Cómo les fue a los argentinos que alquilaron en Nizhni Nóvgorod y cuánto pagaron

SABROSO Y LLENADOR. Salchichas y huevo frito forman parte de la menú para el desayuno que ofrecen en Rusia. la gaceta / foto de leo noli (enviado especial) SABROSO Y LLENADOR. Salchichas y huevo frito forman parte de la menú para el desayuno que ofrecen en Rusia. la gaceta / foto de leo noli (enviado especial)

Quienes han viajado, organizando giras de larga duración en la que los idiomas fluctúan dependiendo el sello del pasaporte, generalmente dejan un margen para la sorpresa. Y eso no tiene nada que ver con el paisaje o los puntos turísticos a explotar. Tiene que ver con que algo puede salir mal. Los operadores de viaje pueden ser las culpables. Espejito, espejito...

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Nicolás Goitia es junto a su padre Jorge y su hijo Felipe, todos de Corrientes, uno de los primeros en llegar a Nizhni Nóvgorod. Me cuenta que ha hecho los deberes con tiempo pero que aun así, a partir de confiar ciegamente en Booking, uno de los gigantes del e-commerce mundial , el tiro le salió por la culata. Y caro. En la quinta provincia de mayor población de Rusia, donde Argentina hoy jugará un partido decisivo contra Croacia, hubo goles de media cancha entre los dueños de hoteles, alojamientos de menor calidad, hostels, casas y departamentos en alquiler. Nicolás ha sido uno de los “arqueros” víctimas del pelotazo de media distancia. “A veces uno confía en lo que lee, en las calificaciones de los usuarios, en los servicios que ofrece el hotel. En este caso, todo está perfecto menos el hotel y su ubicación”, Goitia está tan lejos del Nizhny Nóvgorod Stadium como usted, que vive en el centro de San Miguel de Tucumán o de San Isidro de Lules. Nicolás compró un elefante rosa.” Y caro”, repite.

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La fiebre del Mundial no es algo que se pueda realmente sentir en Nizhni. Sus habitantes apenas si buscan una foto pintoresca con quienes portan banderas, camisetas de Argentina o Croacia; también de Colombia (había un cafetero suelto). El Mundial en Nizhni es un elemento decorativo. El Mundial para los argentinos que vinieron a Nizhni fue un dolor de cabeza. Los precios de los alquileres fluctuaron tanto que se llegaron a pagar cifras astronómicas por una pieza.

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Los Goitia adoran al personal del hotel Art 1, lo adoran en serio. “Son geniales”. Lo que no adoran es dónde está ubicado el hotel. Está en una zona residencial, a varios kilómetros de la cancha y no disponen de opción de transporte posible si no es por el conmutador de la recepción del Art 1. Es llamar un taxi o nada. La buena predisposición de los empleados no alcanza, si se tiene en cuenta que en esta casa de dos plantas con varias habitaciones, desniveles en sus escaleras, un subsuelo pequeño que oficia de bar y un patio de pastos altos, el precio por noche asciende a U$S 800. Una locura. Eso se llama fiebre mundialista.

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Lo curioso es que la fiebre se tornó tal por la desesperación argentina de asegurarse un lugar donde dormir. Los que reservaron temprano, el año pasado, creyeron haber ganado la lotería. Los que lo hicieron sobre la hora pagaron un precio demasiado alto, y los que llegaron con las dos manos atrás a Nizhni descubrieron que esta tierra da sus oportunidades. Alquilaron sin sufrimiento y a un precio promedio de $ 1.800 la noche. Ganga.

Pero también hubo otros que pudieron atajar el bombazo. De casualidad. Pura suerte. Llegados al Art 1, el mismo recinto donde los Goitia querían comerse las paredes, dos turistas se dieron con que tenían reserva hecha pero no estaba paga. No puede ser. Error de Katja, la recepcionista. Esperaron la invitación mientras se colaban dos huevos fritos con salchicha local, café, jugo de manzana y un yogurt descremado. Demasiado.

El banquete, en cierta forma, contribuía a que la tensión no pasara a mayores. Lo bueno llegó después. Katja, en un español hablado a través de un traductor de voz de celular, les regalaba a los últimos visitantes la mejor noticia de sus vidas: “No tenemos lugar, pero los mandaremos a un departamento de lujo en el centro”. ¿Real? Sí. El lujo era tal que hasta daba para creer que el check in había sido en una de las alcobas del Taj Majal y no en un hotel perdido en medio de la nada de la tranquila Nizhni Nóvgorod.

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