Son tucumanos, viven en distintos kibutz y aprovecharon la visita de Manzur para juntarse

Las familias de comprovincianos tienen pocas ocasiones para encontrarse, y aunque añoran este suelo, ponderan la vida en comunidad. La comitiva oficial recorrió un importante parque tecnológico, focalizado en ciberseguridad, para estrechar vínculos.

LA GACETA DESDE ISRAEL

A Juan Braude se le caen las lágrimas cuando “Coqui” Sosa canta “Al Jardín de la República”. Raquel Saúl, su esposa, lo mira y se emociona. Ella dice que pocas veces antes se había reunido con tantos compatriotas en un mismo lugar y muy lejos de casa, en Tel Aviv Yafo. “Remembranzas”, acota “Pocho”, como todos lo conocen. Llegó a Israel hace casi seis décadas: tiene 78 años y se instaló en el Kibutz Mefalsim, muy cerca de Gaza, una zona de conflicto en esta región.

El matrimonio fue parte de los invitados a la celebración de los 70 años de la independencia del Estado de Israel, un encuentro que el gobernador Juan Manzur organizó para la comunidad tucumana instalada en este país, y que se llevó a cabo en un bar del centro de Tel Aviv Yafo.

Del evento -al que se sumaron otros argentinos que se “engancharon” por la difusión en redes sociales- participó además el embajador Mariano Caucino.

Comunidades agrícolas

Los kibutz son comunidades generalmente agrícolas que se conforman en distintas regiones sobre la base de un trabajo propio en una propiedad colectiva y con salarios igualitarios.

Gustavo Rochman es ingeniero electrónico. Junto con su esposa y sus tres hijos reside en el kibutz Hatzerim, muy cerca de Beersheva, un municipio que cuenta con la universidad de Ben Gurion, uno de los hospitales más grandes del país y una suerte de “Silicon Valley” en el desierto de Neguev: Gav-Yam, uno de los parques tecnológicos más importantes focalizado en la ciberseguridad global. Hacia allí fue parte de la comitiva encabezada por el gobernador Manzur, para establecer vínculos con sus especialistas.

Hatzerim está copado por tucumanos. Además de Gustavo también viven y trabajan en ese kibutz Ernesto Rochman, Judith Zeitune y Esteban Socolsky.

Todos ellos trabajan para Netafim, una empresa global líder en sistemas de riego. Gustavo Rochman se recibió en Beersheva y también cuenta con un MBA en Administración de Empresas.

El mismo camino recorrió Esteban Socolsky, que se recibió de ingeniero mecánico e hizo un doctorado en esa casa de altos estudios. En casi dos décadas, hizo carrera en la compañía instalada en el kibutz y que tiene sucursales en todo el mundo. Arrancó en el área de almacenes y hoy es el gerente de producción de la planta.

Aporte y retribución

¿Cómo se vive en un kibutz? En general, quienes residen en esa suerte de barrio privado tiene una vida social y cultural muy fuerte. Aportan su salario a la comunidad, que les retribuye según la composición familiar. Entre los 40 y 45 años de edad, un jefe de familia puede llegar a tener lo que se denomina un cese definitivo para ser propietario de la vivienda. Su grupo tiene asegurado los tres alimentos del día.

Los kibutz tienen una flota propia de automóviles. En el caso de Hatzerim son 100 vehículos, y quien los quiere usar debe pedirlos a través de una aplicación informática (app), señalando día y hora en que será requerido. En otras palabras, compran seguridad económica con un nivel de vida elevado.

Rochman aclara a LA GACETA que no puede compararse la situación socioeconómica de un kibutz con lo que sucede, por ejemplo, en Tucumán, donde cada uno encara su destino. “No es correcto comparar si es bueno o malo este sistema. Sólo puedo decir que es distinto”, advierte.

Extrañan

Los tucumanos que se afincaron en Israel extrañan. “Llevamos años sin vernos, pese a que vivimos en un país que, territorialmente, se parece a Tucumán”, dice Ariel Elgart, un contador público nacional que está realizando su propio emprendimiento en territorio judío.

Elgart saluda a unos y otros en el bar del encuentro. Indica que la mayoría ha asistido al Colegio Integral de Tucumán, donde aprendieron hebreo. Sus hijos también emigraron, hace más de un lustro, desde el “Jardín de la República”.

“Junto con mi familia, tenemos firmeza de que vamos a emprender en este país algo para ver la luz al final del túnel, cosa que en el mío hoy es difícil”, señala con un gesto de impotencia y de resignación.

Una excusa

La historia también se repite en Daniel Keter, un gastroenterólogo que, en sus tiempos de juventud, ha sido el cantante de “Los Sabuesos” en Tucumán. “Resulta difícil que nos juntemos, y de esto se venía hablando. Fue como una excusa para ver a los amigos”, afirma sobre la celebración de ayer. Keter recuerda la esquina de Muñecas y Santa Fe; muy cerca de allí vive su madre, que pronto va a cumplir 93 años. El médico justifica su decisión de radicarse definitivamente en Israel. “Mi abuelo nació en 1898 en Jerusalén. La tierra tira y por eso me quedaré aquí, porque es la tierra de mis antepasados y porque aquí estoy criando a mis hijos”, argumenta.

Los tucumanos cantan “Luna tucumana”; se abrazan y, en una pantalla gigante, miran el clásico. No les importa que no haya empanadas. La excusa fue válida para fortalecer lazos a casi 13.000 kilómetros de distancia de la tierra que los vio nacer.

La penúltima

Hoy será otro día. El gobernador Manzur tiene previsto encuentros en el Parlamento israelí y es probable que hable en un auditorio en ese recinto.

Los académicos, empresarios y científicos de la delegación, a su vez, se reunirán con las principales autoridades de la Universidades de Jerusalén y de Haifa.

Será la penúltima jornada de actividades antes del regreso a Tucumán. La misión oficial comenzó en Perú. El gobernador se reunió allí con el presidente peruano, Martín Vizcarra, y su vicepresidenta, Mercedes Aráoz. El encuentro permitió sentar bases para “tender puentes y que los gobernadores encabecen la apertura al mundo del país”, explicó el mandatario tucumano en esa ocasión, acompañado por representantes de 20 empresas locales que buscan ampliar sus horizontes comerciales. Luego, la comitiva oficial se trasladó a Estados Unidos. En Washington y Nueva York, el gobernador y su equipo tuvieron encuentros con prestigiosas instituciones académicas. En la reunión con Vivian Glueck, directora de Citromax, la representante de la empresa anunció inversiones U$D 1.000 millones en la planta tucumana.

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