Los López casi pierden la vida, pero siguen amando su río Colorado y piensan volver

La familia había ido a pasar una tarde fresca y tranquila a la orilla del río. Nunca imaginaron las horas de angustia que iban a vivir cuando subió el caudal. Afortunadamente todo terminó bien.

TODOS JUNTOS. Desde Isaías -de 20 días-  hasta Margarita -de 82 años- todos los López siguen aterrorizados pero gozan de buena salud física. la gaceta / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO TODOS JUNTOS. Desde Isaías -de 20 días- hasta Margarita -de 82 años- todos los López siguen aterrorizados pero gozan de buena salud física. la gaceta / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO
04 Febrero 2018

Lo que sería una tarde de mates y pesca casi se convirtió en tragedia para la familia López, que el miércoles pasado vivió la peor experiencia de su vida cuando sus integrantes fueron arrastrados por la correntada del río Colorado. La historia tiene final feliz gracias a la acción de dos rescatistas que se tiraron al agua para salvarlos.

El hecho ocurrió bajo el puente de la ruta provincial 301 a la altura del río Colorado -entre Lules y Famaillá. A pesar de que casi perdieron la vida, los López aseguraron a LA GACETA que no dudan de que volverán a pasar algunas tardes a la orilla del río, como lo vienen haciendo desde hace más de 30 años.

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La cabeza de familia, María Antonia López, le agradece “a Dios y a la Virgen” porque lograron salvarse y considera que lo vivido fue un milagro. En su casa del barrio Ingenio Viejo (La Reducción, Lules) viven 20 personas, entre su madre, sus hijos, su yerno, sus nueras y sus nietos. Cuenta que hace 24 años se mudaron de las orillas del río Colorado donde vivieron alrededor de tres décadas. En ese lapso sufrieron ocho crecidas que les inundaban la vivienda. A pesar de eso, a la hora de salir a disfrutar de un paseo, su primer amor sigue siendo ese río. “Pasar horas allí es nuestra única diversión, no tenemos la posibilidad de ir a otros lugares como al Cadillal. Siempre vamos, ya sea en Navidad, Año Nuevo o para algún cumpleaños”, relata María Antonia.

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La hora del mate cocido

En la puerta de la casa de los López se estaciona un colectivo que usan para el trabajo de cosecha, por lo general, de limones y de tomates. Ellos, que se autodefinen “changarines”, aprovechan al máximo cualquier oportunidad para hacer unos cuantos pesos.

El miércoles se aseguraron de tener gasoil para ir y volver hasta el río Colorado y, al mando de Walter López -el hijo mayor-, emprendieron viaje hacia el lugar donde, como tantas otras veces, iban a pasar una tarde de risas y de mate cocido. Llegaron a eso de las 16. “Bajamos el carbón para el fuego, la pava más grande que tenemos, las tazas, los panes y las sillas de plástico”, detalla María Antonia.

La familia se instaló debajo del puente carretero en una suerte de isla en medio del río. Luego, los más pequeños se dispersaron. “Algunos se fueron a pescar mojarritas (para los gatos de la casa), y otros subieron a cazar pajaritos”, agrega. La mamá de María Antonia, Margarita López, de 82 años, prefirió quedarse a la orilla para refrescarse los pies con el agua del río, que hasta ese momento presentaba un nivel normal. Otros decidieron irse a nadar.

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Pasó aproximadamente una hora. Todo iba bien hasta que María Antonia escuchó que uno de sus hijos los alertaba para que salgan del río, porque venía aumentando el caudal. “Yo pensaba que lo decía en broma para que los más chicos -que no tenían ropa de abrigo- salgan del agua por el frío. Pero cuando menos lo esperaba vino una correntada muy furiosa que volteó a mi mamá y la hundió”, describe. Uno de los jóvenes rescató a la abuela y la subió por un costado del puente. Aquel fue el primer salvamento de aquella tarde.

Aumenta la angustia

Mientras el caudal del Colorado iba aumentando de volumen, los López intentaban salvarse de cualquier modo: se resguardaron en “una especie de bolsillo” que había ente el río y el techo del puente. Algunos familiares que habían quedado arriba del puente pedían auxilio desesperadamente. En ese momento, se cortó el tránsito de la ruta y cientos de personas se solidarizaron: entre todos, lograron atar una soga tras otra para que Miguel Ángel Giménez (un transeúnte que se dirigía a San Miguel de Tucumán) pudiera atársela en la cintura y así tirarse desde el puente para rescatar a las personas asediadas por la correntada. Gracias a Miguel, y a las personas que lo sostenían, pudieron salvar las vidas de Jael (15 meses), de José (10 meses) y de Lizet (5 años).

En aquel momento de desesperación, aparecieron los rescatistas de Famaillá, que terminaron de salvar a todos, entre ellos Isaías, de 20 días de vida.

Fue una tarea conjunta con la Policía, los Bomberos Voluntarios de Lules y el gran coraje de Eusebio Colombo -yerno de María Antonia- quien levantaba a los ahogados manteniéndose sobre los troncos de árboles que flotaban en el agua.

Cuando finalizó el rescate -cerca de las 19.30- los López fueron revisados por los médicos del Hospital de Famaillá. Gozaban de buena salud y fueron trasladados a su casa alrededor de las 22.

La historia de terror, que duró alrededor de dos horas, dejó a la familia atemorizada. Sin embargo, piensan volver al lugar de los hechos a seguir compartiendo momentos -para ellos- sagrados. Juran que la próxima vez no olvidarán de tomar algunas precauciones, además del mate cocido con pan, que no lo cambian por nada en el mundo.

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