El futuro de Atlético: un horizonte de sueños

Cuatro historias que explican por qué el trabajo en juveniles rinde frutos en el “Decano”.

SONRISASPARA LA CÁMARA. Estrada, Ruiz, Gigena y Díaz, apellidos que pueden tener destino de Primera. la gaceta / foto de franco vera SONRISASPARA LA CÁMARA. Estrada, Ruiz, Gigena y Díaz, apellidos que pueden tener destino de Primera. la gaceta / foto de franco vera
27 Enero 2018

Esta es la historia de cuatro juveniles que representan a todo aquel chico que decidió dejar de lado la juventud como tal, e invertir su tiempo, vida, sangre y sudor en un sueño: convertirse en futbolista profesional. Atlético los ha acunado como a tantos otros desde muy chicos. “Desde los ocho o nueve que estamos”, habla como si fuera el portavoz del grupo Andrés Gigena, platinado como Favio Álvarez, a quien este enganche lo sigue porque de él quiere aprender. “Así como de la garra del ‘Bebé’ Acosta”, agrega.

Gigena tiene 16, es enganche, vive en Trancas, donde también va al colegio, pero su día a día lo pasa casi siempre en Ojo de Agua, cuando no tiene que viajar. Es categoría 2001, o sea que lejos están de tocarle el timbre a la mayoría de edad. Es de rostro serio fuera de la cancha, pero picarón cuando le dan la “10” y sale a buscar un buen resultado con la Reserva del “Decano”. Esta es un jardín de infantes, si hubiera que tomar en cuenta el promedio de edad general del grupo que, a su vez, es también un laboratorio que produce el futuro deportivo de Atlético como institución.

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“La meta es llegar al plantel superior”, se cuela en la charla Luis Estrada, también de 16, cuyo hábitat en el campo es la zona roja rival. “Soy nueve, centrodelantero”, presenta sus pergaminos este lungo, que fácilmente llegará al metro noventa. En su categoría, acepta que hacer goles es tarea sencilla, pero cuando suben “arriba”, a la Reserva, que juega el campeonato de AFA, a veces se siente como un surfista que se olvidó la tabla y no tiene como bailar con las olas. “Es difícil, se juega a otro ritmo, a otra velocidad. Es todo muy rápido y todos llegan a todas. No existe la pausa como en Primera, donde el fútbol es más técnico; preciso.”

Volver a empezar

Estrada habla como un señor hecho y derecho, aunque su voz delate su verdadera edad, y que todavía es un chico. Nacido en Villa Alem, viene de una temporada complicada. La 2001 apenas ganó dos partidos de los 21 que jugó. Gigena, su compañero y compinche, lo mira casi resignado. “Fue duro el año pasado, no nos fue bien. Ahora es volver a empezar”, dicen entre los dos. El volver a empezar los une en la Reserva, la escala previa antes de dar el salto que ya dieron, por ejemplo, Jonás Romero, Tomás Cuello, Gabriel Risso Patrón, Franco Pizzicannella y Mauro Osores, entre otros juveniles con contrato firmado y pasta para brillar en un tiempo no muy lejano.

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Los “pequeños”

A los “mayores” que charlan con LG Deportiva se suman Facundo Ruiz y Tobías Díaz, enganche y zaguero central, respectivamente. Ambos tienen 15 y se sienten a gusto con la responsabilidad que les dieron en el club. Facundo es de Alderetes y cuenta que demora una hora de ida y otra de vuelta, sin contar la espera en la parada del colectivo, para presentarse en el complejo. “Estamos peleando el puesto los dos”, mira a Gigena con ese dejo de quien se siente a gusto en aquello de de competir con alguien más grande que le puede ayudar a mejorar su fútbol. Tobías vive en San José. Otro viaje largo para un niño de mirada inocente que todavía no sabe lo que es afeitarse los bigotes. Lo que sí sabe ya este diestro es lo que es vestir otra celeste y blanca que no sea la de Atlético: fue citado al seleccionado Sub 15. Qué tal. “Sigo a Mascherano y Otamendi”, cuenta algo tímido.

Gigena, Andrada, Ruiz y Díaz vienen a ser los abanderados de muchos compañeros de división, y también más jóvenes. Sus historias, todas particulares, denotan que el fútbol no es para cualquiera. Llegar no es para cualquiera, porque siendo prolijo igual nadie les garantiza a ellos, que incluso pueden estar un paso por delante de varios, lograr aunque sea su primer contrato profesional. “Ese es otro objetivo”, confiesan los chicos sin ver que una firma les significaría ganar dinero. Firmar les significaría haber ingresado en ese espacio de elite de los pro. En inferiores, independientemente de alguna ayuda económica para el colectivo, más no hay. Dependen del esfuerzo de sus padres, que a veces puede pesar.

Un largo viaje

Lo de Gigena es un caso aparte, puede interpretarse. “Desde hace cuatro años, con este que comienza, me levanto a las 4.45. Desayuno y a las 5.30 estoy tomando el colectivo. Termina la práctica y me vuelvo a Trancas. Si hay doble turno, me quedo en la ciudad, en el departamento de mi hermana”, cuenta el diez. El que quiere celeste, que le cueste.

Cuentan los chicos que hay técnicos para todos los gustos en Atlético; los defensivos, los ofensivos, los tácticos; los del hacha y tiza. Aceptan, además, que han crecido ellos como futbolistas desde que el “Decano” inició su apuesta de participar en los torneos de inferiores de la AFA. Si lo comparan con los campeonatos de la Liga Tucumana, ellos llevan las de ganar. “Puede sonar un poco de agrandado, pero sí, para nosotros es más fácil jugar en la Liga. Pero en Reserva o los otros torneos es más complicado. Lo bueno es que vamos creciendo”, concuerdan los cuatro comensales “decanos”, llamados también embajadores de los que vienen como ellos de “abajo”. Porque historias como las suyas en juveniles hay miles y de todos los colores. Pero como siempre, a las historias las cuentan los que ganan. Ellos sienten que están cerca. Qué así sea.

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