Viajaron a Malvinas para cicatrizar heridas
Bajo un cielo despejado, una emocionante y respetuosa ceremonia vivieron ayer en el cementerio de Darwin unos 214 familiares de 90 soldados muertos en la guerra de Malvinas que se logró identificar recién el año pasado, tras un minucioso trabajo forense, casi 36 años después del conflicto bélico.
Madres y padres, hijos, hermanos y sobrinos pudieron por primera vez abrazar, llorar, rezar o simplemente permanecer en silencio ante la tumba de su ser querido con las placas de granito negro que llevan su nombre y apellido, y que reemplazaron a las que tenían la leyenda “Soldado argentino sólo conocido por Dios”.
“Ahora sé dónde está. El corazón me latía a mil; me voy con la satisfacción de haber conversado con él. Fue un encuentro lleno de amor y paz”, expresó Dalal Massad, apenas terminado el homenaje, la mamá de Marcelo Daniel Massad, un soldado que murió durante la batalla de Monte Longdon.
De la ceremonia religiosa y militar -milimétricamente planificada en conjunto con el gobierno británico y de las Islas- participaron también el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj; la titular de la Comisión de Familiares de caídos, María Fernanda Araujo; el militar inglés Geoffrey Cardoso -quien en el 82 diseñó el cementerio y enterró a los soldados argentinos- y el ex combatiente Julio Aro, uno de los impulsores de la iniciativa de las identificaciones de los cuerpos.
Cardoso, Aro y Avruj recorrieron una a una las tumbas, conteniendo a los familiares y abrazando sobre todo a las madres ancianas, algunas de las cuales llegaron con sus bastones y andadores y debieron sentarse en sillas colocadas especialmente frente a las tumbas de sus hijos.
“Ahora mis chicos descansan en paz. Ya no son huérfanos, ahora están en sus hogares, que son los corazones de sus padres y hermanos”, afirmó Cardoso luego de la ceremonia, visiblemente emocionado después de haber abrazado y contenido uno por uno a a los familiares.
De madrugada
La jornada había comenzado muy temprano, en la madrugada de este lunes, cuando tres aviones partieron entre las 3.30 y las 4.30 del aeropuerto de Ezeiza para realizar un vuelo de dos horas 40 minutos directo a la base militar de Mount Pleasant, donde se encuentra el aeropuerto de las islas.
Tras los trámites migratorios -que incluyeron el sellado del pasaporte- el contingente de 248 argentinos recorrió en micros los 37 kilómetros hasta el cementerio de Darwin, ubicado en un paraje ventoso y desolado todo el año, que fue acondicionado en los últimos días para recibir a la delegación de familiares; muchos de ellos de edad avanzada.
“Hijo, te encontré”, “Ahora sé que estás acá” eran algunas de las frases que se escuchaban de las madres que ingresaron a partir de las 8 al cementerio con llantos desconsolados
Carpas y cerramientos con vallados, asientos, baños químicos y lugares reparados del viento para poder servirse una bebida caliente fueron dispuestos en el ingreso del cementerio, donde yacen unos 246 muertos en la guerra, 121 de los cuales permanecían sin identificar desde 1982.
“Desde el Estado damos hoy un paso gigantesco porque venimos a cerrar una deuda con los familiares de los héroes de Malvinas. Siento mucha emoción; al fin en este cementerio afloró y celebramos la vida”, sostuvo Avruj al término de la ceremonia.
Gracias a un acuerdo político alcanzado entre los gobiernos de Argentina y el Reino Unido, el Comité Internacional de la Cruz Roja realizó el año pasado, en conjunto con el Equipo Argentino de Antropología Forense, un trabajo de exhumación de las tumbas no identificadas y se recolectaron restos que fueron comparados con las muestras de ADN aportadas por 107 familias. Se logró identificar un total de 90 cuerpos.
La ceremonia religiosa estuvo a cargo del obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Enrique Eguía Seguí, quien rezó en la ceremonia por todos los que perdieron la vida en la guerra de Malvinas “por los 649 militares argentinos, los 255 británicos y los tres isleños” y pidió “ser constructores de la paz entre los pueblos y trabajar por una cultura del encuentro, sin divisiones, odios ni guerras”.
“Recemos por todos aquellos que aún sufren las consecuencias dolorosas de la guerra. Que Dios pueda consolar y enjugar las lágrimas de los que visitan hoy el cementerio”, pidió el obispo, mientras los familiares -abrazados, con un rosario y flores blancas de papel en mano- se encontraban ubicados de pie frente a la tumba de sus seres queridos.
También oficiaron la ceremonia los representantes católico y protestante de las islas, el padre John Wisdom y el reverendo Nicholas Mercer, como así también el abad Alan Hugh -administrador apostólico de las islas- quien, a pedido del papa Francisco, viajó especialmente del Reino Unido para participar de la celebración.
Con asistencia
Debido al alto contenido emocional del viaje humanitario y de la edad avanzada de muchos de ellos, los familiares -que llegados de distintas provincias se congregaron durante el fin de semana en un hotel del centro porteño- estuvieron permanentemente asistidos por médicos y psicólogos que formaban parte de la comitiva.
Otro momento emotivo del acto se produjo cuando ingresó la guardia de honor, compuesta por seis efectivos y un comandante, así como dos gaiteros -con sus vestimentas alusivas- que entraron al cementerio marchando y ejecutaron melodías y marchas como el “Lamento”.
Los efectivos de la guardia, en tanto, adoptaron la postura de descanso de armas, con sus armamentos hacia abajo en señal de respeto a los caídos.
“Que estas pocas horas tan necesarias sean el comienzo de un camino para que todos los familiares que se quedaron y los que necesiten volver puedan hacerlo”, dijo en un breve discurso la titular de la Comisión de Famliares, que tenía 9 años cuando su hermano Eduardo, soldado clase 62, fue convocado para ir a la guerra.
Por su parte, su mamá, María del Camen, expresó tener el “corazón henchido de alegría” porque pudo leer el nombre de su hijo y agradeció el trabajo del Comité Internacional de la Cruz Roja, la Cancillería argentina y la secretaría de Derechos Humanos por la labor que llevaron adelante con las identificaciones.
Al término de la ceremonia, se hizo entrega de dos “Rosas por la Paz”, una artesanía colectiva iniciada por el orfebre Juan Calos Pallarols, realizada con material bélico de la guerra del ‘82 como cápsulas de balas y otros objetos que fueron encontrados diseminados por los campos de batalla.
Una de las rosas fue entregada por el oficial inglés Cardoso y quedará instalada en Darwin. mientras que la otra fue dada por Araujo al comandante de las fuerzas británicas para que sea colocada en el cementerio británico de San Carlos, donde están enterrados los soldados ingleses.
Apenas terminado el acto en el cementerio, los familiares tuvieron unos minutos más para volver a recorrerlo y despedirse de sus seres queridos -muchos conscientes de que será la única oportunidad que tendrán en sus vidas de estar en ese lugar- y luego todo el contingente volvió a la base militar para regresar a Buenos Aires.
“¡Por los chicos! ¡Viva la Patria! ¡Un aplauso a Cardoso!”, expresaron en el momento de la foto grupal final a los pies de la gran cruz blanca del cementerio. (Télam)