El escándalo por el fallido recital de Viejas Locas

Alguien suele decir que la vida es una perinola, donde se toma todo o todos ponen. Tal vez debería agregarse, el todos pierden, que de algún modo pareciera contenido en el todos ponen. El frustrado recital de Viejas Locas, conjunto liderado por “Pity” Álvarez, terminó en un escándalo de grandes proporciones, en el Club Argentinos del Norte. La violencia nuevamente fue el vehículo para expresar la indignación de miles de seguidores de la banda por la infructuosa espera de varias horas y la desilusión por un espectáculo que finalmente se canceló.

Un grupo de fanáticos furiosos hizo destrozos en la torre de sonido y prendió fuego a los equipos. También se robaron micrófonos, parte de los instrumentos de la banda (se quemó una batería). Cristian Gabriel Álvarez Congui -tal, el verdadero nombre del líder del conjunto- llegó en la madrugada del domingo en un charter privado y subió al escenario pasadas las 5, cuando ya las llamas habían consumido los equipos de sonido y el recital ya no era posible. El público recibió al músico con insultos y le tiraron latas de cerveza.

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La empresa encargada del sonido estimó que sus pérdidas ascenderían a 400.000 dólares. El público exigía que los organizadores le devolvieran el dinero abonado por la entrada. Muchos de los alrededor de 10.000 asistentes habían llegado a desde otras provincias para ver la banda tras dos años de ausencia en los escenarios. Pero ya desde arranque, el espectáculo no venía bien. Sobre el club pesaba una clausura municipal, según explicó un funcionario de Bromatología. “Esta clausura nunca fue levantada por el club y no se pudo autorizar el espectáculo anunciado de Viejas Locas... el sábado al mediodía dejamos una notificación para las autoridades del club. Parar el recital el sábado era imposible. Era necesario un ejército. Era generar un hecho de violencia que no se condecía en sí”, argumentó el funcionario.

No es la primera vez que los tucumanos asisten a una cita bochornosa. En la tapa de LA GACETA del 13 de septiembre de 1998, se cronicaba: “La fiesta terminó antes de empezar y se transformó en llanto. Anoche, más de 2.600 tucumanos se frustraron al no poder ver el recital de Charly García en el club Caja Popular. El ídolo no llegó. Algunos fans enrollaron sus banderas y emprendieron el retorno... En Salta, en tanto, cerca de la medianoche de ayer, no podían despertar a Charly, quien no tuvo ‘El aguante’ después de tocar el viernes sólo 40 minutos y de provocar destrozos en una noche escandalosa. Las pérdidas para los organizadores y el propio equipo del músico fueron cuantiosas”. Pese a la frustración, no se registraron disturbios en Caja Popular.

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Se informó que una fiscala iba a actuar de oficio para determinar las responsabilidades que le cabía a cada uno de los protagonistas del escándalo de Viejas Locas. Se puede entender la decepción del público, pero nada justifica la violencia. La Municipalidad debió actuar con firmeza días antes y no esperar el día del recital para dejar una tibia notificación. Y si una clausura pesaba sobre la cancha, los directivos del club y los organizadores no debieron seguir adelante porque estaban transgrediendo una norma. Un artista se debe a su público porque sin este no es nada, de manera que Álvarez defraudó y les faltó el respeto a sus seguidores, que ahora intentarán recuperar el dinero que perdieron. Sería lamentable que el episodio pasara sin pena ni gloria y nadie se hiciese cargo del bochorno.

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