Nevia Vera - Universidad del Centro Provincia de Buenos Aires (especial para LA GACETA)
Las elecciones del 19 de noviembre en Chile dejaron un par de sorpresas y alguna preocupación. Si bien como se preveía, el ex mandatario y banquero Sebastián Piñera (Chile Vamos) salió victorioso, lo hizo con alrededor de 9% menos que lo predicho por las encuestas. Con el 36,67% de los votos, logró imponerse a Alejandro Guillier, candidato del oficialismo que obtuvo el 22,64% de los votos y con quien deberá enfrentarse en el ballotage. Una de las sorpresas: el 20,34% conseguido por Beatriz Sánchez, la candidata del Frente Amplio (FA), estuvo muy por encima del 12% que le vaticinaban las encuestas. Este partido de izquierda tiene la particularidad de haber amalgamado sectores descontentos con los resultados a medio camino que el oficialismo intentó implementar en la educación, el sector tributario y el salarial.
Una preocupación queda firme: desde 1993 la participación electoral viene decreciendo marcadamente, y en estas últimas elecciones, solo participó menos de la mitad del padrón electoral (46%), dato preocupante para toda democracia que se considere sana. Y lo anterior representa un gran desafío para la izquierda, pues las clases más altas dan cuenta de casi el 70% de la participación, mientras que los sectores vulnerables representan alrededor del 30%. Esto, implica un gran desafío para uno de los países de América latina con mayor concentración de la riqueza en pocas manos.
¿Cómo repercutirá el resultado en las relaciones con Argentina? En cuestiones de política bilateral el espacio hoy liderado por Michele Bachelet no representa grandes diferencias. Cabe recordar que en la visita presidencial del mandatario argentino en junio de este año a su par chilena, se concretaron avances para la firma de un acuerdo de liberación comercial entre ambos países, en sectores como servicios, educación, aranceles y medidas paraarancelarias, etc., lo que facilita, entre otras cuestiones, la entrada de productos argentinos a tasa cero a países con los que Chile posee acuerdos similares. Esto es parte de la agenda del gobierno argentino de buscar nichos comerciales en el Pacífico, una de las áreas más dinámicas en términos de intercambio comercial y no es factible que cambie con un eventual regreso de Piñera al poder.
Asimismo, es necesario tener en cuenta que el gobierno argentino busca hacerse un lugar en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) de la cual Chile es uno de los dos miembros latinoamericanos y Piñera podría ser un apoyo fundamental en la facilitación del ingreso de argentina al grupo. Por último, puede decirse que una eventual reelección de Piñera en Chile estaría en sintonía con la oleada de retorno de gobiernos más aperturistas y pro-mercado en Latinoamérica.
Sin embargo, es necesario preguntarse qué pasaría si Guillier pudiera ganar a través de una alianza con el FA, pues esto implicaría ceder en algunas políticas, y en materia de relaciones internacionales, el FA propone no solo la revisión de todos los tratados de liberalización comercial suscriptos por Chile, sino también hacer hincapié en una alianza centrada en América latina desde los puntos de vista político, comercial, infraestructural, cultural y económico, muy en contramano de las tendencias actuales de la región.
En conclusión, la victoria de Piñera implicaría mantener una alianza estratégica para las metas de política exterior del gobierno argentino, mientras que una victoria de Guillier en alianza con el FA podría significar el replanteo de algunas cuestiones de la agenda bilateral.