Tecnología para armas, pero que se usa para salvar vidas

Manzur se topó en el principal hospital de Israel con médicos que estudiaron en la UNT. El director de Hadassah dijo que en el hospital no hay guerra -van palestinos-, “se convive en paz, se practica la paz”.

INTERCAMBIO. Manzur con Zeev Rotstein, director del Hadassah. INTERCAMBIO. Manzur con Zeev Rotstein, director del Hadassah.

Andrés Vargas ingresó a la sala de reuniones acelerado. Miró a su alrededor y el ambiente le pareció familiar. Unos minutos antes desde la dirección del hospital le habían comunicado telefónicamente que debía asistir a un encuentro con tucumanos. Buscó ubicación y antes de sentarse lo señaló a Mateo Martínez. “Fue el profesor que me tomó el último examen”, lanzó. El decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) no salió de su asombro. Lo tuvo de alumno en la pasantía rural.

Vargas nació en El Sauce, cerca de Güemes en la provincia de Salta. Como muchos estudiantes del NOA, fue en busca de un título a Tucumán; recuerda que hizo la residencia en los hospitales de Santa Ana y Santa Lucía. También en Concepción y en Aguilares. Hasta que, en 2008, fue a la conferencia del neurocirujano rosarino Félix Umansky. Eso le cambió la vida. Umansky lo llevó para formar parte del staff de profesionales del Hadassah Medical de Jerusalén, uno de los hospitales modernos del planeta. Andrés, especializado en columna, admite su sentimiento especial hacia Tucumán que no sólo le dio un título universitario, sino también el de padre de Facundo, un estudiante del Colegio Carlos Pellegrini.

Ingresar a ese hospital es como entrar en un shopping. Pisos de porcelanato, con espacios de recreación y de descanso; pilares internos a tono con la arquitectura de esta parte del mundo; vehículos que trasladan pacientes con problemas motrices y ascensores de alta velocidad.

Un detalle no menor: en este edificio pueden convivir palestinos, judíos, musulmanes y de otras nacionalidades sin alterar el orden frente a intestinas luchas que se dan en la frontera. “Dentro de las fronteras de Hadassah no hay guerras; aquí se puede convivir en paz; aquí se practica la paz”, define Zeev Rotstein, director general del Centro Médico Hadassah.

Uno de los hospitales está instalado en el monte Scopus de Jerusalem. Rotstein recibió allí a la comitiva que encabeza el gobernador, Juan Manzur. La de ayer fue una mañana de revelación.

Por caso, el mandatario tucumano recordó que Hadassah tuvo mucho que ver en el diseño del plan de salud con el que Tucumán transitó el período poscrisis de fines de 2001 y que lo mantuvo hasta 2009, cuando asumió como ministro de Salud de la Nación. “La colaboración fue solidaria y gratuita; no nos pidieron nada”, indicó el gobernador. Rotstein conoció Tucumán el año pasado y ayer renovó el compromiso de seguir contribuyendo a la salud pública tucumana en los próximos años, con el intercambio de conocimiento y el aporte tecnológico para el perfeccionamiento.

Por caso, la investigadora en neurociencias Rita Raisman (una tucumana que reside en París desde hace cuatro décadas) y la directora del Instituto de Investigación en Medicina Molecular y Celular Aplicada, Rosana Chein -ambas integran la misión científica-, comenzaron ayer mismo el intercambio, cuando interactuaron, espontáneamente, con los especialistas del Hadassah.

La millonaria sorpresa

José Cohen es neurocirujano y rosarino. Prácticamente vive en el Hadassah y el propio director general del nosocomio lo presenta como un “Messi”. Cohen responde. “Acá está todo dado para hacer las cosas bien; no hay excusas. La medicina es distinta cuando tenés todos los recursos para ejercerla. Tenemos los mejores equipos del mundo en resonancia magnética”, relata en voz alta.

Rotstein lo mira de reojo. Y lanza a los visitantes: “el futuro de la medicina es el presente en Hadassah. En 20 días, vas a tener el equipo nuclear funcionando”. Cohen tragó saliva. Era el equipamiento que había pedido y que costaba la friolera de U$S 4 millones. “Esto sólo pasa cuando se administran bien los recursos”, dijo visiblemente emocionado. Malena Cohen lo contiene. Es la otra argentina presente en la sala y que actualmente dirige el área de neumonología pediátrica. Jorge Diener es el cuarto. El director senior de Proyectos Internacionales del hospital ofició de traductor.

El sector cardiológico del hospital es uno de los más sofisticados del mundo. En los pasillos, los familiares de los pacientes siguen en pantalla la evolución del estado de salud. No necesitan acercarse a la zona de informes. La zona de terapia intensiva es individual y puede llegar a convertirse en una sala de intervención cardiovascular. Refat Javara, jefe del servicio, muestra a los visitantes que las inversiones en equipos son permanentes.

A la tecnología, Hadassah le suma la innovación: en el área pediátrica los ascensores tienen formas de torre de castillo y cada piso es identificado con un color y un animal, de acuerdo con la especialidad. Padres y niños interactúan, bajo la supervisión de una integradora que habla no sólo hebreo, sino lenguas de otras comunidades.

Rotstein le dice a Manzur, durante la visita, que muchos usan la tecnología para armamentos. “Aquí se aplica para salvar vidas todos los días”, completa.

El director general del hospital israelí se compromete a seguir colaborando para que Tucumán mejore su sistema de salud pública. Y recurre al texto bíblico para definir cuál es el secreto para tener un sistema exitoso: “primero hacemos; luego hablamos”.

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