Boca-River: el pozo acumulado

14 Marzo 2018

Walter Vargas - Telam

Por afuera del célebre runrún de que en particular en los superclásicos ni el que viene bien debe de gastar a cuenta ni el que viene peor necesariamente debe pedir clemencia, destaca una verdad más grande que el estadio Malvinas Argentinas de Mendoza: una final mano a mano se juega de cuando en cuando y el que la gane dispondrá de la heladera llena durante un buen tiempo.

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Cualquier Boca-River y vicerversa desata una babel de emociones que incluso trasciende la de los extrapartidarios, pero el hecho de que en 87 años de profesionalismo los haya reunido una sola final, confiere al partido un carácter extraordinario y, por extraordinario, cautivador.

Desde cierta perspectiva se trata de un compromiso que ambos esperan con agrado y a la vez los perturba como una piedra en el zapato.

Boca ha devenido puntero vitalicio de los campeonatos locales: ¿a guisa de qué arriesgar ese confort?

River anda de mal en peor: ¿no será una cruel jugarreta del destino la posibilidad de que al borde mismo del precipicio dé un devastador paso adelante?

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También, por qué no, podemos examinar la situación desde la perspectiva contraria: Boca se siente necesitado de dar un golpe de escena en una escala mayor, y River, más que necesitado está urgido de refundar nivel, confianza y horizonte. Después, en fin, lo que se sabe de sobra y si no se sabe de sobra es oportuno poner sobre la mesa.

Boca defenderá la renta de aquella lejana final en El Cilindro de Avellaneda, la supremacía en el historial y su condición de equipo de fundadas aspiraciones de ir de más a más.

River defenderá el suelo más fértil de una década con más mieles que frustraciones, de los siete títulos de la mano del Muñeco Gallardo, de haber salido airoso en los cara a cara de la Sudamericana 2014 y la Libertadores 2015.

Pero el partido será hoy y la hoja espera igual de blanca y seductora para los dos.

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