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BOHEMIAN RHAPSODY | BIOGRÁFICA/MUSICAL - PM13 - 134’

BUENA

ORIGEN: EEUU/Gran Bretaña, 2018. DIRECCIÓN: Bryan Singer. CON: Remi Malek, Gwilym Lee, Ben Hardy, Joseph Mazzello, Lucy Boynton, Allen Leech, Aidan Gillen, Tom Hollander, Mike Myers. GUIÓN: Anthony McCarten. FOTOGRAFÍA: Newton Thomas Sigel. MÚSICA: Queen.

Como toda biografía autorizada, “Bohemian Rhapsody” no saca los pies del plato y le hace honor a su razón de ser: la celebración. Y como festejo de la vida de Freddie Mercury y, en especial, de la música de Queen, la película es prolija, vistosa e irresistible cada vez que suenan los hits de la banda y el frontman se hace uno con el micrófono. El corazón de la biopic firmada por Bryan Singer son las canciones y es una apuesta inteligente, tratándose de un abanico de clásicos que gotean de generación en generación. Para quienes disfrutan de la contribución que Queen le hizo a la música popular del siglo XX, “Bohemian Rhapsody” es por demás disfrutable.

Vale subrayar lo de celebratorio y con resaltador. El abordaje al personaje que construyen Singer y el guionista Anthony McCarten -el de “Las horas más oscuras” y “La teoría del todo”- no se libra de los cuestionamientos. La mirada que sobrevuela a Mercury es amable, tierna y por momentos condescendiente, pero básicamente superficial. “Bohemian Rhapsody” no es una película profunda ni pretende serlo. La historia de Mercury ofrece muchas más capas (imposible no pensar en lo que hizo Anton Corbijn con la biopic de Ian Curtis en “Control”) y no faltará la oportunidad de abordarla. Pero para eso será imprescindible que no se trate de una biografía autorizada.

Brian May y Roger Taylor, los motores que mantienen la maquinaria de Queen en marcha a casi 27 años de la muerte de Mercury, marcaron de cerca el proyecto y no sólo como directores musicales. Se instalaron en el set para cerciorarse de que la banda saliera inmaculada de la experiencia y dejara en el espectador una certeza: más que un grupo de rock, era (¿es?) una familia. Que el guitarrista y el baterista de Queen hayan comandado el barco propone dos lecturas: las anécdotas y los detalles -algunos muy bien logrados- son de primerísima mano; pero a la vez las miserias quedan barridas bajo la alfombra. Las reglas del juego.

El funcionamiento de una biopic dependerá siempre de la capacidad del protagonista para meterse en la piel de la figura de turno. Hubiera sido un espectáculo ver a Sacha Baron Cohen en el papel, pero dio un paso al costado por “diferencias creativas”. Quería hacer, se sabe, un Mercury mucho más humano. Al desafío lo asumió Remi Malek y su trabajo es estupendo, sobre todo arriba del escenario, ese ámbito en el que Mercury fue un volcán absolutamente irrepetible. Pero hay también un trabajo fino de Malek en lo gestual y en el uso del lenguaje que le agrega riqueza a su Mercury.

A Singer le sobra oficio como narrador y lo ratifica en “Bohemian Rhapsody”, aunque sin complicarse demasiado la vida. Es una historia lineal y previsible: el nacimiento de la estrella, su ascenso, el bajón como coletazo de la fama y la coronación definitiva, en este caso pivoteando con la actuación de Queen en el Live Aid de 1985. El rodaje de ese histórico set ofrecido por la banda en el estadio de Wembley es de lo mejor de la película. Del lado oscuro de Mercury se habla tangencialmente (y siempre con un villano de por medio) y sus últimos años, lidiando con el sida, directamente quedaron de lado.

La reconstrucción de época es formidable, al igual que las caracterizaciones de los miembros de la banda y de su entorno. En cuanto a los detalles de la historia, son los fans los que mueven la aguja. Según “Bohemian Rhapsody”, el gran amor de Mercury fue una mujer (Mary Austin), pero la historia le asigna ese lugar a un hombre (Jim Hutton). Lo propio ocurre con el manager John Reid, que no queda bien parado en la película pero en la realidad se mantuvo cercano a Mercury hasta el final.

Todas estas consideraciones, tan atendibles, pasan a flotar en el limbo cuando las canciones de Queen copan la escena. La música, tan potente, tan icónica, termina ganando la partida.


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