El intento de agresión a actores en el Centro Cultural

08 Noviembre 2018

La violencia explícita o encubierta a todo nivel viene ganando cada vez más espacio en nuestra sociedad. No solo asuela en las calles; también emplea el ropaje de la intolerancia para expresar la disconformidad o discriminar. Por tercera vez en el transcurso de pocos la censura metió la cola en los espectáculos. El 3 de noviembre pasado, en el Centro Cultural Virla dos individuos intentaron agredir a los actores de la obra “Chicos católicos” que se estaba desarrollando en escena. Al grito de “blasfemos”, arrojaron parte del decorado sobre el escenario; los abucheos del público obligaron a los agresores a abandonar la sala.

La obra se había visto en los últimos días de julio. Las primeras cinco funciones tuvieron lugar en el Virla a sala llena con entradas agotadas desde varios días antes. Luego hubo una función extraordinaria en el teatro Alberdi, la cual se representó a sala llena, con un público inferior a 30 en su mayoría. En la obra un grupo de estudiantes de un colegio católico, en vertiginosos diálogos y situaciones abordan temas como el pecado, los tabúes sexuales y cuestiones escabrosas, desde la inocente ignorancia o la malicia cómplice.

En esa ocasión, el director de la puesta denunció: “como equipo de artistas tucumanos, trabajadores desde hace 20 años en el teatro independiente de la provincia, egresados de la UNT, repudiamos enfáticamente a quienes durante la última semana nos amenazaron por las redes sociales con vistas a condicionar nuestra libertad de expresión y presionaron a las autoridades del Teatro Alberdi para que no permitiesen el encuentro con todos ustedes esta noche”. Luego deploró las prácticas antidemocráticas y reivindicó el carácter laico de la UNT, que no cedió ante quienes “pretenden acallar voces y apagar miradas”.

A fines de agosto, la censura vino de la Universidad Nacional de Tucumán, cuando no permitió que el actor Alfredo Casero presentara en el teatro Alberdi su obra “¿De qué no se puede hablar?” En polémicas declaraciones públicas, el artista había criticado la labor de Abuelas de Plaza de Mayo. La medida fue adoptada por la UNT, tras de una serie de presentaciones de organismos locales que repudiaron los dichos de Casero. “Esta decisión se funda en la postura histórica de nuestra Universidad referida a los derechos humanos y en defensa de las políticas de memoria, verdad y justicia”, indicó la casa de altos estudios en un comunicado oficial. “Estoy arrepentido de no haber sido lo suficientemente cauto. Estoy apesadumbrado y pido perdón”, dijo el popular humorista, al enterarse de la suspensión de su show.

Vivimos tiempos de una crispación permanente, donde el espacio para el diálogo, para debatir ideas, cada vez es más escaso. Cuesta comprender el otro y aceptar que piense distinto. Los fundamentalismos van ganando un penoso protagonismo y generan enfrentamientos estériles. La censura, propia de las sociedades y de las dictaduras, nunca puede ser buena y menos aún en democracia. Si un programa de televisión no gusta, se puede cambiar de canal o apagar el aparato; lo mismo ocurre con un espectáculo, si se cree que atenta contra los principios se puede no ir o en todo caso retirarse si lo está presenciando.

La violencia y la intolerancia reflejan a menudo la incapacidad de ponerse en lugar de los otros. El vituperio, la calumnia, las acciones violentas no constituyen un buen camino para la convivencia madura en una sociedad.

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