En Moscú, “Santos” y “Decanos” viven hermanados

Los hinchas tucumanos, cada uno con su historia a cuestas, participan de la convergencia cultural en las calles de la capital rusa, donde la consigna es pasarla bien, pero sin perturbar a los demás.

 UN CLÁSICO. Separados por los colores, pero unidos por la amistad, Pablo y César disfrutan de la experiencia mundialista. UN CLÁSICO. Separados por los colores, pero unidos por la amistad, Pablo y César disfrutan de la experiencia mundialista.

MOSCÚ (Guillermo Monti, enviado especial de LG Mundialista).- La peatonal se llama Nikolskaya. Es una preciosura de luces, vidrieras y curvas que lleva al corazón de Moscú: la Plaza Roja y el Kremlin. Pero por estos días nadie le presta atención al entorno, porque al espectáculo lo ponen las hinchadas.

Hasta aquí la convivencia es pacífica. Diplomático, cada grupo –egipcios, mexicanos, peruanos, rusos- se adueñó de una parcela y arma su fiesta alejado de los demás. Hay cantos, fulbito, millones de selfies y la certeza de que tomar cerveza en la vía pública es una prohibición suspendida hasta nuevo aviso. En este laberinto cosmopolita e irresistible lo que no falta es la presencia tucumana. Dos historias lo demuestran.

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Amistad ante todo

Pablo y César charlan mientras van armando un sándwich. Pan lactal y fiambre, el equipo básico de supervivencia, corre de mano en mano. La escenografía es de banderas argentinas. Son varias, incluyendo una muy bien hecha que combina el escudo de Instituto de Córdoba con la cara de Paulo Dybala.

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Pero lo de Pablo y César va más allá. Uno lleva la camiseta de Atlético; el otro, la de San Martín. La amistad se impone sobre cualquier rivalidad comarcana. Ambos brindan una lección poderosa desde la imagen, pero también desde el discurso.

“Algunos ni nos conocen y nos ‘bardean’ en las redes sociales porque estamos juntos –sostiene César-. No entienden lo que es un Mundial. Mirá -señala al núcleo de la hinchada, que salta y canta en pleno pogo-: están unidos Boca y River, Newell´s y Central. ¿Por qué nosotros no?”

Ambos son empleados públicos y la travesía hasta Rusia, largamente planificada, estuvo llena de matices. Salieron de Tucumán en auto, hasta Asunción. Allí dejaron el vehículo y subieron a un avión que –vía San Pablo- los depositó en Lisboa. Después de recorrer la capital portuguesa enfilaron hacia Moscú.

“Lo único feo es que tuvimos que poner 2.000 pesos para cruzar la frontera por Clorinda. Mejor no hablar de la Policía… Y espero que a la vuelta el auto esté completo. Con las cuatro ruedas”, detalla César, que regresará a Tucumán el 1 de julio. Es lo máximo que consiguió de licencia en el trabajo. Pablo no lo pasará nada mal después del Mundial, porque en el itinerario la próxima parada es Ibiza.

Bancando los trapos

¿Hubiera imaginado Ceferino Sirgo que una de sus creaciones, “El Malevo”, luciría alguna vez en las calles de Moscú? Allí está, engalanando la bandera de San Martín que César y su hermano (Jorge) colgaron en plena Nikolskaya. César posó orgulloso para LA GACETA junto al “trapo”, que seguirá viaje hacia Nizhni Novgorod y San Petersburgo, próximas paradas de la excursión argentina. Son tiempos felices para él. “Imaginate, venimos de conseguir el ascenso y ahora estamos acá…”

“Acá” es la antesala de la Copa del Mundo. “Acá” es un cinturón de pasión que aprieta cada vez más fuerte a medida que pasan los días. “Acá” hay más tucumanos, delatados por tres banderas desplegadas a puro entusiasmo. Andrés Toledo, Matías Juárez y los hermanos David y Martín Vargas son amigos de toda la vida, representantes del barrio Haymes, de Concepción. Los acompaña un santiagueño, Rodrigo Gavilán.

“Les mando un mensaje a mis pacientes: que me esperen 40 días. Pero eso sí, voy a volver con la Copa”, promete Matías, que es odontólogo, al igual que Andrés y Rodrigo.

Los Vargas tienen otras profesiones (uno es ingeniero agrónomo; el otro, contador). Matías saca pecho porque tiene la estadía asegurada hasta el último día, entrada para la final incluida.

El resto pegará la vuelta después de la fase de grupos. Andrés es el único casado del grupo. Muestra el anillo (“recién casado”, añade) y de inmediato sentencia: “gracias a mi esposa, Flor Sosa López, por el aguante”.

Habían llegado hace pocas horas a Moscú, pero fueron suficientes para generarles un impacto. “Todo lo que vimos es impresionante. El clima del Mundial, la ciudad… También la seguridad que hay. Impacta mucho”, apunta Martín Vargas.

La charla se interrumpe a cada rato, porque los pedidos de fotos son incesantes. Y es lógico, porque los cinco están “tuneados” con los colores de la Selección y la figura de Lionel Messi impacta desde las banderas. La atmósfera es así, febril.

Entonces, ¿cómo creen que le irá al equipo en este Mundial? “Le tenemos fe”, sostienen a coro. Y de inmediato ponen proa calle arriba, donde el corazón argentino late con fuerza y la sangre tucumana contribuye a fortalecerlo.

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