Midachi: "las chicas que nos veían hace 30 años ya son abuelas"
Parece interminable. Pasaron largamente las tres décadas y sus espectáculos siguen convocando multitudes. Es el caso de “Midachi Kindon”, que llega hoy al Mercedes Sosa. Antes del viaje a Tucumán, Dady. Miguel y El Chino recibieron a LA GACETA en Córdoba y hablaron de todo: la grieta, la clave del éxito, el paso del tiempo y la intimidad del grupo.
TRES FUNCIONES
• Hoy y mañana a las 21; sábado a las 21.30 en el Teatro Mercedes Sosa (San Martín 479).
Nada parece alterar la armonía de Midachi. Ni las distancias ni la famosa grieta agrietaron los cimientos del grupo que encontró la receta del éxito hace más de 30 años y que, después de una breve separación, regresó a los escenarios. Miguel del Sel (60 años), Dady Brieva (60) y Chino Volpato (55) se adueñarán desde esta noche, y hasta el sábado, del Teatro Mercedes Sosa para desplegar su nuevo show, titulado “Midachi Kindon”. Antes, el trío recibió a LA GACETA en el camarín de la Plaza de la Música, de Córdoba, donde se presentó durante cuatro noches consecutivas.
La incursión de Del Sel en la política -candidato a gobernador de Santa Fe y embajador en Panamá- puso a Midachi en modo espera. Luego de seis años, Dady y el Chino decidieron repatriarlo. “Me vino a buscar el Chino con esta idea y nos fuimos a ver al embajador. Lo encontramos allá con sombrero, la camisa desprendida y fumando habano. No sé por qué nos hizo caso”, bromea Dady durante un fragmento del show en el que relata la intimidad de este regreso.
“Hay que ver el momento, las circunstancias del país, las inversiones que podés hacer en tu espectáculo y que la gente pueda pagar una entrada considerable. Es una serie de circunstancias que tienen que darse. El efecto de volver tiene una cosa explosiva publicitariamente. Nosotros ponemos lo nuestro, que es reinvertir en un espectáculo que podríamos hacer más simple y no tener una estructura tan grande. Siempre fuimos así, reinvertimos, queremos más y siempre aparece algo nuevo”, analizó Volpato, el ideólogo de todos los proyectos que llevó adelante Midachi en buena parte de los 34 años de trayectoria.
“Al show lo llevamos incluso a Montevideo. Tiene 25 personas, un camión y un colectivo. Por supuesto que no lo hacemos por beneficencia. La gente paga su entrada. Pero vamos por todo. Hay una inversión importante”, dice Dady.
“El tipo común, que no está acostumbrado a ver esto en un espectáculo de humor, va a encontrar un sonido de estadio de fútbol, una polenta bárbara, un despliegue físico nuestro, porque gracias a Dios estamos bien. Te puede hacer reír menos o más, pero nadie se puede ir diciendo ‘se cuidaron en esto o en aquello’. Van a ver un esfuerzo de producción, de cantar y bailar, con cambios de vestuario que son de 11 segundos, se van a sorprender”, detalló Miguel, que durante las casi dos horas de show se convierte en el blanco de las bromas de sus compañeros.
La esencia del grupo
A Midachi no le faltan motivaciones para seguir saliendo a escena juntos. “Si no tenés ganas, te dura hasta que empieza el show. Ahí mueren las penas y los dolores. Nos cambia la vida. El feedback con el público y las improvisaciones arriba del escenario provocan que todo tenga frescura y que no se vuelva monótono. Todas las noches hay algo que nos motiva y nos hace reir. Y la gente se da cuenta cuando pasan estas cosas. Muchas veces lo decimos en broma, pero tendríamos que pagar la entrada porque nos reímos mucho con el show y eso es fantástico. Creo que es un secreto que tenemos y que lo ponemos en práctica en todas las funciones”, sostiene Miguel, secundado de cerca por el Chino, que da un paso más profundo en su análisis.
“No sos profesional porque tenés un título. Ser profesional te lo da la experiencia, la carrera, el ser disciplinado. Para nosotros esto empezó como una estudiantina y después lo fuimos profesionalizando. Hoy creemos que somos profesionales de esto. Por eso, cuando subimos no nos guardamos nada. Y eso debe ser: te convertís en un profesional”, afirma Volpato, mientras mira a Dady, que durante la estadía en Córdoba sufrió problemas lumbares que no le impidieron cantar y bailar como estaba previsto en el libreto.
Que los años no son nada...
Aunque en más de una oportunidad anticiparon el retiro, Midachi se mantiene inalterable, sin importar las vicisitudes ni los sucesos personales. “Nosotros éramos Midachi antes de que Cristina fuera política y Mauricio fuera empresario. Nunca hablamos de política. No veo por qué deberíamos hacerlo ahora. No tocamos el fútbol. Los temas tienen que ver con nosotros. Tenemos una comunión de 34 años. Soy padrino de la hija del Chino. Tenemos una relación que va más allá de cualquier dicotomía pasajera, como la política y todos esos inventos de la grieta, que son para vender entradas o tener rating. Yo, que tengo 60 años, me sigo acordando de mi tío gordo que gritaba ‘viva Perón’ y mi vieja, que era gorila y le gritaba desde el otro lado. No es nuevo. Es como parte de nuestra identidad”, analizó Dady, identificado con el kirchnerismo.
“Cuando quisieron armarnos un problema no pudieron porque eran mentiras. Somos distintos. Arriba del escenario también. Los monólogos de Dady no los podemos hacer los demás. El Chino, que fue pintón (entre risas), se banca una gastada que no sé si los otros nos bancaríamos. A mí me toca más cantar. Esto de no hacer las mismas cosas nos permite lucirnos a cada uno. El único objetivo que tenemos es hacer reír al público. Si no pasa eso, te querés suicidar. Lamentablemente se puso de moda la mala noticia. Antes los programas de espectáculos eran para promocionar los show. Ahora son para ver quién está con la otra, quién engañó. Parece que al rating lo da la mala noticia”, continuó con la misma idea Miguel, que también presidió el PRO en Santa Fe.
¿Y la fórmula del éxito? “Conservamos algo que no ha cambiado. Fuimos aprendiendo mucho con el correr de los años. Es increíble cómo uno va descartando en la cabeza las cosas que no funcionan y va guardando lo que te da resultado”, confiesa Del Sel, el más locuaz de los tres santafesinos, que sin salirse de la estructura que los llevó al estrellato siguen llenando salas y haciendo reír. “Las chicas que nos vieron hace 30 años y nos vienen a ver ahora ya son abuelas”, bromea el ex embajador y le da pie al Chino para el remate: “por ahí no alcanzan a ver, porque sufren presbicia, astigmatismo, como tenemos nosotros”.
> La receta de un éxito recargado
Repetir algo que sale bien es un clásico para Midachi. Su público lo sabe y espera ansioso cada vez que acude a sus shows. En “Midachi Kindon” el trío vuelve a apostar por los avances tecnológicos, esta vez con una pantalla que ocupa todo el escenario. La acción transcurre sobre un castillo de cuento de hadas, proyectado con el sistema tridimensional conocido como mapping, que les permite entrar y salir de escena a lo largo de las casi dos horas que dura la obra.
Al baile de apertura le sigue el ácido monólogo de Dady, que una vez más contará anécdotas de su infancia en Selva, mientras reniega del paso del tiempo, le apunta a los hipsters y refunfuña por haberse enamorado a los 60. Tampoco faltarán las bromas al macrismo y, claro, al propio Miguel, que aguarda detrás del telón imaginario antes de salir con su primer personaje: Mercedes Sosa. Así como “La Negra” no puede faltar, tampoco lo hace “Drácula”, otro de los íconos de Midachi.
Después de la recreación de algunas escenas de “La Cenicienta”, el espectáculo toma un impulso frenético con las apariciones de Marco Antonio Solís, Romeo Santos, el sketch “Bar Karaoke”, el show de La Tota, con el Chino y La Pochola de invitados. Estos dos segmentos se sostienen junto al trío desde hace 15 años y son apenas reformulados, para que no pierdan actualidad y sigan siendo los preferidos del público.
Más tarde llegan las acrobacias de “Los Hermanos Galarza” -otros personajes reciclados- , Maluma, Los Malevos, el regreso de “Chiribín Kids”, la versión Midachi de “La Bicicleta”, de Thalía y Carlos Vives, y las imitaciones de Marc Anthony y Los Palmeras. En todo momento el trío interpela a la primera fila. Una vez más, las bromas internas y las risas de Miguel son empleadas como herramientas, que sirven de gancho y contagio, para que todos se vayan a casa satisfechos de haber visto una vez más a los auténticos Midachi.