Lucchetti recibió y agasajó a Mateo, el niño que lloró con su expulsión

"He cumplido mi sueño. He conocido a mi ídolo”, dijo el pequeño "decano".

05 Octubre 2018

Un par de guantes y otro par de enseñanzas que recordará toda la vida. Eso es lo que se llevó Mateo Dal Porto Safir luego de haber conocido a Cristian Lucchetti, tras el entrenamiento de ayer.

Mateo no es otro que el niño de seis años que lloró por la expulsión del arquero la noche del partido contra Gremio, mientras era filmado por su madre. El video rápidamente recorrió el circuito de miles y miles de celulares, llegando a todo tipo de pantallas.

Es cierto que los videos virales se han vuelto populares por estos días y, pese a las críticas que reciben, en este episodio volvió a tener un final feliz.

“¡Mamá! He cumplido mi sueño. He conocido a mi ídolo”, fue lo que le dijo Mateo a María José Safir, su mamá, que lo acompañó al complejo Ojo de Agua para encontrarse con Luchhetti. Lo cierto es que ella está con él en casi todos sus momentos “decanos”, incluso siendo hincha de San Martín.

La noche del partido en Porto Alegre, ella y él estaban viendo el partido solos en su casa del barrio 240 Viviendas de Villa Carmela, cuando el árbitro Roberto Tobar, aconsejado por el VAR, fue a revisar la falta de Lucchetti que derivó en el penal. María José, que estaba con el celular en la mano, comenzó a grabar. “Él no se dio cuenta que lo estaba filmando y después me retó: ‘¡¿por qué me filmaste si estaba llorando?!’, me dijo”, relató la madre pero ya era tarde: el video era viral.

SECUENCIA. Arriba, desde la izquierda, Lucchetti primero le da los guantes a Mateo que se los pone y posa con los otros arqueros. Abajo, recibe un penal del “Laucha”. la gaceta / fotos de Antonio Ferroni SECUENCIA. Arriba, desde la izquierda, Lucchetti primero le da los guantes a Mateo que se los pone y posa con los otros arqueros. Abajo, recibe un penal del “Laucha”. la gaceta / fotos de Antonio Ferroni

Difícil calmar a un pobre niño en esa situación, sabiendo además que tenía razón, pero mucho más difícil calmarlo la noche con el 0-4 encajado a su equipo y su ídolo expulsado.

“Mateo ama el fútbol pero por sobre todo el arco. Su pasión es el arco”, confiesa sobre el niños. El video viralizado finalmente llegó a los ojos de Lucchetti que, en primer lugar se comunicó de inmediato con la familia.

“El día del partido, Mateo se durmió llorando. No podía calmarlo”, dijo María José que trató de explicarle que el triunfo no era una fija en el deporte. Lo mismo le dijo Lucchetti por teléfono. “En el fútbol a veces se pierde y otras, se gana”, le dijo el “Laucha” El niño pareció entender, tras recibir la primera de las enseñanzas, el primero de los regalos.

En segundo lugar, y para acompañar el gesto de grandeza, el jugador propició el encuentro de ayer. Cuando finalizó el entrenamiento, tímidamente Mateo entró a la cancha del complejo, pero su ídolo lo llevó de la mano directamente al área.

“¿Muy apretados son?”, bromeó el “Laucha” con Mateo cuando le dio los guantes una vez terminada la práctica del equipo ante la mirada de Alejandro Sánchez y de Franco Pizzicannella, los otros arqueros del plantel.

Los guantes triplicaban el tamaño de las manos de Mateo, pero él igual se los puso con toda la seriedad del mundo y fue para el arco, su hábitat natural, para recibir los penales de su ídolo.

“Él y su papá (Conrado Dal Porto) están enfermos por Atlético. Junto con el hermano (Lucas, de 22 años) van a la cancha desde que tiene uso de razón”, cuenta la mamá, que también lo lleva a sus clases de fútbol en Valladares.

Una vez terminado el juego y los penales para Mateo, el niño quiso devolverle los guantes a Lucchetti. “No, son tuyos”, le contestó el arquero. Los ojos del niño casi que también se hacen virales de lo grande que se abrieron. El segundo regalo estaba, literalmente, en sus manos.

Faltaba completar el par de enseñanzas, pero sin darse cuenta, Mateo ya la había recibido. “Mamá, cuando yo juegue en Atlético voy a firmarles autógrafos a todos los chicos y les voy a regalar mis guantes”, le dijo Mateo a María José. Lucchetti ya había dado su segunda enseñanza. Y todo había valido la pena.


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