San Martín debe tomar nota y aprender

El "Santo" no puede repetir los errores que le negaron el festejo en su debut en la Superliga.

LUCHA EN LAS ALTURAS. Arregui y Troyansky disputan el balón por arriba. El ingreso del ex volante de Temperley le dio mayor equilibrio al mediocampo de San Martín, pero no logró evitar el empate de Unión. la gaceta / foto de diego aráoz LUCHA EN LAS ALTURAS. Arregui y Troyansky disputan el balón por arriba. El ingreso del ex volante de Temperley le dio mayor equilibrio al mediocampo de San Martín, pero no logró evitar el empate de Unión. la gaceta / foto de diego aráoz

El toque sutil de Julián Vitale, seguido por ese cabezazo de Claudio Bieler que se transformó en una asistencia para que un Franco Costa, que viene en estado de gracia, controlara de manera excelente y definiera de forma precisa; fue un oasis en medio de un desierto que casi deshidrató a San Martín en el estreno en la Superliga.

Fueron tres toques, promediando el primer tiempo, que demostraron que sí se podía. Que si había asociación, circulación de pelota y vértigo en los metros finales. Meterlo en problemas a Unión era posible. Que si bien el “Tatengue” llegaba precedido de un triunfo en el debut y de un gran temporada pasada, donde celebró la llegada a copas internacionales, tampoco era un cuco y si San Martín lograba dar unos cuantos pases seguidos podía acorralarlo contra su arco.

Pero no. No hubo caso. Fue la jugada del festejo de “Paqui” y casi nada más lo que brindó el “Santo” en el primer juego de la temporada. El gol, y la última jugada del partido, cuando otra vez aceleró a fondo y Gonzalo Rodríguez pateó cerrando los ojos, cuando la situación pedía asistencia a “Taca”. Pero dos situaciones de gol en 90’ jugando de local, suena a demasiado poco.

Quizás fueron los nervios propios de cualquier estreno lo que llevó al equipo a mostrarse atado de pies y manos. O quizás se haya apichonado ante un comienzo a toda batuta de un Unión que sabe a lo que juega y que no bajó la intensidad nunca; o una mezcla de ambas cosas.

Lo cierto es que el saldo del primer juego deberá servirle a San Martín para tomar notas de algunas cosas con vistas a los próximos partidos. Porque en la Superliga hay muy pocas segundas oportunidades y por ese motivo, hay que ser muy astuto para llevarse todo en la primera de cuenta.

Darío Forestello deberá ajustar varias tuercas. A saber, en La Ciudadela debe llevarse por delante a sus rivales. Acá, en casa, debe asegurar la llave de la permanencia. Los rivales no deben faltarle el respeto. Al contrario, debe ser San Martín el que ponga las condiciones de juego. Debe ser el dueño de la pelota y sus rivales tienen que adaptarse a sus reglas.

Y ayer, al margen de que fallaron los circuitos ofensivos o que varios jugadores estuvieron por debajo de su nivel, el equipo retrocedió muchísimo en el campo. Le dio libertad y terreno para que el rival pensara lo que iba a hacer y pudiera llevarlo a la práctica.

Para colmo, también falló la ejecución de la estrategia usada en este duelo. Porque si uno decide esperar atrás y ceder la iniciativa, tiene que evitar que los rivales queden cara a cara con su arquero en primera instancia, pero cuando se logra recuperar la pelota, debe salir con todo en contra para aprovechar los espacios que deja un rival adelantado en el campo. Pero eso tampoco hizo San Martín ayer.

Cuando sus jugadores lograban tomar la pelota, la reventaban y volvían a pararse esperando otro ataque. Como un boxeador que gana va ganando por puntos y que al quedarse sin resto, sólo espera que su rival no lo noquee.

Por eso, los hinchas dejaron el estadio con un sabor amargo. ¿Por qué no aprovechar esa ventaja que le dio Costa? Si bien el equipo no había hecho nada hasta la jugada del gol, después casi que durmió una siesta eterna. Porque Bieler cumple diferentes roles (marca, crea juego, se lleva las marcas, asiste y aporta goles) pero puertas adentro tienen que entender que es humano y que deben ayudarlo. Solo no puede.

Más allá de que se escaparon dos puntos, en La Ciudadela deben aprender de las experiencias porque lo de ayer no debe repetirse.

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