Para Sara Peña “en los museos uno ve el alma de la ciudad”

Historiadora y museóloga autodidacta, dirigió la Casa Histórica y el museo Avellaneda, y ha diseñado el museo de la Fundación Lillo.

Ama los objetos con significado especial. Cajitas antiguas, libros, piezas históricas de colección cuyo origen ha buceado hasta encontrarles su sentido exacto. “Atrozmente curiosa soy”, dice Sara Peña, para hablar sobre esa pasión por la historia y por los museos que ha marcado su vida y que la ha llevado a dirigir, entre otros, la Casa Histórica y el Museo Avellaneda, y a participar en la formación del Museo de Arte Sacro y del Lillo.

“La historia me gustaba como amateur. Yo soy autodidacta. Y después lo de los museos es algo que empecé porque un poco he visto en casa; la veía a mi madre cómo ella tenía la casa... Tenía un sentido de la estética y de lo artístico impresionante. El detalle. ‘Eso es bueno, eso es malo’, y a mí me empezó a gustar eso de ver cómo las cosas se deben mostrar bien”.

Y agrega: “siempre digo que nací en la calle de la historia: nací en Congreso 227 -era la casa de mi abuela-; lógicamente la Casa Histórica era un lugar al cual accedí muy chica. Y después con el tiempo fue pasando que llegué al museo Avellaneda, después el Museo de Arte Sacro...

- ¿Qué significó estar al frente de la casa más emblemática?

- Es un hito estar en la Casa Histórica. En museología es muy fuerte y también muy complicada. Tiene muchísima fuerza política; hay que tratar de atemperar eso y a veces no es fácil.

Dice que en sus búsquedas históricas pocas cosas han sido casualidades. “Hay una que la he mantenido siempre hasta el día de hoy y es la cuestión de los naturalistas”. Sus primeros trabajos publicados en la revista Todo es Historia, “Mito y realidad de la antigua minería del Tucumán” y “Naturalistas en Tucumán”, marcaron esa inquietud y le sirvieron para armar el guión del museo del Lillo que es una delicia para los visitantes. ”Ese campo de las ciencias naturales me encanta. Y después se dio el otro tema que también me apasiona, el de los jesuitas. Me pidieron, estando en el museo Avellaneda, que fuese a organizar el museo jesuita de La Banda, en Tafí del Valle. Para poder armar un museo uno tiene que conocer el tema, la temática, objetos, entonces empecé a estudiar mucho sobre los jesuitas y curiosamente al año o dos de eso fue cuando hicimos el hallazgo de las ruinas jesuitas colindantes con San Francisco”.

- ¿Cómo fue el proceso de armado del museo Lillo?

- Ah, eso ha sido buenísimo. Había que buscar hasta los objetos, porque no había nada. Y ahí he tenido el apoyo más increíble del mundo. Hemos trabajado dos años y ocho meses. Con dos colaboradores hemos armado el museo, pero la gracia estuvo en cómo colaboró la gente de la Fundación donando objetos. Uno me ha conmovido: un mapa que hizo Lillo cuando tenía 14 años. Es una joyita, es la pieza más linda del museo.

En el museo Lillo está parte de la cámara que usó Paganelli para sacar la famosa foto que ayudó a reconstruir la fachada de la Casa Histórica. “Fue algo increíble cómo encontramos la cámara”, explica. Figuraba en un acta de la Comisión Vitalicia. Lo único que quedaba era el lente, que se salvó del fuego.

- ¿Cómo hemos avanzado en el cuidado del patrimonio?

- En eso hemos tenido muchísimo cuidado en el tema de la limpieza, en cómo va a estar conservado, en el espesor de los vidrios, en las luces que no hacen daño y por suerte nos dieron un edificio impecable que está recién restaurado, que tiene todo un sistema de deshumidificación y aire acondicionado; entonces las piezas ahí se conservan muy bien.

-¿O sea que ahora tenemos más garantías del cuidado?

- Claro, pero bueno, la Casa Histórica no tiene aire acondicionado. Y es una pena porque el patrimonio sufre.

- Como mujer de este tiempo, ¿qué mensaje le gustaría dejar a la sociedad?

- Yo noto que no tiene mucha cultura museológica. Cuando uno viaja por el mundo y va a los museos ve el alma de la ciudad, lo que ahí está es lo que han ido dejando, qué está haciendo a lo que esas ciudades han sido. Tucumán necesita eso; que el tucumano lo entienda, que realmente lo quiera más. Hay muy pocas visitas de tucumanos a los museos. Son muchisimos más turistas. Y realmente eso es triste”.

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