Durante tres días, la capital de Salta se revolucionó en una fiesta de fe, una de las más convocantes del país, con misas y cantos en las calles. Desde distintos puntos de la provincia y turistas de otras llegaron en procesión para una celebración cargada de tradición.
Hay quienes caminaron hasta 15 días por más de 500 kilómetros para venerar al Señor y la Virgen del Milagro, agradecer o pedir una bendición. Calles y avenidas colapsaron por la marea humana que recorrió los caminos que llevan hasta la Catedral, destaca Ambito.com. Tal es la importancia de la fiesta para la provincia que el propio gobernador Juan Manuel Urtubey asistió en primera fila a las misas los tres días, acompañado de su esposa Isabel Macedo.
Hace más de 300 años, fuertes temblores que duraron días asolaron a la provincia de Salta. Tan intensos fueron que destruyeron la ciudad de Esteco, que finalmente fue abandonada, y causaron graves daños en la capital. La tradición popular cuenta que tras uno de esos sismos una imagen de la Inmaculada que se encontraba en la Iglesia Matriz cayó desde el altar en el que se encontraba, a tres metros al piso, sin sufrir roturas, y quedó "mirando" la imagen de Cristo como en posición orante. Mientras los fieles la veneraban, uno de los padres de la Compañía de Jesús, escuchó la voz de la virgen que le pedía que saquen a su hijo en procesión para que cesen los temblores. Lo hicieron y ocurrió. Desde entonces, todos los 15 de septiembre se celebra la fiesta del Señor y la Virgen del Milagro, un evento cada vez más masivo.
Plaza hotelera
Según los cálculos oficiales, el 85% de la capacidad hotelera de la ciudad -que es de 12.000 plazas- estuvo completa. Para dimensionar la magnitud de la celebración basta con tener en cuenta que la ciudad de Salta tiene cerca de 550.000 habitantes, y llegaron este fin de semana más de 850.000.
En diálogo con la prensa, el gobernador Urtubey destacó la masiva convocatoria, en especial en un año que calificó de "difícil" en lo económico para el país. Y es que la crisis se palpó en los pedidos de los peregrinos, cuyas oraciones estuvieron dedicadas en gran mayoría en ese sentido.
Sumó también su voz el arzobispo de la provincia, Mario Cargnello, quien reclamó a los "que manejan la plata en nuestro país" mirar "el rumbo de la gente que sufre" y advirtió que "no se puede pifiar así". Y agregó: "no nos vengan a contar a los que somos viejos, lo que vivimos en 2001, en el 89, en el 65" y manifestó que "no se puede jugar con la vida de tanta gente para quedar tranquilos. No apuesten por el amor a los demás, sí por el bien de la Patria".
Lugares distantes
Desde puntos distantes como los Valles Calchaquíes, San Antonio de los Cobres, o Quebrada del Toro, llegaron los peregrinos. Con lo puesto. Incluso algunos descalzos. Pese al cansancio nada les impidió celebrar su fiesta de fe. Como de costumbre, a lo largo del camino los vecinos montaron puestos de asistencia para los fieles, con bebidas y comidas que ofrecieron gratuitamente.
Para darle aún más color a la fiesta, unos 8.000 claveles rojos y blancos donados por las familias salteñas fueron utilizados para armar las coronas del Señor y la Virgen del Milagro y otros arreglos florales. Cada uno es un pedido o un agradecimiento.
Otra de las tradiciones en torno a la celebración es la de los campaneros. "Tenemos un compromiso de cumplir con el llamado del Señor", explicó Gabriel, una de las 20 personas a cargo de tocar las cinco campanas que están en una de las torres de la Catedral de Salta. El oficio de campanero se trasmite por herencia familiar y aunque algunos de ellos ya pasaron los 60 años continúan haciéndolo. Porque más allá de la fortaleza y destreza física que se requiere, lo más importante es la pasión y la entrega.
Pacto de fidelidad
El triduo concluyó anoche con la renovación del pacto de fidelidad de los peregrinos a los patrones de Salta en el predio del Monumento 20 de Febrero. La procesión comenzó tras el tradicional concierto de campanas, y luego de una caminata de cuatro horas terminó bajo una lluvia de pétalos de flores, pañuelos blancos, y la emoción y llanto de los peregrinos. Le dijeron adiós al Cristo y la Virgen hasta el año que viene, cuando volverán para renovar su compromiso.