Los años de los deportistas no vienen solos. Consigo traen desgaste, lesiones e, incluso, una reducción de las habilidades físicas. La constante aparición de jóvenes talentosos en todos los equipos obliga a los jugadores más grandes a entrar en un “modo de supervivencia”. Describir de esta manera a los jugadores más grandes puede sonar cruel y descarnado. Pero no es así. Los años en la cancha nutren de experiencia y de conocimiento al jugador; su instinto se vuelve más sensible y resuelve las situaciones que se les presentan en forma más rápida y más eficiente. Mentalmente, desarrollan capacidades que los ubican en una mejor posición ante situaciones adversas, y se muestran seguros de que podrán superarlas.
Líder no se nace, se hace. Como casi todo en nuestras vidas el liderazgo es producto de una construcción. Los elementos mencionados renglones arriba, como la experiencia y las habilidades, potenciadas por la actitud “paternal” del jugador veterano hacia sus compañeros van forjando la imagen de un líder dentro y fuera de la cancha. Por eso resulta bastante común que el jugador más experimentado siempre lleve la cinta de capitán.
Se sabe, los seres humanos compartimos muchos comportamientos con otras especies del reino animal. En las manadas un solo espécimen ocupa el rol del macho alfa, del dominante. Por lo general, cada equipo de fútbol suele tener su líder, aunque se dan los casos de que en algunos planteles o selecciones conviven más de uno. Y en ocasiones, ese conjunto de líderes, de jugadores experimentados, se convirtió en una cúpula de poder y de conducción. Esto no siempre representa algo positivo, ya que puede generar fracturas en la convivencia del grupo.
La de Cristian Lucchetti -arquero, capitán y símbolo de Atlético, tanto del equipo como del club- es una palabra más que autorizada para hablar de liderazgos. El rol que ocupa “Laucha” en el “Decano” es avalado por distintos cuerpos técnicos, sus compañeros, por los dirigentes y, sobre todo, por los hinchas de Atlético y del fútbol en general. “Quizás tenga ese lugar por la experiencia que aporto y por los años que tengo en el fútbol. Todo se fue dando poco a poco. Tuvimos un año mejor que otro y eso hizo que me sienta importante en la historia del club”, dijo. Pero inmediatamente mesuró: “ser referente es un mote. Todos los jugadores somos importantes y aportamos lo nuestro”.
Hay líderes de distinto tipo, y el mendocino entiende las diferencias. “Algunos son positivos y otros negativos. Yo intento aportar mi experiencia para el bien del equipo”, indicó. Cuando los resultados no son buenos, aumenta la presión sobre el referente. Precisamente en esos momentos aquellos deben ponerse al frente del grupo, y transmitir calma. “Cuando el panorama se complican tratamos de hacer llevadera la situación. Entendemos que esto es fútbol, y es lógico que nos toque atravesar tiempos malos”, señaló.
En Tucumán el fútbol se vive de manera intensa; el compromiso del hincha con su club no entiende de categorías. Y a un jugador no le resulta nada sencillo convertirse en referente de Atlético o de San Martín. En la Ciudadela es muy difícil ganarse la confianza del hincha. Durante la última década, Gustavo “El Ratón” Ibáñez supo afianzarse como líder en el club. Actualmente, para algunos hinchas, un lugar similar, aunque más moderado, podría ocuparlo Claudio “Taca” Bieler debido a sus goles, muchos de los cuales resultaron clave para que San Martín regrese a Primera.
A criterio de Lucchetti, los entrenadores y los integrantes de un plantel son los primeros que determinan quién es el jugador más apto para estar frente al equipo. Pero precisa que no se trata de los únicos jueces: los hinchas cumplen un papel fundamental a la hora de esta elección. De allí, tal vez, que la tarea del líder suela implicar un trabajo de tiempo completo, dentro del campo de juego y de la vida social del club, pero también fuera de este.
Los referentes gozan de un poder conferido por su comunidad. En ocasiones, este poder puede cambiar las relaciones porque influye sobre estas. Según el mismo “Laucha” deja en claro, no es su caso. “La relación con mis compañeros siempre es buena, aunque hay diferencias y afinidades, como en cualquier ámbito laboral. Y con los dirigentes la relación también es buena”, indicó. Sí admite que la influencia sobre los demás es distinta: con los dirigentes tiene la posibilidad de discutir premios, contratos o algún deseo especial para el grupo, algo que, según dijo, desarrolla de buenas maneras y en los mejores términos para que las partes queden satisfechas.
La influencia de un líder positivo sobre un jugador joven es la principal herramienta para transferir experiencia y conocimiento. “A los juveniles trato de aconsejarles; no porque sea más inteligente, sino porque lo que ellos están empezando a vivir uno ya lo pasó”, explicó Lucchetti. Prácticamente con instinto paternal o de hermano mayor busca cuidar a sus compañeros más chicos: “volverse conocido es difícil de manejar y puede confundir al joven. Cuando cobran sus primeros sueldos uno trata de que manejen la ‘platita’ de la mejor forma, y de que la fama no los vuelva locos”.
Al igual que ocurre con las personas, los clubes son muy distintos unos de otros. La idiosincrasia futbolística y los objetivos deportivos de cada institución hacen que un líder que triunfa en un equipo no necesariamente lo haga en otro. La carrera de Lucchetti lo llevó por varios clubes e, incluso, afuera del país. Pero el jugador reconoció que a pesar que poner su mejor predisposición los resultados no siempre fueron los que deseaba. Y esas vivencias lo llevaron a formular la siguiente premisa, y a tomarla con convicción: “cuando los resultados no son los deseados hay que tratar de tomar las mejores decisiones y de no pasarla mal. Eso también es parte del fútbol”. Dichos de un arquero que jugó en Boca, en Santos Laguna (México), que peleó títulos en Racing y en Banfield. Con este último ganó el Torneo Apertura 2009, el mismo campeonato que vio debutar en Primera al “Decano”.