“Dios, patria, armas”

El discurso conservador de Bolsonaro echa raíces fuertes en Brasil, donde el candidato de la derecha supera a su rival en casi 20 puntos.

CARETAS. Un vendedor callejero ofrece máscaras con la imagen de Bolsonaro, durante una marcha en San Pablo, a pocos días de los comicios.  reuters CARETAS. Un vendedor callejero ofrece máscaras con la imagen de Bolsonaro, durante una marcha en San Pablo, a pocos días de los comicios. reuters
23 Octubre 2018

RIO DE JANEIRO, Brasil.- Glenio Ritter lleva semanas sin trabajar. Se tomó vacaciones, cuenta el médico de 52 años, para participar por primera vez en una campaña electoral. En su caso, para apoyar a Jair Bolsonaro, el ex militar al que espera ver elegido presidente de Brasil el domingo próximo.

“Es una persona honesta. Un patriota”, dice Ritter, un hombre blanco de ascendencia alemana y de clase alta. “Tiene ideas conservadoras con las que me identifico. Por ejemplo contra el aborto o a favor de armar a la población, porque la violencia es muy grande en Brasil”, comenta sobre el candidato de ultraderecha.

Ritter lleva semanas apostado frente a la casa de Bolsonaro en Barra da Tijuca, la acomododa zona oeste de Río de Janeiro, con un inmenso cartel elaborado por él mismo. Algunos días pasa hasta seis u ocho horas bajo el sol, cuenta. La mayoría de conductores que transitan por la avenida Lucio Costa, frente al oceáno Atlántico, lo apoya tocando la bocina, sólo uno que otro lo insulta.

Si las encuestas no se equivocan, Bolsonaro, un ex militar de 63 años cuya vida política está rodeada de escándalos desde que entró al Congreso como diputado por primera vez en 1991, ganará las presidenciales el domingo.

Las encuestas le dan una ventaja de 18 puntos porcentuales (59% frente a 41%) en intención de voto sobre su rival, Fernando Haddad, heredero del popular ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT).

Todo este apoyo crece, pese a que Bolsonaro es visto por buena parte del país como una amenaza para la democracia que Brasil recuperó en 1985. El ex capitán del Ejército es conocido por haber repatrido -en diversas ocasiones y públicamente- insultos a negros, mujeres y homosexuales, y por haber hecho varias veces apología de la dictadura militar que sufrió Brasil entre 1964 y 1985.

Bolsonaro también atrae el voto de aquellos hastiados del escándalo de corrupción “Lava Jato”, que saltó a la luz en 2014.

A ello, se suma una dura crisis económica entre los años 2015 y 2016, en los que el producto interno bruto de la primera economía latinoamericana se contrajo un siete por ciento, y una ola de inseguridad, que condujo a que el país registrara más de 60.000 muertes violentas el año pasado.

“Ninguno comprendió bien la magnitud del enfado de los brasileños”, analiza el politólogo Mauricio Santoro. “Quizás es el resultado inevitable de una crisis política y económica muy dura en los últimos cinco años”, dice Santoro, investigador de la Universidad del Estado de Río de Janeiro.

La crisis creó el espacio para posiciones extremistas en la sociedad brasileña. Bolsonaro “expresa lo que la mayoría de nosotros pensamos”, sostiene Elias Figueira, un conductor de Uber que participó en un mitin de apoyo a Bolsonaro en Río. Figueira acudió al acto con una camiseta con el rostro de Bolsonaro y otra con el de Carlos Alberto Brilhante Ustra, un ex militar que estuvo a cargo de las torturas durante la dictadura. “Los militares de esa época nos libraron del comunismo”, dice Figueira.

Otros votantes resaltan las ideas religiosas y nacionalistas del candidato, cuya campaña lleva el lema de “Brasil por encima de todo. Dios por encima de todos”.

“Yo estaba esperando por un candidato conservador que apoyase el 90% de las cosas que yo defiendo”, dice Vanessa Oliveira, una mujer de 36 años. “Lo más importante para mí es la familia y estar contra el aborto”, sostiene.

El discurso de Bolsonaro se extiende incluso entre aquellos grupos sociales que fueron blanco de sus ataques. El ex militar consiguió captar mejor que ningún otro candidato la rabia de los electores.

“Él tiene la fuerza que tiene ahora no porque la gente lo apoye al 100%, sino porque para mucha gente es el símbolo de un cambio más profundo”, analiza Santoro.

“Cambio” es también la palabra que usa Ebert Clariano, un desempleado de 29 años que vive en la Baixada Fluminense, una conflictiva zona pobre en la periferia de Río. “Quiero un cambio”, dice. “Estoy cansado de salir de mi casa y ser asaltado”, agrega. Clariano se define a sí mismo como hombre marginal de la periferia.

“Soy gay, soy pobre, vengo de la favela”, dice. “Bolsonaro no se preocupa sólo por las minorías, se preocupa por la población en general”, justifica. Las críticas a Bolsonaro las considera como una exageración de los medios.

“Prefiero ser abordada por un policía que ser controlada por bandidos”, comenta por su parte Cissa Santos, una vecina negra de la favela más grande de Río, Rocinha, que está agitada desde hace meses por el enfrentamiento entre bandas rivales de narcotraficantes.

Santos, natural de Pernambuco, explica que -en 2002 y 2006- votó por el hijo más famoso del nordeste de Brasil: Lula da Silva. “Él venía de abajo”, dice. “Teníamos mucha fe en él, pero no cambió nada”. (Isaac Risco - DPA)

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