9 de Julio: un chocolate en una plaza sin vallas pero con algunos “llevados”

Pocas familias y muchos militantes se reunieron a primera hora frente a Casa de Gobierno.

SIN OPOSITORES. El izamiento de la Bandera fue un acto exclusivo para oficialistas. la gaceta / fotos de franco vera SIN OPOSITORES. El izamiento de la Bandera fue un acto exclusivo para oficialistas. la gaceta / fotos de franco vera
10 Julio 2018

Sin vallas pero con algunos “llevados”. Así comenzaron los actos del 9 de Julio. El gobernador Juan Manzur y los funcionarios del Gobierno provincial encabezaron ayer a la mañana el izamiento de la bandera para conmemorar el 202 aniversario de la declaración de la Independencia. Por órdenes del Poder Ejecutivo, no hubo ningún tipo de barrera entre el público y las autoridades provinciales, salvo por una hilera de policías. Ni la vicepresidenta de la Nación, Gabriela Michetti, quien había llegado a la medianoche del domingo, ni el intendente de la capital, Germán Alfaro, dijeron presente en la explanada de Casa de Gobierno.

Bien temprano

A eso de las 6.30 ya estaban Daniel Soria con Iván Héctor en una de las carpas de la Plaza Independencia, preparando la chocolatada para funcionarios, escoltas escolares y los vecinos que dijeron presente desde bien tempranito. Los empleados de la cantina de la Gobernación se hicieron cargo de servir 140 litros de la bebida clásica de las fechas patrias, contó Soria mientras Héctor vertía dos kilos de cacao en una olla de setenta litros. Varios kilos de bollos, tortillas y masas dulces completaban el desayuno.

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Los primeros abanderados aparecieron pasadas las 7 junto con sus padres. Julio Roberto Dornello, uno de los vendedores de escarapelas con más experiencia, se ubicaba en su parada durante la mañana, en la esquina de San Martín y 25 de Mayo. “Me levanté a las 6 y me vine. Tengo más de 30 años haciendo la temporada de fiestas patrias, desde el Día de la Escarapela hasta hoy, todos los años”, recordó Dornello mientras vendía escarapelas a dos directivas de una escuela que habían quedado sin las suyas porque las habían regalado a sus estudiantes. “A estas fiestas las arruinaron los años en los que había mucha gente llevada, que traían personas para saludar a los políticos. Entonces comenzaron a venir cada vez menos familias completas, que es como debería ser”, continuó la charla Dornello, mientras se frotaba la garganta para calmar la tos.


María Cristina Álvarez peleaba para que sus hijos pequeños se pusieran las bufandas. Matías y Julián, de 5 y 9 años, cedieron al pedido de su madre. “Me tuvieron toda la semana para venir a ver el acto y tomar chocolate”, explicó la vecina de barrio Sur. Contó que los niños intentaron llevar al paseo también a su papá, pero no tuvieron suerte. “Mi marido no se levanta temprano los feriados, eso sí que no lo negocia”, dijo riéndose. A unos metros de distancia, Raúl Velázquez (59 años) y su hija Mercedes Jacqueline (22 años), sacaban unas planchas de telgopor de unas bolsas de plástico grandes. “Hace 40 años que vendo escarapelas. Esta vez la traje a mi hija. Lo bueno es que ahora se ven más familias completas que años anteriores. (La fiesta) volvió a ser de la gente, porque no hay vallas”, comparó el vendedor con los actos durante el kirchnerismo. Mientras su hija se quedaba con parte de la mercadería frente a Casa de Gobierno, él se trasladó hasta la esquina de la Iglesia Catedral.

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A las 8 comenzaron a llegar los ministros, legisladores, diputados, intendentes y concejales. El diputado Pablo Yedlin, su hermano Gabriel Yedlin (Desarrollo Social), Rossana Chahla (Salud), Claudio Maley (Seguridad) y Regino Amado (Gobierno y Justicia), se ubicaron para el acto. El comentario generalizado era por la mañana gris que se avecinaba y si encuadraba o no como “un día peronista”. En el lugar eran casi todos peronistas, salvo por algunas excepciones, como el jefe municipal de Concepción, Roberto Sánchez. Juan Pabo Litchmajer (ministro de Educación) demoró en ubicarse. Antes había cruzado la calle para saludar a los abanderados de escuelas. Grupos de empleados municipales de Los Bulacios, Lules y de La Banda comenzaron a agruparse en la plaza. Las trafics y los colectivos quedaron estacionados a varias cuadras. “Algunos compañeros querían venir a acompañar al gobernador. Yo vine porque me dijeron en la intendencia que debía hacerlo”, contó un municipal bandeño con la condición de que no se divulgue su nombre. Algunos fueron más precavidos y dejaron los colectivos de línea estacionados en la Plaza Urquiza. También hubo grupos de San Pablo y de Aguilares.


A las 8.40, tal y como estaba anunciado en la agenda del Gobierno, Manzur salió de Casa de Gobierno junto con su vice, Osvaldo Jaldo, y el resto de los funcionarios para cantar el himno. La interpretación quedó a cargo del Coro Estable del Ente Cultural y de la banda del Liceo General Gregorio Aráoz de La Madrid. Las coristas acompañaron el canto con la interpretación de la canción mediante lenguaje de señas. Las 18 abanderadas de escuelas públicas y privadas, de la capital y de distintas ciudades del resto de la Provincia, levantaron sus banderas. Con el himno empezado llegaron dos escoltas más para completar el grupo: “¿de qué lado tenemos que estar?” “Se durmió fulanita”. No importa, a formarse, las acomodaron funcionarias del Ministerio de Educación.

Gabriela Lascano y Matías Meyer llegaron con sus hijos desde Concordia, Entre Ríos. “Aprovechamos el fin de semana largo para venirnos, y de paso los chicos hacen algo distinto en las vacaciones de invierno. Ayer nos quedamos hasta tarde en la vigilia; lo disfrutamos mucho”, dijeron los padres junto a Leticia, Agostina y Nicolás. Algunos metros hacia la 24 de Septiembre, David Blanco cruzaba la plaza en diagonal, vendiendo banderas. “Me vine desde Santa Fe para vender y ver si me iba bien. La primera vez que vine fue para el Bicentenario”, contó mientras ofrecía las banderas a $50. “En verano vendo shorts y pulseras; en invierno, guantes, gorros y medias. Vine porque pensaba que valdría la pena pero la verdad que vendí un par de banderas y nada más. A veces se pierde, a veces se gana”, dijo resignado el vendedor de 29 años. Detrás de él caminaba Carlos Orlando Lescano (59), con una plancha de telgopor llena de pines y escarapelas. “Espero que la situación mejore el año que viene”, dijo esperanzado.

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