciana que lleva una enorme cámara de fotos permanece boquiabierta durante casi un minuto. Un hombre lagrimea. Dos adolescentes que pretenden sacarse una selfie con el arcoiris de fondo chillan cuando la ventolina arrastra agua y las empapa.

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Las Cataratas -patrimonio de la humanidad- alcanzaron este mes el récord de haber recibido un millón de visitantes en lo que va del año. Sumar visitas es, precisamente, uno de los desafíos que tendrá el parque Aconquija. “El manejo de público que tiene el parque Iguazú es ejemplar y poder venir a combinar conocimientos nos sirve de mucho. Ya se están anexando las tierras y a la brevedad tendremos un parque para el que hay que prepararnos”, explicó el presidente del Ente de Turismo, Sebastián Giobellina.

El jefe de guardaparques de Los Alisos, Gerardo Carreras, pudo conversar con sus colegas de Iguazú. Está convencido de que una vez que quede habilitado el Aconquija y sumen más personal e infraestructura se va a desarrollar una actividad turística enorme. “Habrá una red de senderos increíble, para hacer montañismo; andar en bicicleta o disfrutar de los ríos”, explicó. Detalló la infinidad de atractivos y, entre ellos, la paleta de paisajes por la altura: “de 900 metros hasta los 5.300. Desde la selva exuberante hasta alto andino, una zona de puna con hielo y nieve”. Se esperanzó en que se repare el puente de ingreso, dañado por una crecida. Con el puente, entraban 12.000 personas por año. Sin él, 3.000.

Ariel Carmarán, guardaparques de Iguazú, estudió en Horco Molle. Se mostró entusiasmado por el proyecto y afirmó que la educación ambiental y la difusión, sobre todo entre los niños, es clave. “Tratamos de despertar la curiosidad de los chicos y ellos comienzan a investigar”, detalló. El parque en el que trabaja es emblemático por las cataratas y por las visitas (en promedio, entre 2.500 y 5.500 personas cada día).

Si vas a Iguazú debés saber que...

Un parque nacional es un área natural protegida. 
Está prohibido alimentar a los animales y llevarse plantas.
Es conveniente ir con ropa liviana, sombrero y zapatillas.
Debe llevarse vestimenta que pueda mojarse. 
Aconsejan usar repelente y protector solar. 
Las entradas: $260 (adultos), $80 (niños) y $50 (jubilados).

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