Otra vez el Marapa amenaza a Campo Bello

Los vecinos temen que de nuevo el agua se lleve sus casas. Campos arrasados. Quejas ante las autoridades, que no brindan respuestas.

IMPROVISADAS DEFENSAS. Dardo Flores (de gorra roja) y otros vecinos tratan de hacer una barrera con cañas. LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL. IMPROVISADAS DEFENSAS. Dardo Flores (de gorra roja) y otros vecinos tratan de hacer una barrera con cañas. LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL.
22 Diciembre 2017

Otra vez el río Marapa, que es fuente de vida, se ha transformado en fantasma. En Campo Bello (Graneros), entre los kilómetros 29 y 31 de la ruta 308 (al este de Alberdi), se salió del cauce y tomó rumbo norte. El verano pasado había avanzado más de 400 metros en esa dirección y se devoró las casas de cinco vecinos de la zona, que se salvaron de milagro, pero tuvieron que emigrar en busca de un lugar más seguro.

Ahora el río ha vuelto a las andadas: está a menos de 500 metros de la ruta, amenaza con llevarse las viviendas de otros lugareños, y también con dejar sin tierras de cultivos a varios productores. El drama se remonta a hace 13 años, pero en este que culmina la situación empeoró.

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“Si no se hace algo por reencauzar este lecho, en dos años más va a terminar por destruir la ruta 308 y los vecinos que quedamos tendremos que abandonar este lugar. Y esto ocurre porque nadie se preocupó por solucionar el desvío que está a la altura del paso de Alto El Puesto”, reclama Dardo Flores.

La casa en la que viven los Sánchez, todos agricultores, quedó al borde de una barranca de unos 10 metros de profundidad. Ellos construyeron una baranda de seguridad con cañas huecas. “Es por los chicos; siempre juegan en este patio, pero ahora tenemos el río como un león dormido”, advierte Roque Sánchez. Y agrega: “lo que vivimos el último verano fue espantoso. El agua destruyó canales de riego y dejó este socavón impresionante. Nos lo pasamos rezando para que el río no siguiera avanzando hacia nosotros. En este sector hizo un codo”.

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PELIGRO. Los Sánchez frente al peligroso socavón del fondo de su casa.   

Implorar

Sánchez sabe que con el verano en la puerta, poco o nada se puede hacer para frenar las amenazas del río. “Por ahora sólo nos queda implorar a Dios que el Marapa no crezca mucho”, dice doña Susana Lobo. Flores, por su parte, muestra una carpeta cargada con reclamos dirigidos a las autoridades de la Dirección del Agua y de Irrigación. Fueron hechos a lo largo del año. “Lo único que logramos es que en julio mandaran una topadora que trabajó poco más de cinco horas. Después el operario se fue y la dejó abandonada. Nos dijo que no había dinero para combustible”, contó Flores. La máquina está en medio de una especie de isla que se formó con el desvío del Marapa, y los matorrales comienzan a taparla. “No van a venir a retirarla porque saben que primero tienen que solucionar el problema. Pero parece que no les importa tenerla ahí, deteriorándose a la intemperie. Es una lástima”, lamentó Sánchez.

Sin agua para riego

El desvío del Marapa destruyó cientos de metros de canales de riego, y más de 2.500 hectáreas con plantaciones de tabaco, hortalizas y caña de azúcar quedaron sin agua. “Las obras que se llevó el río, hechas a puro pulmón por nuestros bisabuelos, quedaron hechas añicos. Todo por la falta de trabajo en el río durante décadas”, se quejó Miguel Díaz.

En Campo Bello se trabaja de sol a sol con calor o con lluvia. Se cultiva tabaco, caña de azúcar y algunas frutas, como el durazno, y se crían animales.

“Aquí nadie vive del Estado. Si el río destruye las tierras nos vamos a quedar sin nuestra fuente de trabajo y entonces sí vamos a ser una carga para el Gobierno. Y nosotros no queremos eso -sostuvo Sánchez-. Todos pagamos impuestos y queremos que sean para obras, no sólo para sueldos”.

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